MIENTRAS, DEJAN QUE SE HABLE A MENORES SOBRE OPERACIONES PARA TENER AMBOS ORGANOS SEXUALES A LA VEZ
Según YouTube, las cicatrices de cirugías trans son
muestras de "violencia" solo si se muestran en canales contrarios al
lobby de género: si lo hacen sus seguidores, la censura no afecta.
Messenger, Tuenti,
los primeros móviles a color -¡y con
tapa!-... Fueron las pioneras y hoy
extintas redes sociales que marcaron a toda una generación. Los millenials,
actualmente entre los 30 y los 42 años, también recordarán la clásica
advertencia de "si algún desconocido te dice
de quedar, dile que no". Un aviso que, sin embargo, cada vez se
escucha menos.
Los padres y madres
de hoy se sienten más seguros sabiendo que sus hijos, la actual
generación Z (nacidos entre 1994 y 2010) o incluso los Alfa (desde 2011 a la
actualidad), permanecen en sus hogares. Creen que los niños están más seguros junto al "scroll infinito" de sugerencias de YouTube,
Tiktok, Instagram o Twitter. Quizá
ya no sea un peligro tan evidente como entonces. Quizá ahora "el desconocido" no invite tanto a los
jóvenes a salir de sus casas. Quizá haya entrado en ellas.
Basta con preguntar al casi
omnisciente Google sobre cuál es el mayor riesgo de las redes sociales para
hacerse una idea más o menos acertada sobre el status quo actual.
"Ciberacoso.
El acoso en Internet es una gran preocupación para la mayoría de padres. La
inseguridad y la falta de autoestima que producen los cotilleos, los insultos o
el lenguaje agresivo son solo algunos de los efectos producidos por
estos acosadores", responde la primera entrada
posicionada ante esta pregunta.
Hasta aquí podría pensarse que,
aunque a disgusto, ese riesgo de las redes son las nuevas "collejas en el cole", pero con consecuencias más graves.
La respuesta continúa: "Existen muchos casos en los que los niños han
terminado autolesionándose y en los casos más extremos, se han
llegado incluso a registrar casos de suicidios".
CANCELADA
POR "VIOLENTA": SU DELITO, CONTAR SU DETRANSICIÓN
Mientras tanto, las grandes redes
sociales -Meta (Facebook e Instagram)- y las Big
Tech como Google (YouTube)
parecen mostrarse contundentes contra los contenidos considerados "violentos" o no aptos para menores. La pregunta es qué
entienden redes como Instagram por "violencia"
o YouTube por "contenido para
menores".
A principios de esta semana,
corría como la pólvora en redes y titulares la implacable censura de esta
plataforma sobre la cuenta de Chloe Cole, una
joven de 19 años que casi completa su "transición"
de género. Las redes sociales fueron su principal vía de
acceso a la doctrina trans, que le llevó a sufrir mutilaciones, dolor en las
articulaciones, densidad ósea débil y síntomas continuos de infección del
tracto urinario.
(Te contamos aquí la historia completa de
la joven y su cruzada contra los médicos que le indujeron al cambio).
Arrepentida, hoy se ha erigido en
defensora de los niños acosados por el lobby transgénero. O lo que es lo mismo,
médicos, políticos, educadores y una red organizada de usuarios de redes que
difunden la pregunta de "¿Prefieres una hija viva o un hijo muerto?".
Según declaró la
misma Cole, la plataforma de Meta habría aplicado a su cuenta las restricciones
sobre violencia al argumentar que sus directrices
"ayudan a promover contenido que fomente una comunidad segura en
Instagram", tratando de "no
recomendar contenido o cuentas que muestren o fomenten la violencia"
mediante "texto, imágenes, hastaghs (etiquetas #),
términos y biografía".
Como víctima de la censura woke,
la cuenta de Cole que aglutinaba a una legión de seguidores convencidos del
peligro de las políticas trans ya no
será visible a sus no seguidores ni en otras secciones de
la red, como Explorar, Buscar, Sugerencias de seguidores, Reels o Feeds.
