miércoles, 25 de junio de 2014

PONER AMOR EN LO QUE SE HACE


Tanto en la vida terrenal cómo en la vida espiritual…, es bien sabido que el Señor desea la perfección, que pongamos el alma, es decir el todo de lo que podamos poner, para hacerlo perfecto: “48 Sed, pues, perfectos, como perfecto es vuestro Padre celestial”. (Mt 5,48). Pero Dios es amor, por lo que es de ver, que -como nos escribe Jacques Philippe- según el Evangelio no es más perfecto el que se comporta de un modo irreprochable, sino el que ama más…. Dios ha creado al hombre por amor y quiere que el hombre ame y sea fuente de amor. Por eso creó a la mujer y la dio al hombre; Dios creó a la mujer para que el hombre tuviera una compañera, para que el amor floreciera entre ellos. No es que haya una contradicción entre el amor y la perfección, lo que sucede es que la perfección en nuestra labor, sea humana o sobrenatural, es siempre fruto de un fruto del amor.

            Si no ponemos amor en nuestro trabajo, sea este material o espiritual, nuestra mente esta siempre puesta en el objeto de nuestro amor y en esta situación, las distracciones no son tan frecuentes. Instintivamente nuestro pensamiento siempre se va hacia aquello que nos ocupa o que nos preocupa. En el evangelio de San Mateo podemos leer las palabras del Señor que dijo: “Porque donde está tu tesoro, allí estará también tu corazón”. (Mt 6,21). Y para saber cuál es tu tesoro, debes de darte cuenta de lo que piensas con mayor frecuencia durante la oración, entonces sabrás cual es para ti tu tesoro.

Si en el tiempo que dediquemos a estar con el Señor, nuestra ocupación absoluta es solo amar a Dios y nuestra preocupación es saber si podemos amarle más, es difícil que caigamos en las distracciones, pero no imposible porque como decía Santa Teresa la imaginación es la loca de la casa y precisamente ahí está el peligro. Sobre la imaginación y su compañera de andanzas que es la fantasía, Existe una unánime identidad en todos los escritos de santos y autores, consultados, en considerar a la imaginación y por supuesto a las fantasías y a los sueños humanos, como una rémora u obstáculo importante en el desarrollo de la vida espiritual de un alma. San Juan del cruz nos dice: “Distingo dos sentidos corporales internos: imaginación y fantasía. Ambos se ayudan recíprocamente. La imaginación discurre imaginando. La fantasía compone lo imaginado fantaseando”.

La imaginación es una vagabunda, que encuentra muy a menudo una cómplice en la memoria: la memoria es una golosa que se traga todo lo que la imaginación le presenta, después de que esta, lo haya recogido de aquí y de allí o de allá. Su poder, el poder de la imaginación es enorme, tan poderosa es nuestra imaginación, una vez transformada en convicción y evidencia, que influye fuertemente en el organismo hasta llegar a crear concretamente las realidades que al principio eran solo imaginadas. Cuántas persona empiezan contando historias imaginarias, en las que ellas actúan de protagonista, y con el paso del tiempo y a base de repetir la historia llegan a la convicción de que lo que cuenta, fue real y sucedió.

La acción del demonio al igual que la de los ángeles, es negativa en el sentido de que ninguno de los dos puede penetrar directamente en la inteligencia y en la voluntad de una persona. Estas facultades le son inaccesibles. En ellas solamente Dios puede penetrar, pro por respeto a nuestro libre albedrío no lo hace. Los ángeles, y también los demonios, tienen libre acceso a la imaginación, a la memoria y a la sensibilidad del hombre, sin que puedan llegar sus dominios, más allá de estos límites, que está fijados por Dios. Frente a esta situación, nosotros podemos luchar, la imaginación puede ser controlada y purificada mediante una constante mortificación, desechando a tiempo los pensamientos inútiles, debe ocupar un lugar importante en la vida interior de la persona en su trato con Dios.

Desde luego que a nosotros nos resulta imposible eliminar la imaginación, ella nunca se nos separa, pero si podemos tratar de dominarla y encauzarla. Lo primero de todo para tratar de dominarla, es ir a suprimir sus fuentes de alimentación, y de ellas la más importante son las imágenes que percibimos. El mundo moderno, con sus adelantos técnicos, nos está continuamente saturando de imágenes. Y no me refiero exclusivamente a las imágenes de carácter pornográfico que nos inundan y acosan por doquier, sino aquellas otras, que sin ser claramente nocivas a nuestra vida espiritual o interior nos destilan un sutil veneno de contenidos que parecen ser inocentes, y no lo son tanto.

En esta vida es menos peligroso aquel que le vemos venir y le reconocemos por sus malignas intenciones, que aquél otro que siendo lobo se viste con pieles de cordero. El Catecismo de la Iglesia católica en su parágrafo 2525 dice a este respecto, nos dice que: "La pureza cristiana exige una purificación del clima social. Obliga a los medios de comunicación social a una información cuidadosa del respeto y de la discreción. La pureza de corazón libera del erotismo difuso y aparta de los espectáculos que favorecen el exhibicionismo y los sueños indecorosos”. Una primera forma de sobriedad consiste en vigilar estrechamente la imaginación, y la sugestión ya que Satanás, es incapaz sin la imaginación, de formar los pensamientos para presentarlos al espíritu y abusa de él a través del engaño

Además de la imaginación, tenemos que considerar la existencia de otros elementos de distracción en nuestros contactos con Dios. Los elementos que generalmente son más corrientes como fuente de distracción, son: Las preocupaciones que podemos tener en el momento presente, sean esas de carácter laboral, familiar; o social; los recuerdos del pasado, que pueden acudir a nuestra mente sean estos de carácter alegre, o doloroso; y también, las especulaciones que nuestra mente pueda crear acerca del futuro que nos espera. La primera clase de distracciones, pueden tener más sentido que las dos siguientes, ya que hacen referencia al presente qu se esté viviendo. Pero en relación a las otras dos siguientes una hace referencia al pasado y otra al futuro.

En cuanto a las que se refieren al pasado, somos todos muy tendentes al recuerdo, especialmente las personas que viven en su senectud, los niños y jóvenes al ser su pasado muy intrascendente a sus en esa época de sus vidas es raro que se ocupen de él, pero no es así en los adultos, aunque es mucho más en la senectud. Con respecto a lo cual habría que recordar, que si lo que se recuerda, es o son los buenos momentos pasados, ellos jamás volverán, nadie le puede hacer funcionar a la moviola hacía atrás.

La añoranza del pasado siempre crea nostalgia y si lo que se recuerda, son sufrimientos y malos momento pasados, buena gana de querer volver a sufrir de nuevo. En cuanto al deseo de especular con el futuro, ello es querer invadir e terreno de Dios, que es quien los sabe y lo determina y Él siempre determina para nosotros lo nos es más conveniente, aunque la mayoría de las veces no lo comprendamos, porque nosotros miramos, lo que creemos que nos conviene en este mundo y Él solo mira, lo que más nos conviene para alcanzar su reino.

Mi más cordial saludo lector y el deseo de que Dios te bendiga.

Juan del Carmelo

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