Es curioso…, que cuando un alma coge en firme, el camino del amor al
Señor, es impaciente como lo fue en su juventud y lo es toda la juventud de las
personas, que cree que se le pasa el tiempo y desea con vehemencia adelantar en
todo. El niño tienen ganas de llegar a ser mayor, como el adolescente de su
hermano mayor, y este a su vez ya quiere tener terminada su carrera, para
poderse comer el mundo, si no es que se trate de un indolente, que para
desgracias de sus padres los hay.
Y en la vida espiritual de un alma, también sucede lo mismo. Cuando
comienza, el alma que es joven en su desarrollo espiritual, aunque se trate de
una persona de ochenta años de edad de su cuerpo, es impaciente y desear
avanzar como sea y consecuentemente le entra un constante deseo de saber si
está avanzando y sobre todo, saber dónde se encuentra espiritualmente hablando.
Busca en libros espirituales algo que le oriente, pero es muy poco lo que
encuentra. El maestro Lafrance, escribe a este respecto: “Cuanto más se avanza en la
vida espiritual más se da uno cuenta de que se tienen muy pocos puntos de
referencia. Ciertamente están los mandamientos de Dios y de la Iglesia; sabemos
bien lo que hay que hacer y evitar. Pero sobre el detalle de nuestra vida,
cotidianamente, minuto a minuto, en el fondo sabemos muy poco. Ahí es donde
debemos dejarnos guiar, fieles a las mociones del Espíritu”.
Hay señales evidentes que podemos considerar, como es el hecho de haber
prosperado en la oración e indudablemente; progresar en la oración es progresar
en la vida espiritual, y progresar en nivel espiritual, es caminar más cerca
del Señor. Pero esta es una señal muy vaga, porque cuanto más avanzas en la
oración, menor es tu sentimiento de que progresas, más aún, algunos días te
perece que retrocedes….Por otro lado lo que la persona demanda es un
conocimiento exacto de la situación de su alma en su vida espiritual. Algo así
como un estudiante en su carrera que va aproando exámenes parciales que le van
produciendo notas para el examen final
Pero la vida espiritual de nuestra alma, nada tiene que ver, con lo que
ocurre y cómo funciona el mundo material humano. En la vida espiritual no hay
vida de oración que no sufra la experiencia dolorosa del largo túnel y de la
interminable noche oscura de la que nos habla San Juan de la Cruz y que con más
o menos intensidad, el alma que busca el amor del Señor, para entregarse a Él,
ha de pasarla inexorablemente. Se puede considerar otra señal, cual es la de
pensar que hemos comenzado a conocer a Dios, pero ella como algunas otras
señales, es imprecisa.
La señal de que has empezado a conocer a Dios, no se encuentra en las
hermosas ideas que tienes sobre Él y mucho menos en el gozo que te procura la
oración, sino en el ardiente deseo de conocerle más, tal como nos dice el maestro
Lafrance. Entre otras muchas señales todas ella imprecisas, se puede señalar el
hecho de que cuando un alma avanza en el desarrollo de su vida espiritual,
mentalmente, las piezas de ese rompecabezas, que todo ser humano tiene en su
cabeza, acerca de Dios y de su conocimiento, se le empiezan a encajar de una
forma sorprendente. Uno encuentra explicación lógica a muchas cuestiones que
durante años se ha estado preguntando y nadie le ha sabido responder. Al menos
esto es una experiencia propia, que personalmente me ha hecho meditar, pero
tampoco esto quiere decir nada concreto.
No nos impacientemos por creer que vamos despacio, Él sabe muy bien cuál
ha de ser nuestro ritmo de crecimiento, y hay que estar seguros, de que nunca
nos sacará de este mundo, antes de haber dado de sí espiritualmente, todo lo
que podamos llegar a dar. El desea más que nosotros mimos, la mayor gloria
posible para cada una de sus almas. En orden a las razones que el Señor pueda
tener, para que caminemos en esa oscuridad que antes hemos enunciado, también
ya antes, hemos aludido algunas de estas razones que Él pueda tener, para
mantenernos en esa ignorancia, de hasta donde hemos llegado en nuestro amor
hacia Él. A tal efecto, conviene que nos fijemos en las consecuencias negativas
que este conocimiento de nuestra situación espiritual, podría tener en nuestra
alma. Esencialmente la soberbia de orgullo espiritual en que podríamos caer, al
creernos más perfectos que los demás.
Pero en la medida en
que van pasado los años y ha desaparecido la impaciencia de los primeros años,
esta se va trasformando por la fuerza del amor al Señor que crece en ti, en una
absoluta confianza en la voluntad del Señor. Nuestra alma va profundizando en
su relación con el Señor, va transformándose de una forma tal, que cuando uno
mira hacia atrás, queda sorprendido de su cambio. Puede ser que este se note al
exterior en las personas con las que tienen relación, pero lo que estas
personas perciben, no es ni siquiera un 5% de lo que uno mismo siente o puede
sentir
Uno comienza a tener,
la señal más evidente de haber prosperado en su vida espiritual, cuando asimila
en su plenitud total, algo que ha leído y escuchado muchas veces y que no se lo
ha tomado nunca en serio y es; que la casa en que vives, la ciudad, el país el
mundo en general con todas sus maravillosa belleza y no solo en sus verdes
montes y praderas, sino también en sus mares y en sus áridos desiertos, no
tenemos nada que ver, con ello, lo dejaremos de ver con los ojos materiales de nuestra
cara, porque esta, ni ha sido ni es, ni será nuestra casa. ESTA NO ES NUESTRA CASA. No nos
afanemos por ella, no se trata más que de un puente que tenemos que atravesar y
no cometamos la estupidez, de querer levantar nuestra casa en medio del puente.
Venimos de otro mundo y nuestra alma fue creada, Dios Padre Creador
absoluto de todo lo visible e invisible. Nuestro cuerpo material desaparecerán
y nuestras almas subirán gozosas más allá de las estrella, y del infinito
universo que pretendemos ver y dominar, hasta encontrar a nuestro Padre Creador
nuestro, Padre infinito de amor, que nos espera con los brazos ansiosamente,
abiertos con mucha más ansia, de la que nosotros podamos llegar a tener, pues
en Él todo es ilimitado, como ilimitado es su amor a por nosotros.
Muy bello es lo visible, pero más, mucho más bello aún, es lo invisible
que nos espera y esto es así, porque la lógica nos dice que lo bello material,
fue creado por el espíritu puro inmaterial e invisible de Dios, por lo que el
Creador está siempre por encima de su obra y es preferible poseer la Creador
que a cualquiera de los elementos de su obra o inclusive a todos ellos que
nunca rebasarán la belleza de Quien les creo. Por ello caminar por este mundo
material repitiéndose uno constantemente ESTA NO ES MI CASA. Estad seguros que frente a las muchas
problemas y contrariedades que esta vida nos ofrece, decirse uno para sí mismo:
Y qué…, si al final ESTA NO ES MI CASA.
Esta es una especial jaculatoria que como toda jaculatoria, si su fuerza se clava
en nuestra alma, empezaremos a pensar y vivir de una forma diferente y más
felices en los pocos días que nos quedan aún n este mundo.
Mi más cordial saludo lector y el deseo de
que Dios te bendiga.
Juan
del Carmelo
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