martes, 10 de febrero de 2015

SOMOS ELEGIDOS, O SOMOS PREDESTINADOS


Este tema de la elección divina de las almas..., les puede llevar a más de uno a pensar el tema de la predestinación de las almas y son muchas las herejías, algunas de ellas protestantes que afirman que todos nacemos predestinados para ir al cielo o al infierno, hagamos lo que hagamos. Esto es un disparate y un contrasentido con los deseos de Dios que es quien nos ha creado. Si la razón de nuestra creación es fruto del amor de Dios y el deseo de hacernos eternamente felices participando de su gloria. ¿Qué sentido tiene el que crea criaturas para echarlas al infierno? ¿Cómo se puede pensar que Dios que es pleno de amor y bondad, puede hacer eso?

El que se condena, es porque así lo desea. Un escritor inglés Walter Hooper, escribía diciendo: “En última instancia, solo hay dos clases de personas: la que le dice a Dios: “Hágase Tu voluntad”, y aquellas a quienes Dios dice, en el último instante: “hágase tu voluntad”. Todos los que están en el infierno lo han decidido así. Sin ésta auto elección no podría existir el infierno. Ningún alma que desee la felicidad seria y constantemente la perderá”. Y es que nadie está predestinado para ir al infierno, lo que ocurre es que siempre el condenado, escoge su propia condenación.

Según San Francisco de Sales nos dice el Señor: “Confianza, hijo mío, yo no quiero la muerte del pecador, sino que se convierta y viva. (…). Mi voluntad es la santificación de los hombres; yo no he creado nada para que sea odiado. ¿Por qué, entonces, se entristece tu alma y se turba?”. El error está en confundir el conocimiento que Dios tiene de todas las cosas, con la realización de las mismas. Las cosas no suceden porque Dios las conozca, sino que las conoce porque suceden. Acerca de este tema del conocimiento previo que Dios tiene de todo, los norteamericanos Nemeck F.K. y M.T. Coombs nos dicen que: “Al hablar del conocimiento previo que Dios tiene de nosotros, estamos empleando un antropomorfismo. Y es porque al presente nosotros vivimos y pensamos dentro de la categoría tiempo... Él existe en la eternidad en un constante ahora. Nosotros conocemos en términos de pasado, presente y futuro. Para Dios todo conocimiento existe en un puro ahora. El tiempo es una participación cuantitativa y progresiva en la totalidad cualitativa y dinámica simplicidad de la eternidad. La predestinación es también una conceptualización antropomórfica”.

Hay quienes confunden el principio de “la elección divina de las almas” con el tema de una inexistente predestinación que se supone, que Dios da a las almas por Él creadas. La elección divina de las almas es una potestad divina de escoger y amar al que más se le asemeja. San Pablo en la epístola a los romanos escribe diciéndonos: "28 Por lo demás, sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman; de aquellos que han sido llamados según su designio. 29 Pues a los que de antemano conoció, también los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que fuera Él, el primogénito entre muchos hermanos; 30 y a los que predestinó, a ésos también los justificó; a los que justificó, a ésos también los glorificó. 31 Ante esto ¿qué diremos? Si Dios está por nosotros ¿quién contra nosotros? 32 El que no perdonó ni a su propio Hijo, antes bien le entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará con él graciosamente todas las cosas? 33 ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Dios es quien justifica”.(Rm. 8,28-33). Y más adelante en el siguiente capítulo 9 de esta epístola, nos dice: “¿No tiene el alfarero poder de hacer con el mismo barro una vasija lujosa y otra para usos menos nobles?”.(Rm 9,21).

