CARTA DEL CARDENAL ARZOBISPO DE BARCELONA,
LLUÍS MARTÍNEZ SISTACH: LA FIESTA DE LA
CANDELARIA
Mañana, 2 de febrero, celebramos la fiesta
de la Presentación de Jesús en el templo por María y José. Cuarenta días
después del nacimiento de Jesús, celebramos esta fiesta, muy antigua y
originaria de Jerusalén. Recordemos aquel hecho que narra el Evangelio de
Lucas: cuando José y María fueron al templo para cumplir lo que mandaba la ley
de Moisés para la purificación de las madres y la presentación de los hijos
primogénitos a Dios, tuvo lugar el encuentro con el anciano Simeón, que
proclamó que aquel niño era una luz para todos los pueblos, y con la profetisa
Ana, que contaba a todos que aquel niño era el Salvador esperado por Israel.
Esta es una fiesta del Señor, como lo
expresa su título. Pero también es una fiesta de María. Bien podemos en ella
recordar a la Virgen, que es quien nos da a Jesús para que sea nuestra luz.
El elemento que caracteriza más esta fiesta
es la bendición y la procesión con las candelas, con la que reafirmamos nuestra
fe en lo que proclamó Simeón. La candela es un símbolo; un símbolo bellísimo y
muy expresivo. Ahora que, en muchos ámbitos culturales, se revaloriza el
lenguaje simbólico como más polivalente y más emotivo y sugerente que el
lenguaje meramente racional, deberíamos hacer un esfuerzo para dar todo su
sentido a los símbolos cristianos. Gaudí nos dio un gran ejemplo en todo su
templo de la Sagrada Familia, que impresiona por la genialidad de su técnica
constructiva, pero también por la variedad y riqueza de sus símbolos.
Leyendo el libro titulado Mente abierta,
corazón creyente, que recoge las meditaciones de los ejercicios espirituales
dirigidos por el papa Francisco cuando era arzobispo de Buenos Aires, me ha
impresionado el valor que da al símbolo de la candela en la fiesta que
celebramos cada año el 2 de febrero. Explica que hay luz en el templo cuando
entra Jesús, porque entra el que es la Luz: «Luz para iluminar a las naciones
paganas y gloria de tu pueblo Israel». Y añade: «Es el día de la candela, de la
luz tenue, que se convertirá en un gran cirio adornado la noche de Pascua
-precisamente en la gran celebración de la Vigilia Pascual o de la
Resurrección- y se hará sol resplandeciente al final la historia. Las personas
que mañana llevan las candelas en las manos -dice el Papa- lumen requirunt
lumine»; que quiere decir precisamente eso: que a través de una lucecita buscan
al que es la Luz, es decir, a Jesucristo mismo, Dios y hombre verdadero.
De esta manera, la fiesta de la Candelaria
es como un puente que une la Navidad, la Pascua y la manifestación de
Jesucristo al final de los tiempos. Siempre, pero sobre todo este año, por
voluntad del Papa dedicado especialmente a los religiosos y las religiosas
-como Año de la Vida Consagrada-, debemos orar ese día y agradecer el servicio
que hacen a la Iglesia y a nuestras sociedades los religiosos y las religiosas,
tanto los de vida monástica como los de vida activa en los diversos campos del
trabajo educativo, social y asistencial.
Alfa
y Omega
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