Hoy es un buen día, para
fatigaros con un post de economía. No lo hago como un modo de decir: sé mucho
de economía, admiradme. Sino porque me entristece comprobar cómo la pobreza
sigue aumentando a mi alrededor, eso oprime a mi alma. Os aseguro que es algo
que me duele. Bueno, voy al post, a mis reflexiones.
El Banco Central Europeo va a
inyectar 400.000 millones de euros al sistema, para que fluya el crédito. ¿Qué
opino de esto? Pues que esa cantidad (y, en realidad, una mucho más abultada)
ya circulaba por los circuitos económicos europeos hace años. Y las hemorragias
económicas estructurales que señalé en su día, se tragaron muchos más litros de
sangre. La nueva transfusión con las viejas heridas igual de abiertas, no
servirá para restablecer la salud del Viejo Continente. Aunque, sin duda,
durante un tiempo el enfermo tendrá mejor color y se sentirá con más fuerzas.
Después de darle muchas vueltas
al asunto y dado que no se va a ir a la raíz del problema, porque el problema
es mundial y requeriría de una política firme y decidida, se me ha ocurrido una
solución menor. Una solución menor, pero que sería eficaz, aunque va a sonar
fatal a los oídos de todos.
La medida sería tender lentamente
a la repatriación del sistema productivo de algunos productos concretos. Un
ministerio creado al efecto estudiaría qué mercancías pueden ser
progresivamente producidas en suelo patrio, cortando la entrada de ese producto
extranjero.
Cuando produces algo en tu propio
país, creas empleo y el dinero se queda aquí y no se va fuera. Es cierto que
esos productos van a costar más si los produces en España, pero incluido en el
precio del producto estás pagando la creación de empleo en España. Si tienes el
monopolio de ese producto, el comprador no tiene opción.
Pongo un ejemplo un poco tonto e
insustancial. Si toda cafetera que se venda en España, tiene que ser producida
en nuestro país, el comprador no tiene otra opción. Si progresivamente
introduces esa medida, al final esos puestos de trabajo se quedan aquí. Dejo
aparte para otro post el tema jurídico de la legislación de la Unión Aduanera
Europea. Ahora me interesa el asunto económico.
Para lograr esto que he
propuesto, al principio el Estado tiene que dar créditos (a empresas privadas)
y partidas presupuestarias (para crear industrias estatales) para crear el
empleo que producirá esos productos. Pero como el Estado establece las reglas
del juego, siempre sale ganando. De forma que esos beneficios los puedes
reinvertir en crear la repatriación de la producción de otros productos. Si
esto se hace con inteligencia y buen tino, más puestos de trabajo se irían
creando aquí.
Por supuesto que el consumidor
pagaría más. Pero el beneficio social sería clarísimo: más puestos de trabajo,
más dinero en las familias, reactivación de la demanda. Si lo haces con la
tecnología, tendrás una tecnología de segunda clase. Pero si lo haces con los
envases de plástico, los textiles o las cafeteras, la modernización del país no
se resiente para nada.
Los argumentos en contra de esta
medida ya me los sé de memoria. Me conozco, uno por uno, todos los argumentos
de la Escuela de Chicago. Fui seguidor de Milton Friedman desde los 15 años de
edad. Sé que muchos dirán que esto es una tontería. Pero tengo un amigo en una
multinacional que me explicó en una cena, como China lleva a cabo esta política
desde hace decenios. Cuando firma una contrata con una gran multinacional para
grandes pedidos, la nueva factoría tiene que estar en suelo chino. Lo tomas o
lo dejas.
A la mayoría de los economistas,
les parecerá que mi propuesta es una tontería. Pero esta tontería es la que
lleva haciendo China desde hace muchos años.
La medida que, tras mil
reflexiones, propongo hoy como la que aconsejaría, no me gusta. Pero la
situación en España es de emergencia nacional. O creamos una autarquía parcial
(insisto, parcial), progresiva, lenta y prudente, o si no las ciegas fuerzas
del mercado no van a arreglar las cosas. Y estamos más cerca del hundimiento de
lo que la gente se piensa.
La idea de una autarquía parcial
suena muy mal. Pero si por este sistema se van creando mil o dos mil empleos
por mes, al cabo de un año, pueden ser unos veinte mil puestos de trabajo. Y al
año siguiente puede ser el doble. Y al siguiente todavía más. No es una panacea
fantástica, pero es algo. Algo frente a la nada. Y veinte mil personas más
cotizando a la Seguridad Social, pagando impuestos y gastando, van reactivando
la economía. En economía no hay milagros, pero la suma de pequeñas medidas, al
final, es lo que hace la diferencia. Aquí no hay medidas milagro, como en las
dietas para perder peso. El triunfo es sólo del que de un modo realista va
tomando pequeñas medidas.
Pero se trata, ésta que he
propuesto, de una medida tan radical, que sólo un partido de tintes
autoritarios y revolucionarios como PODEMOS, podría llevarlo a cabo. Los otros
partidos no están por la labor de iniciar reformas ambiciosas a largo plazo,
son más de la idea de las transfusiones y pequeñas reformas del mercado de
trabajo, o sea nada. El problema de PODEMOS es que, sin duda, caerá en el
bolivarianismo, no en una política del New Dealt de Roosevelt como la
que defiendo. Lamentablemente, PODEMOS seguirá a presupuestos postmarxistas en
su política, no líneas keynesianas.
¿Qué sucederá? China y los países
emergentes seguirán recibiendo ríos de oro en sus ingresos. Europa seguirá
preguntándose qué hacer durante un decenio más. Extrañándose de que sus
estupendas transfusiones no devuelvan la salud al enfermo. Después de un decenio,
ya será tarde y en Europa no habrá más política económica que la que permita
Pekín.
Europa quedará reducida a ser un continente turístico de ciudades
decadentes. Mientras que en Asia se levantarán docenas de urbes erizadas de
impresionantes rascacielos, monumentos al liberalismo más salvaje.
P.
FORTEA
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