Carlos
Osoro Sierra cumple cuatro meses al frente de la Archidiócesis de Madrid,
tiempo que ha dedicado fundamentalmente a conocer la realidad de esta sede.
Desde la toma de posesión el pasado 25 de octubre, en la que aguantó hasta casi las cuatro de la tarde para saludar a todo el que se acercó a él, no ha dejado de «estar con la gente», como siempre dice.
Con los sacerdotes, con los más desfavorecidos –a los que ha visitado y con los que ha comido–, con las familias que llenaron la Catedral de la Almudena a finales de diciembre en la Fiesta de la Sagrada Familia,con los religiosos y religiosas, con no creyentes, con todos.
Ayer dio un paso más en esa disponibilidad permanente participando en el encuentro «LA RAZÓN de Carlos Osoro», que despertó una gran expectación, puesta de manifiesto en el numeroso público que asistió a la sede del diario.
Se acercaron a escucharle personalidades como el cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares; el obispo auxiliar de Madrid, Fidel Herráez; el secretario general de la Conferencia Episcopal Española (CEE), José María Gil Tamayo, así como representantes de la Conferencia Española de Religiosos (CONFER), de Escuelas Católicas, de Obras Misionales Pontificias (OMP) y de universidades de la Iglesia en lo que a autoridades religiosas se refiere.
Entre las autoridades civiles, cabe destacar la presencia de los ministros de Interior y Justicia, Jorge Fernández Díaz y Rafael Catalá; el presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González; la alcadesa de la capital, Ana Botella; la delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes; la presidenta del PP madrileño, Esperanza Aguirre, entre otros. También acudió a la cita el ex presidente del Congreso de los Diputados José Bono.
Actuaron como anfitriones el presidente de LA RAZÓN, Mauricio Casals; y el presidente del Consejo de Administración, Santiago Barreno, así como su director, Francisco Marhuenda, que participó en el coloquio que siguió a la intervención del arzobispo de Madrid junto con la directora de los servicios informativos de Antena 3, Gloria Lomana, y del director de Onda Cero, Javier González Ferrari.
TIEMPOS DE SAZÓN, GRACIA Y ESPERANZA
Como suele hacer, Carlos Osoro dejó mensajes muy claros en su intervención, que pretenden mostrar la realidad de la Iglesia en su trabajo en la sociedad. En este sentido, afirmó que la Iglesia trabaja para que la sociedad «cambie el desierto por vergel», o lo que es lo mismo, «globalizar el amor frente a la indiferencia». En cualquier caso, su visión es esperanzadora; cree que estamos «en tiempos de sazón y gracia» en los que el cristianismo «debe hacer resonar el Evangelio para personas reales y en un momento de la historia real».
Del mismo modo, señaló que la Iglesia vive también «tiempos de afirmación y de anuncio»: «Debemos consolidar los fundamentos, confiar en los objetivos de la Iglesia y eliminar la desesperanza y la desilusión».
En este sentido, se refirió a lo que él llama «la enfermedad de las tres D: desdibujamiento, desesperanza y desorientación. El desdibujamiento de una sociedad que ha dejado de ver el rostro humano, la desesperanza que la Iglesia debe combatir, al igual que la desorientación.
«Porque el ser humano no es un vagabundo que no sabe a dónde va, sino un peregrino que sabe que tiene una meta», afirmó, para añadir que la Iglesia en España está empeñada en trabajar contra esta enfermedad que también calificó como «herejía emocional».
En este sentido, hizo un alegato en favor del diálogo entre creyentes y no creyentes para promover un cambio de rumbo basado en el encuentro y en el amor. «Para nosotros no existe la palabra descarte y por ello tenemos que ir al encuentro de todos los hombres. No se puede navegar en aguas oscuras cuando hay claridad», apuntó.
LA JUSTICIA Y LA DIGNIDAD DEL HOMBRE
Es costumbre del arzobispo de Madrid citar las Sagradas Escrituras en todas sus intervenciones y así lo hizo también en LA RAZÓN, que puso sobre la mesa la historia del rey Salomón narrada en el libro de los Reyes, en el Antiguo Testamento. Y lo hizo para recalcar la importancia de tomar decisiones justas, como había pedido a Dios Salomón: «Concede a tu siervo un corazón dócil para que sepa guiar a tu pueblo y distinguir el bien del mal».
«Debe ser importante para todos los seres humanos y para aquellos que quieren hacer algo por los demás. El criterio último, la motivación no debe ser el éxito y mucho menos el beneficio material, debe ser un compromiso por la justicia y por querer así las condiciones básicas para la paz y la convivencia. Naturalmente, si buscamos el éxito nunca tendríamos la posibilidad de una acción efectivamente humana. El éxito debe estar subordinado a la justicia, al deseo de aplicar el derecho. El éxito puede ser una seducción y abre la puerta a la desvirtuación del derecho y desvirtuación de la justicia. Servir al derecho, combatir la injusticia sigue siendo el deber fundamental y para esto hay que tener una visión certera de lo que es el hombre».