La muerte y pasión de Cristo en la cruz, nos abrió a los hombres la puerta de nuestra Redención de las cadenas de satanás, y esto no solo hizo posible una mera amistad, sino distintos grados de ella, a los que ni siquiera los ángeles pueden aspirar. Y, gracias a esa preciosísima sangre, un alma no solo puede pasar de la muerte a la vida, sino que, por sucesivos peldaños, etapas y niveles, puede llegar a la perfección de la santidad misma. El poder de su oración, de un alma en la tierra y en el cielo, estará siempre en relación con su grado de amor, de obediencia y de abandono; y si Dios se complace en glorificar algunas almas, entre las mejores, no busquemos en otra parte la causa de su elección”. Nos manifiesta el Abad Dom Vital Lehodey.

El teólogo dominico Royo Marín escribe sobre el tema de la elección divina de las almas, nos pone de manifiesto la función que aquí tiene la gracia santificante: “Dios ama con amor sobrenatural absoluto al hombre que le es grato y caro; pero como el amor de Dios es causa de lo que ama, se sigue que tiene que producir, en el hombre que le es de esa manera grato, la razón de esa bondad sobrenatural, es decir, la gracia santificante”. Nos dice San Alfonso María de Ligorio que: “Para salir de esa vida disoluta al estado de gracia y de salvación, se necesita una gracia abundante y extraordinaria. Pero Dios raramente la concede a los pecadores obstinados. Según Santo Tomas, la concede a algunos, eligiéndolos como vasos de misericordia, a fin de manifestar su bondad; a otros la niega justamente y los deja en su estado infeliz, para demostrar su justicia y su poder”.

Dios es amor y solo amor (1Jn 4,16) y una de las características fundamentales que genera el amor es la semejanza. El amor y el que ama buscan su semejanza, Si de verdad amamos a Cristo, tenderemos siempre a la “Imitación de Cristo” Y Dios respondiendo a este principio ama más al que más le ama, porque si le ama es semejante a Él y cuanto más semejanza tenga el hombre con su Dios, más le amará Él. Santo Tomas escribe: “Es evidente que Dios ama con un amor especial aquellos a quienes, por medio del Espíritu Santo, ha convertido en amadores suyos. Pero el amado mora en el corazón del que ama según es propio del amor. De aquí se desprende necesariamente que, por medio del Espíritu Santo, no solamente mora Dios en nosotros, sino nosotros en Dios”. Así lo dice la escritura: “El que vive en caridad permanece en Dios y Dios en él” (1Jn 4,16)”.

Para Michel Hubaut: “La llamada de Dios no puede ser selectiva. Él da a todos los hombres la capacidad de escucharla y de responder a ella. Si bien es cierto que, según el designio de Dios, la Iglesia, el Cuerpo espiritual de Cristo, es el lugar privilegiado del don de su revelación, también lo es que la Iglesia no es su propietaria exclusiva y celosa. El Espíritu Santo ofrece a todos, de una forma que solo Dios conoce, la posibilidad de unirse al misterio Pascual. Todo hombre, nómada en busca de la verdad, tiene pues, la posibilidad, a lo largo de su existencia, de acoger o no el don de Dios, de entrar o no en este diálogo, abriéndose al amor o rechazándolo”.

Pienso que realmente no existe una elección divina de las almas, ni una predilección de antemano o una predestinación, porque todos absolutamente todos hemos sido creados por Él, y por lo tanto todos hemos sido elegidos. Lo que ocurre, es que unos responden a esa elección y otros no. Él está ansioso del deseo de que todos le respondamos, pero no todos atienden la llamada, incluso entre los que la atiende, hay diferencias, porque unos atienden con más pasión y amor que otros. Unos hacen un mejor aprovechamiento de las gracias y dones divinos que recibe que otros. Somos nosotros mismos los que determinamos ser elegidos o no. Él no puede hacer nada, solo esperar, pues si interviniese, rompería su compromiso de darnos libertad de elección Y su intervención, al carecer el intervenido de libertad, determinaría que este también, careciera de mérito. Él hace lo posible y lo imposible, sin romper nuestra libertad, para que todos vayamos a Él.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Juan del Carmelo

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