Un total
de 611 residentes de 31 países diferentes fueron "ayudados a morir"
[es decir, a matarse, a suicidarse] en Suiza entre 2008 y 2012.
En concreto, fueron:
-268 alemanes,
-126 británicos,
-66 franceses,
-44 italianos,
-21 estadounidenses,
-14 austriacos,
-12 canadienses,
-8 españoles,
-8 israelíes,
más un número inferior de otras nacionalidades.
Estas cifras las revela esta semana final de agosto en el Journal of Medical Ethics un equipo de investigadores de la Universidad de Zúrich, que ha revisado las bases de datos del Instituto de Medicina Legal de este cantón para constatar que el número de personas que recibió asistencia para suicidarse en el país helvético se duplicó: de los 86 casos de 2009 a los 172 de 2012.
“A final de este periodo la tendencia no se rompe, pero los datos de 2013 y 2014, así como los de los propios suizos, forman parte una investigación en curso”, adelanta a Sinc Julian Mausbach, uno de los autores, quien explica el trasfondo médico y legal que está detrás de este denominado turismo de suicidio.
“El código penal suizo señala que toda persona que por motivos egoístas incite o ayude a otra a cometer suicidio o intentar hacerlo será castigada (si esa otra persona a partir de ahí se suicida o lo intenta) con una pena privativa de libertad de hasta cinco años o monetaria”, explica Mausbach, “aunque existen unas condiciones para el suicidio asistido –como enfermedad terminal, pronóstico sin esperanza o dolor insoportable– fijadas por las organizaciones de derecho a morir”, según reporta Infocatólica.
En Suiza hay 6 organizaciones de este tipo, de las cuales cuatro permiten a los extranjeros utilizar sus servicios. De los 611 casos registrados, prácticamente todos lo hicieron en la asociación de eutanasia Dignitas, cuyas tasas para el suicidio asistido oscilan entre 9.000 y 10.500 francos suizos (entre 7.500 y 8.600 euros aproximadamente).
Según el estudio, casi la mitad de las personas que viajaron para morir a Suiza –principalmente al cantón de Zúrich– tenían enfermedades neurológicas, como parálisis, problemas de la neurona motora, Párkinson o esclerosis múltiple. El resto padecía enfermedades reumáticas, cáncer, afecciones cardiovasculares graves u otras patologías. Alrededor de uno de cada tres sufría más de una enfermedad.
EDAD MEDIA, 69 AÑOS
Respecto al género de los fallecidos, más de la mitad (58,5%) fueron mujeres, y la edad de estos particulares turistas oscilaba entre los 23 y 97 años, con un promedio de 69, cuando acabaron con su vida. Prácticamente todas las muertes fueron causadas por tomar pentobarbital de sodio, un fármaco de la familia de los barbitúricos.
Solo cuatro personas lo hicieron inhalando helio, un método que aunque al principio se consideró que inducía una muerte dulce, al final fue descrito como “insoportable” hace unos años.
Posiblemente fue el responsable de la caída en el número de ‘turistas suicidas’ a Suiza de los 123 de 2008 a los 86 de 2009, aunque desde entonces no han dejado de crecer.
Mausbach prefiere no pronunciarse a la hora de aconsejar, ni a las personas que se les pase por la cabeza esta idea, ni a los políticos y legisladores encargados de regular este tema complejo.
“Sin comentarios”, subraya, en la línea de sus compañeros del estudio, con el que solo pretenden sacar a la luz los datos y fomentar un debate serio sobre un asunto tan personal y delicado.
En concreto, fueron:
-268 alemanes,
-126 británicos,
-66 franceses,
-44 italianos,
-21 estadounidenses,
-14 austriacos,
-12 canadienses,
-8 españoles,
-8 israelíes,
más un número inferior de otras nacionalidades.
Estas cifras las revela esta semana final de agosto en el Journal of Medical Ethics un equipo de investigadores de la Universidad de Zúrich, que ha revisado las bases de datos del Instituto de Medicina Legal de este cantón para constatar que el número de personas que recibió asistencia para suicidarse en el país helvético se duplicó: de los 86 casos de 2009 a los 172 de 2012.
“A final de este periodo la tendencia no se rompe, pero los datos de 2013 y 2014, así como los de los propios suizos, forman parte una investigación en curso”, adelanta a Sinc Julian Mausbach, uno de los autores, quien explica el trasfondo médico y legal que está detrás de este denominado turismo de suicidio.
“El código penal suizo señala que toda persona que por motivos egoístas incite o ayude a otra a cometer suicidio o intentar hacerlo será castigada (si esa otra persona a partir de ahí se suicida o lo intenta) con una pena privativa de libertad de hasta cinco años o monetaria”, explica Mausbach, “aunque existen unas condiciones para el suicidio asistido –como enfermedad terminal, pronóstico sin esperanza o dolor insoportable– fijadas por las organizaciones de derecho a morir”, según reporta Infocatólica.
En Suiza hay 6 organizaciones de este tipo, de las cuales cuatro permiten a los extranjeros utilizar sus servicios. De los 611 casos registrados, prácticamente todos lo hicieron en la asociación de eutanasia Dignitas, cuyas tasas para el suicidio asistido oscilan entre 9.000 y 10.500 francos suizos (entre 7.500 y 8.600 euros aproximadamente).
Según el estudio, casi la mitad de las personas que viajaron para morir a Suiza –principalmente al cantón de Zúrich– tenían enfermedades neurológicas, como parálisis, problemas de la neurona motora, Párkinson o esclerosis múltiple. El resto padecía enfermedades reumáticas, cáncer, afecciones cardiovasculares graves u otras patologías. Alrededor de uno de cada tres sufría más de una enfermedad.
EDAD MEDIA, 69 AÑOS
Respecto al género de los fallecidos, más de la mitad (58,5%) fueron mujeres, y la edad de estos particulares turistas oscilaba entre los 23 y 97 años, con un promedio de 69, cuando acabaron con su vida. Prácticamente todas las muertes fueron causadas por tomar pentobarbital de sodio, un fármaco de la familia de los barbitúricos.
Solo cuatro personas lo hicieron inhalando helio, un método que aunque al principio se consideró que inducía una muerte dulce, al final fue descrito como “insoportable” hace unos años.
Posiblemente fue el responsable de la caída en el número de ‘turistas suicidas’ a Suiza de los 123 de 2008 a los 86 de 2009, aunque desde entonces no han dejado de crecer.
Mausbach prefiere no pronunciarse a la hora de aconsejar, ni a las personas que se les pase por la cabeza esta idea, ni a los políticos y legisladores encargados de regular este tema complejo.
“Sin comentarios”, subraya, en la línea de sus compañeros del estudio, con el que solo pretenden sacar a la luz los datos y fomentar un debate serio sobre un asunto tan personal y delicado.
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