Después
de analizar hace unos días la idea que sobre la esfericidad de la tierra tienen
los más antiguos autores griegos, romanos, árabes y cristianos (pinche aquí para recordarlo), toca hoy
analizar cuál es la idea que sobre la esfericidad cabe extraer del Antiguo Testamento de la Biblia.
Si bien
acostumbra a señalarse que el Antiguo
Testamento se pronuncia por una tierra plana, y hasta se opone la idea
bíblica sobre el planeta como paradigma antitético al procedente de la
filosofía griega, el cual preconizaría su forma esférica, la verdad es que una
afirmación tajante de la condición plana de la tierra no aparece, hasta donde
yo sé, en los libros del Antiguo
Testamento.
Los versículos en los que más tradicionalmente intenta afirmarse tal cosmovisión bíblica acostumbran a ser los siguientes.
“El árbol creció y se hizo corpulento, su altura llegaba al cielo y era visible desde los confines de la tierra” (Dan. 4, 8).
Pasaje que para algunos representa el más claro pronunciamiento sobre el tema por cuanto la visibilidad de la que se habla aquí no sería posible en una tierra redonda, si bien no es menos cierto que la expresión podría ponerse en boca del más convencido partidario de la esfericidad de la tierra. Pero es que además, el pasaje apenas narra el sueño de un rey pagano en una visión, lo que aún lo invalida más como pronunciamiento bíblico sobre el tema. Y aun cuando aceptáramos su valor de prueba como afirmación bíblica de la planicie de la tierra, apenas hablamos de un libro (que por cierto está en el canon católico pero no en el hebreo) sobre casi medio centenar.
Otro de los pasajes (sorprendentemente) más utilizados por los que sostienen que la Biblia sostiene, valga la redundancia, la planicie de la tierra es éste que recoge el Libro de Isaías:
“Él está sentado como el círculo de la tierra, cuyos habitantes son como langostas” (Is. 40, 22).
Pero lo cierto es que el argumento es perfectamente reversible, porque lo mismo cabe interpretar que el autor otorga a la tierra una forma plana de contornos circulares -el círculo como se sabe es una superficie en dos dimensiones-, como que refiere en dos dimensiones lo que conoce en tres, de manera similar a como el pintor que pinta la tierra que reputa esférica también la dibuja circular, por no disponer para su representación más que de dos dimensiones. Tanto así que, de hecho, la Biblia de Jerusalén traduce directamente ese círculo por “orbe”, palabra a la que nos dedicaremos algo más adelante.
El Libro de los Salmos contiene esta afirmación:
“De Jehová son las columnas de la tierra, y él afirmó sobre ellas el mundo” (1Sa. 2, 8)
De donde intentar obtener conclusiones más allá de la mera metáfora se antoja ejercicio malintencionado.
Al Libro de los Salmos pertenecen también éstas:
“Por toda la tierra resuena su proclama, por los confines del orbe sus palabras” (Sl. 19, 5)
Que, como arriba la que hemos extraído del Libro de Daniel, podrían efectivamente transmitir la idea de una tierra plana con unos confines, pero que tampoco excluyen una tierra esférica en la que también hablamos de confines, aunque sólo sea visuales o como manera de definir una distancia muy larga o simplemente lo ignoto.
Y en el Libro de Job se puede leer:
“Cuelga la tierra sobre nada” (Job 26, 7).
Que siguen sin representar un pronunciamiento sobre la forma de la tierra, pues la afirmación es de aplicación tanto a una tierra plana como esférica.
Alguien podría intentar sacar alguna conclusión de este pasaje del Génesis:
“Dijo Dios: ‘Acumúlense las aguas de por debajo del firmamento en un solo conjunto” (Gn. 1, 9).
Pero lo cierto es que definir el firmamento como lo que está encima de las aguas es algo que vale lo mismo para una tierra plana que para una tierra esférica.
La Biblia de Jerusalén se refiere a la tierra como “orbe” en no menos de una treintena de ocasiones. Sin entrar en la palabra que el texto original de la Biblia, ora la Masorética ora la Septuaginta, utilice, lo cierto es que la Real Academia define “orbe” (del latín “orbis”) como “esfera celeste o terrestre” en su segunda acepción, y como “mundo, (conjunto de las cosas creadas)” en su tercera… pero como “redondez o círculo” en la primera.
