En el
Angelus de este último domingo de agosto, al comentar el Evangelio del día,
Francisco señaló que cuando Jesús explica a sus discípulos lo que le espera en
Jerusalén, sus dolores y su muerte, llega "un punto crucial" y
"un momento crítico": "Surge el contraste entre el modo de
pensar de Jesús y el de los discípulos". Incluso Pedro "se siente en
el deber de recriminar a Jesús", quien "le pone en su sitio para que no piense según la mentalidad de los
hombres, sino según Dios, sin darse cuenta de que se pone del lado de
Satanás, el tentador".
También San Pablo, en la Epístola del día, le dice a los Romanos que no caminen "según el mundo" y disciernan "la voluntad de Dios".
En efecto, continuó el Papa, "los cristianos vivimos en el mundo, estamos inmersos en la realidad social y cultural de nuestro tiempo, y así tiene que ser". Pero "esto implica", advirtió, "el riesgo de que nos volvamos mundanos, el riesgo de que la sal pierda el sabor, como diría Jesús. Es decir, que el cristiano se agüe, pierda la novedad del Señor y del Espíritu Santo. Y debe ser al contrario: cuando en los cristianos permanece viva la fuerza del Evangelio, puede transformar los criterios de juicio, los valores determinantes y los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida".
"Es triste encontrar cristianos aguados, que parecen el vino aguado, no se sabe si son cristianos o mundanos", lamentó Francisco: "Como el vino aguado, no se sabe si es vino o agua. Es triste esto. Es triste encontrar cristianos que ya no son la sal de la tierra, y sabemos que cuando la sal pierde el sabor, ya no sirve para nada. La sal ha perdido el sabor porque se ha entregado al espíritu del mundo, se han vuelto mundanos. Por eso es necesario renovarse continuamente, buscando continuamente la savia del Evangelio".
Y ¿cómo se consigue esto en la práctica? El Papa delineó un breve programa.
Primero, "leyendo y meditando el Evangelio cada día, para que la palabra de Jesús esté siempre presente en nuestra vida". En ese sentido, propuso a todos llevar siempre encima un ejemplar de los Evangelios "en el bolsillo, en el bolso", y "leerlo durante el día": "Es importante llevar encima la palabra de Jesús para poder leerla".
En segundo lugar, "participando en la misa dominical, donde encontramos al Señor, escuchamos su palabra y recibimos la Eucaristía, que nos une a Él y entre nosotros".
Y en tercer lugar, "son muy importantes para la renovación espiritual las jornadas de retiro y los ejercicios espirituales".
"Evangelio, Eucaristía y oración, no lo olvidéis: Evangelio, Eucaristía y oración. Gracias a estos dones del Señor podemos conformarnos no al mundo, sino a Cristo, y seguirlo sobre su vida, la vida de perder la propia vida. Perderla en el sentido de donarla, ofreciéndola por amor y en el amor. Y esto exige un sacrificio, la Cruz, para recibirla de nuevo purificada, liberada del egoísmo y de la hipoteca de la muerte, llena de eternidad".
También San Pablo, en la Epístola del día, le dice a los Romanos que no caminen "según el mundo" y disciernan "la voluntad de Dios".
En efecto, continuó el Papa, "los cristianos vivimos en el mundo, estamos inmersos en la realidad social y cultural de nuestro tiempo, y así tiene que ser". Pero "esto implica", advirtió, "el riesgo de que nos volvamos mundanos, el riesgo de que la sal pierda el sabor, como diría Jesús. Es decir, que el cristiano se agüe, pierda la novedad del Señor y del Espíritu Santo. Y debe ser al contrario: cuando en los cristianos permanece viva la fuerza del Evangelio, puede transformar los criterios de juicio, los valores determinantes y los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida".
"Es triste encontrar cristianos aguados, que parecen el vino aguado, no se sabe si son cristianos o mundanos", lamentó Francisco: "Como el vino aguado, no se sabe si es vino o agua. Es triste esto. Es triste encontrar cristianos que ya no son la sal de la tierra, y sabemos que cuando la sal pierde el sabor, ya no sirve para nada. La sal ha perdido el sabor porque se ha entregado al espíritu del mundo, se han vuelto mundanos. Por eso es necesario renovarse continuamente, buscando continuamente la savia del Evangelio".
Y ¿cómo se consigue esto en la práctica? El Papa delineó un breve programa.
Primero, "leyendo y meditando el Evangelio cada día, para que la palabra de Jesús esté siempre presente en nuestra vida". En ese sentido, propuso a todos llevar siempre encima un ejemplar de los Evangelios "en el bolsillo, en el bolso", y "leerlo durante el día": "Es importante llevar encima la palabra de Jesús para poder leerla".
En segundo lugar, "participando en la misa dominical, donde encontramos al Señor, escuchamos su palabra y recibimos la Eucaristía, que nos une a Él y entre nosotros".
Y en tercer lugar, "son muy importantes para la renovación espiritual las jornadas de retiro y los ejercicios espirituales".
"Evangelio, Eucaristía y oración, no lo olvidéis: Evangelio, Eucaristía y oración. Gracias a estos dones del Señor podemos conformarnos no al mundo, sino a Cristo, y seguirlo sobre su vida, la vida de perder la propia vida. Perderla en el sentido de donarla, ofreciéndola por amor y en el amor. Y esto exige un sacrificio, la Cruz, para recibirla de nuevo purificada, liberada del egoísmo y de la hipoteca de la muerte, llena de eternidad".
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