La petición salomónica sigue siendo la cuestión decisiva, según explicó el también vicepresidente del Episcopado. Las cuestiones fundamentales en las que está en juego la dignidad del hombre no basta el principio de la mayoría y en el proceso de formación del derecho, una personas responable... un modo de defender al hombre es lo que sigue defendiendo la Iglesia al mundo y lo que nosotros ofrecemos a España.
RELIGIÓN, LIBERTAD Y CONVIVENCIA
Por otra parte, Osoro se refirió a la creciente indiferencia religiosa en nuestra sociedad, en la que las creencias se ven incluso como un obstáculo. «La cuestión de la verdad tiene que ser una prioridad fundamental en nuestra vida, porque necesitamos una base vinculante para nuestra convicencia. Por eso, la religión es fundamental para la convivencia lograda, no es un adyacente, no es un añadido. Además, la religión requiere libertad, mientras que la libertad tiene necesidad de la religión, necesita una referencia originaria, que haya valores que nadie pueda manipular», añadió.
En este sentido, el prelado defendió que la libertad se desarrolla sólo ante la responsabilidad de un bien mayor y por ello es importante el papel de la religión.
Así, apuntó que hay tres tipos de sociedades, cada ella con un visión de la vida y del hombre: las sociedades dogmáticas, que se rigen por la imposición; las tecnocráticas, que se basan en el utilitarismo y las éticas, sobre las que puso especial énfasis. «En las sociedades éticas –apuntó– hay valores, cuestiones privilegiadas para todo ser humano y otras secundarias. En este sentido, la religión y la la Iglesia quieren hacer o ayudar a hacer sociedades donde aquellos que los están pasando peor mejoren».
EL HOMBRE, CENTRO DE LA NATURALEZA
En su opinión, tanto la Iglesia como la sociedad, realidades de convivencia, tienen en común su preocupación por el ser humano, que es «centro de la naturaleza». «Nada tiene sentido si no es a la luz de una vida humana. Y por ello ninguna vida puede ser reducida o instrumentalizada en función de otro fin que no sea la existencia personal y comunitaria. Por eso hay puntos de contacto entre la Iglesia y la sociedad, porque el punto de contacto es el hombre».
Así, volviendo a la centralidad de cada persona muy al estilo del Papa Francisco concluyó su intervención Carlos Osoro. Sin estridencias, pero con un mensaje claro para la sociedad y para la propia Iglesia. Los aplausos confirmaron la sintonía del auditorio con el arzobispo y el preludio de un diálogo tan interesante como la intervención.
Desde la toma de posesión el pasado 25 de octubre, en la que aguantó hasta casi las cuatro de la tarde para saludar a todo el que se acercó a él, no ha dejado de «estar con la gente», como siempre dice.
Con los sacerdotes, con los más desfavorecidos –a los que ha visitado y con los que ha comido–, con las familias que llenaron la Catedral de la Almudena a finales de diciembre en la Fiesta de la Sagrada Familia,con los religiosos y religiosas, con no creyentes, con todos.
Ayer dio un paso más en esa disponibilidad permanente participando en el encuentro «LA RAZÓN de Carlos Osoro», que despertó una gran expectación, puesta de manifiesto en el numeroso público que asistió a la sede del diario.
Se acercaron a escucharle personalidades como el cardenal arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares; el obispo auxiliar de Madrid, Fidel Herráez; el secretario general de la Conferencia Episcopal Española (CEE), José María Gil Tamayo, así como representantes de la Conferencia Española de Religiosos (CONFER), de Escuelas Católicas, de Obras Misionales Pontificias (OMP) y de universidades de la Iglesia en lo que a autoridades religiosas se refiere.
Entre las autoridades civiles, cabe destacar la presencia de los ministros de Interior y Justicia, Jorge Fernández Díaz y Rafael Catalá; el presidente de la Comunidad de Madrid, Ignacio González; la alcadesa de la capital, Ana Botella; la delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes; la presidenta del PP madrileño, Esperanza Aguirre, entre otros. También acudió a la cita el ex presidente del Congreso de los Diputados José Bono.
Actuaron como anfitriones el presidente de LA RAZÓN, Mauricio Casals; y el presidente del Consejo de Administración, Santiago Barreno, así como su director, Francisco Marhuenda, que participó en el coloquio que siguió a la intervención del arzobispo de Madrid junto con la directora de los servicios informativos de Antena 3, Gloria Lomana, y del director de Onda Cero, Javier González Ferrari.
TIEMPOS DE SAZÓN, GRACIA Y ESPERANZA
Como suele hacer, Carlos Osoro dejó mensajes muy claros en su intervención, que pretenden mostrar la realidad de la Iglesia en su trabajo en la sociedad. En este sentido, afirmó que la Iglesia trabaja para que la sociedad «cambie el desierto por vergel», o lo que es lo mismo, «globalizar el amor frente a la indiferencia». En cualquier caso, su visión es esperanzadora; cree que estamos «en tiempos de sazón y gracia» en los que el cristianismo «debe hacer resonar el Evangelio para personas reales y en un momento de la historia real».