Por el contrario, otras afirmaciones bíblicas se manifiestan de manera muy descriptiva –a decir verdad tan descriptiva como no hemos encontrado en ninguna de las anteriores- a favor de la redondez de la tierra. Díganme Vds. si no qué les parece ésta de Proverbios:
“Cuando colocaba los cielos, allí estaba yo; cuando trazaba la bóveda sobre la superficie del océano” (Prov. 8, 27)
Donde la definición del cielo como una bóveda es más que representativa.
Los versículos en los que más tradicionalmente intenta afirmarse tal cosmovisión bíblica acostumbran a ser los siguientes.
“El árbol creció y se hizo corpulento, su altura llegaba al cielo y era visible desde los confines de la tierra” (Dan. 4, 8).
Pasaje que para algunos representa el más claro pronunciamiento sobre el tema por cuanto la visibilidad de la que se habla aquí no sería posible en una tierra redonda, si bien no es menos cierto que la expresión podría ponerse en boca del más convencido partidario de la esfericidad de la tierra. Pero es que además, el pasaje apenas narra el sueño de un rey pagano en una visión, lo que aún lo invalida más como pronunciamiento bíblico sobre el tema. Y aun cuando aceptáramos su valor de prueba como afirmación bíblica de la planicie de la tierra, apenas hablamos de un libro (que por cierto está en el canon católico pero no en el hebreo) sobre casi medio centenar.
Otro de los pasajes (sorprendentemente) más utilizados por los que sostienen que la Biblia sostiene, valga la redundancia, la planicie de la tierra es éste que recoge el Libro de Isaías:
“Él está sentado como el círculo de la tierra, cuyos habitantes son como langostas” (Is. 40, 22).
Pero lo cierto es que el argumento es perfectamente reversible, porque lo mismo cabe interpretar que el autor otorga a la tierra una forma plana de contornos circulares -el círculo como se sabe es una superficie en dos dimensiones-, como que refiere en dos dimensiones lo que conoce en tres, de manera similar a como el pintor que pinta la tierra que reputa esférica también la dibuja circular, por no disponer para su representación más que de dos dimensiones. Tanto así que, de hecho, la Biblia de Jerusalén traduce directamente ese círculo por “orbe”, palabra a la que nos dedicaremos algo más adelante.
El Libro de los Salmos contiene esta afirmación:
“De Jehová son las columnas de la tierra, y él afirmó sobre ellas el mundo” (1Sa. 2, 8)
De donde intentar obtener conclusiones más allá de la mera metáfora se antoja ejercicio malintencionado.
Al Libro de los Salmos pertenecen también éstas:
“Por toda la tierra resuena su proclama, por los confines del orbe sus palabras” (Sl. 19, 5)
Que, como arriba la que hemos extraído del Libro de Daniel, podrían efectivamente transmitir la idea de una tierra plana con unos confines, pero que tampoco excluyen una tierra esférica en la que también hablamos de confines, aunque sólo sea visuales o como manera de definir una distancia muy larga o simplemente lo ignoto.
Y en el Libro de Job se puede leer:
“Cuelga la tierra sobre nada” (Job 26, 7).
Que siguen sin representar un pronunciamiento sobre la forma de la tierra, pues la afirmación es de aplicación tanto a una tierra plana como esférica.
Alguien podría intentar sacar alguna conclusión de este pasaje del Génesis:
“Dijo Dios: ‘Acumúlense las aguas de por debajo del firmamento en un solo conjunto” (Gn. 1, 9).
Pero lo cierto es que definir el firmamento como lo que está encima de las aguas es algo que vale lo mismo para una tierra plana que para una tierra esférica.
La Biblia de Jerusalén se refiere a la tierra como “orbe” en no menos de una treintena de ocasiones. Sin entrar en la palabra que el texto original de la Biblia, ora la Masorética ora la Septuaginta, utilice, lo cierto es que la Real Academia define “orbe” (del latín “orbis”) como “esfera celeste o terrestre” en su segunda acepción, y como “mundo, (conjunto de las cosas creadas)” en su tercera… pero como “redondez o círculo” en la primera.
Por el contrario, otras afirmaciones bíblicas se manifiestan de manera muy descriptiva –a decir verdad tan descriptiva como no hemos encontrado en ninguna de las anteriores- a favor de la redondez de la tierra. Díganme Vds. si no qué les parece ésta de Proverbios:
“Cuando colocaba los cielos, allí estaba yo; cuando trazaba la bóveda sobre la superficie del océano” (Prov. 8, 27)
Donde la definición del cielo como una bóveda es más que representativa.
Luis
Antequera
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