El ser humano del siglo XXI se
cree inmune a la acción de mal sobre él. Somos como locos que vivimos ignorando
que somos herramientas de Dios o del diablo. Las tentaciones de Cristo son un
texto maravilloso, ya que nos hace ver tres cosas: el diablo existe, todos somos
tentados, cualquier oferta de un sustituto de Dios es un engaño del maligno. En
cada una de las tentaciones de Cristo, se resumen nuestras tentaciones:
- Desconfiar
de la Divina Providencia y creernos capaces de solucionar nuestras
necesidades por nosotros mismos. Es la tentación del pelagianismo, que
olvida la Gracia de Dios.
- Desconfiar
de nuestra voluntad y dejarlo todo en manos de Dios. Es la tentación del
quietismo. Saltar al vacío para que Dios mande a sus ángeles. ¿No sería
mejor no tentar a Dios?
- Querer
ser más grande que Dios y dominar a todos y a todo. Es la tentación del
agnosticismo. Dios está demasiado lejos y puede ser suplantado por el más
fuerte o el más listo entre nosotros.
Estas tres tentaciones se resumen en la tentación de Adán y Eva: querer ser como Dios: actuando sin tener en cuenta Su Voluntad, utilizándolo o suplantándolo.
Habiendo, pues, ayunado cuarenta días y cuarenta noches, luego tuvo hambre.
Así da el Señor ocasión al enemigo para que se le acerque, a fin de trabar con
él combate y mostrarnos cómo hemos
también nosotros de dominarle y vencerle. Es lo mismo que hacen los
atletas. Éstos, para enseñar a sus alumnos cómo han de dominar y vencer a sus
contrarios, traban voluntariamente combate con otros y les ofrecen ocasión de
ver, en los cuerpos mismos de los contrarios, cómo han ellos de alcanzar la
victoria. Lo mismo exactamente que hizo el Señor en el desierto. Como quería
atraer al demonio a este encuentro, primero le hizo conocer su hambre, luego le
consintió que se le acercara, y, ya que le tuvo a su lado, le derribó una, dos
y tres veces con la facilidad que propia de Él. Y como de pasar por alto
algunas de esas victorias pudiéramos menospreciar vuestro provecho, vamos a
empezar por el primer ataque y examinar uno por uno todos los otros. (San Juan Crisóstomo,
homilía 13 sobre San Mateo)
Como San Juan Crisóstomo nos señala, las tentaciones nos señalan cómo
dejar atrás la tentación. Aunque otra cosa es que seamos capaces de hacerlo.
Nuestra naturaleza humana nos impide actuar con total libertad, por lo que
solemos elegir las opciones más cómodas en cada momento.
En el caso de las tentaciones de Cristo, elegiríamos convertir las
piedras en pan y no pasar hambre. Elegiríamos saltar al vacío para que Dios
haga el trabajo que nos fastidia realizar. Elegiríamos ignorar a Dios y
convertirnos en el dueño y señor de todo.
Hace unos días estaba leyendo una serie de frases de personas que se han
hecho ricos mediante actividades financieras, cito algunas: “El tiempo es
amigo de los buenos negocios y el enemigo de los mediocres”, “Después de
todo, sólo averiguas quién está nadando desnudo cuando se retira la marea”,
"Al igual que Warren, tuve una pasión considerable para hacerme rico, no
porque quisiera Ferraris - quería la independencia. La quería
desesperadamente."
Durante un momento que quedé pensando en que hubiera sido de mí si me
hubiera dedicado a este tipo de negocios. El centro sería el dinero, el
objetivo sería se independiente de todo y mi alegría ver como mis cuentas de
banco crecían cada día. Pero ¿Dios quería que mi destino hubiera sido ese? Seguramente la Divina Providencia se topa con
muchas personas que reniegan de su existencia y deciden ser el centro y la
medida de todo. Personas que pueden decidir matar de hambre a millones
de seres humanos si les resulta beneficioso para sus negocios.
No quisiera vivir en el infierno de estar
siempre atento a que la montaña de dinero que me sostiene. Quien confía en Dios no necesita ser rico y
aparentemente libre. Quien confía en Dios sabe que la libertad está en
cumplir la Voluntad de Dios. ¿Para qué desear ser lo que no somos? Ese deseo es
el que nos hace predisponernos a caer en la tentación, nada más se presenta. De
igual forma, la virtud nos permite hacer el bien cuando se presenta la
oportunidad delante de nosotros.
Néstor
Mora Núñez
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