Del mismo modo, señaló que la Iglesia vive también «tiempos de afirmación y de anuncio»: «Debemos consolidar los fundamentos, confiar en los objetivos de la Iglesia y eliminar la desesperanza y la desilusión».
En este sentido, se refirió a lo que él llama «la enfermedad de las tres D: desdibujamiento, desesperanza y desorientación. El desdibujamiento de una sociedad que ha dejado de ver el rostro humano, la desesperanza que la Iglesia debe combatir, al igual que la desorientación.
«Porque el ser humano no es un vagabundo que no sabe a dónde va, sino un peregrino que sabe que tiene una meta», afirmó, para añadir que la Iglesia en España está empeñada en trabajar contra esta enfermedad que también calificó como «herejía emocional».
En este sentido, hizo un alegato en favor del diálogo entre creyentes y no creyentes para promover un cambio de rumbo basado en el encuentro y en el amor. «Para nosotros no existe la palabra descarte y por ello tenemos que ir al encuentro de todos los hombres. No se puede navegar en aguas oscuras cuando hay claridad», apuntó.
LA JUSTICIA Y LA DIGNIDAD DEL HOMBRE
Es costumbre del arzobispo de Madrid citar las Sagradas Escrituras en todas sus intervenciones y así lo hizo también en LA RAZÓN, que puso sobre la mesa la historia del rey Salomón narrada en el libro de los Reyes, en el Antiguo Testamento. Y lo hizo para recalcar la importancia de tomar decisiones justas, como había pedido a Dios Salomón: «Concede a tu siervo un corazón dócil para que sepa guiar a tu pueblo y distinguir el bien del mal».
«Debe ser importante para todos los seres humanos y para aquellos que quieren hacer algo por los demás. El criterio último, la motivación no debe ser el éxito y mucho menos el beneficio material, debe ser un compromiso por la justicia y por querer así las condiciones básicas para la paz y la convivencia. Naturalmente, si buscamos el éxito nunca tendríamos la posibilidad de una acción efectivamente humana. El éxito debe estar subordinado a la justicia, al deseo de aplicar el derecho. El éxito puede ser una seducción y abre la puerta a la desvirtuación del derecho y desvirtuación de la justicia. Servir al derecho, combatir la injusticia sigue siendo el deber fundamental y para esto hay que tener una visión certera de lo que es el hombre».
La petición salomónica sigue siendo la cuestión decisiva, según explicó el también vicepresidente del Episcopado. Las cuestiones fundamentales en las que está en juego la dignidad del hombre no basta el principio de la mayoría y en el proceso de formación del derecho, una personas responable... un modo de defender al hombre es lo que sigue defendiendo la Iglesia al mundo y lo que nosotros ofrecemos a España.
RELIGIÓN, LIBERTAD Y CONVIVENCIA
Por otra parte, Osoro se refirió a la creciente indiferencia religiosa en nuestra sociedad, en la que las creencias se ven incluso como un obstáculo. «La cuestión de la verdad tiene que ser una prioridad fundamental en nuestra vida, porque necesitamos una base vinculante para nuestra convicencia. Por eso, la religión es fundamental para la convivencia lograda, no es un adyacente, no es un añadido. Además, la religión requiere libertad, mientras que la libertad tiene necesidad de la religión, necesita una referencia originaria, que haya valores que nadie pueda manipular», añadió.
En este sentido, el prelado defendió que la libertad se desarrolla sólo ante la responsabilidad de un bien mayor y por ello es importante el papel de la religión.
Así, apuntó que hay tres tipos de sociedades, cada ella con un visión de la vida y del hombre: las sociedades dogmáticas, que se rigen por la imposición; las tecnocráticas, que se basan en el utilitarismo y las éticas, sobre las que puso especial énfasis. «En las sociedades éticas –apuntó– hay valores, cuestiones privilegiadas para todo ser humano y otras secundarias. En este sentido, la religión y la la Iglesia quieren hacer o ayudar a hacer sociedades donde aquellos que los están pasando peor mejoren».
EL HOMBRE, CENTRO DE LA NATURALEZA
En su opinión, tanto la Iglesia como la sociedad, realidades de convivencia, tienen en común su preocupación por el ser humano, que es «centro de la naturaleza». «Nada tiene sentido si no es a la luz de una vida humana. Y por ello ninguna vida puede ser reducida o instrumentalizada en función de otro fin que no sea la existencia personal y comunitaria. Por eso hay puntos de contacto entre la Iglesia y la sociedad, porque el punto de contacto es el hombre».
Así, volviendo a la centralidad de cada persona muy al estilo del Papa Francisco concluyó su intervención Carlos Osoro. Sin estridencias, pero con un mensaje claro para la sociedad y para la propia Iglesia. Los aplausos confirmaron la sintonía del auditorio con el arzobispo y el preludio de un diálogo tan interesante como la intervención.
No hay comentarios:
Publicar un comentario