De entre los mútiples criterios
de YouTube para censurar vídeos o a creadores de contenidos, los clasificados
"para menores" o "violentos" son dos de los principales:
sin embargo, se aplican o no en función de la autoría, de si afirma los
postulados woke, o los combate.
Pero Meta (Facebook, Instagram y
WhatsApp) no es la única en aplicar la cancelación woke. Y un caso que lo muestra es el de Prisha Mosley.
UNA
"BOMBA DE AMOR" TRANS... QUE "TE ACABA MATANDO"
Desde que tenía 14 años, Prisha
Mosley sufría depresión psicótica, TDAH, trastorno bipolar,
trastornos maníacos, anorexia y trastorno límite de la personalidad. Todo ello
se agravó por una violación ese mismo año, que desencadenó psicosis, olvido de
su nombre y edad, autolesiones y varios intentos de suicidio. La única terapia que le ofrecieron los "especialistas" de la
salud mental fue la transición médica,
convenciéndola de que "parecer del sexo opuesto resolvería sus
discapacidades".
Con 16 años, su dietista la
ingresó tras una autolesión y, al darla de alta, la sometió a una revisión
de 80 minutos para
abordar su trastorno alimentario: menos de hora y media fue el tiempo necesario
para afirmar que sus dolencias estaban causadas por una "crisis de identidad de género". Terapia final recomendada, la
transición.
En 2015 la recetaron testosterona conforme
la doctora constataba que su paciente pensaba "a
menudo en la muerte y tiene ideas suicidas". Tras varios estudios,
constataron que el "tratamiento" estaba
deteriorando su salud, especialmente al estar "consumiendo medicamentos
posiblemente tóxicos". Como último paso, le realizaron
una mastectomía -amputación
de senos-. Destruida física y psicológicamente, tras diez años de búsqueda
encontró la terapia necesaria para abordar sus traumas y dolencias, con unas
repercusiones corporales y mentales derivados del "tratamiento
trans" que posiblemente no tengan solución.
Como ella misma relata, "la comunidad trans te dice que te mates a
ti mismo", solo que aparentando ser "una bomba de amor". Y
ese mandato comenzó por las comunidades LGBT en redes sociales, que ahora la
acosan por su reversión.
LA
ALIANZA WOKE Y LGBT: UN CASO PRÁCTICO
Pero su historia no concluye
aquí. Hace nueve meses, contó su testimonio de "detransición" entrevistada por Independient
Womens Forum, en un vídeo que acumula más de 100.000 visualizaciones en
YouTube.
Como Instagram con Cole, la plataforma de vídeos no ha dudado en "cancelar" los estragos de las
amputaciones transgénero, dificultando el acceso al vídeo desde otras redes
sociales o medios de comunicación. El argumento esgrimido por la red social de
Google fueron las políticas de
"restricciones de edad".
A continuación se muestra la
censura: el vídeo aparece como "no disponible". Si se copia el enlace para acceder directamente
desde la barra de direcciones, el resultado también será, ya desde YouTube, que
"el vídeo no está disponible". Y solo si se accede desde el canal, con
los consiguientes clicks y tecleos que conlleva, la visualización es "libre" y por el camino se ha caído un
buen número de interesados.
Intentos suicidas,
mutilación, bullying, prácticas de extorsión de menores, acoso, insultos, lenguaje agresivo… son algunos de los "peligros" que Google arroja como
asociados a las redes sociales.
Sin embargo, a la hora de
examinar las publicaciones que son canceladas en base a estos criterios,
víctimas y usuarios muestran su incomprensión ante la "doble
vara woke": son las grandes redes las que están fomentando
aquello contra lo que dicen luchar. El de Mosley o el de Cole
son solo dos ejemplos.
CICATRICES
EN YOUTUBE: APTAS SOLO PARA TRANS
"YouTube promueve
vídeos de hormonas de sexo cruzado o mastectomías dobles con
cientos de miles de visitas y ninguna restricción. Y mientras, impone
advertencias, limita la visualización o elimina vídeos como el de Prisha que
advierten sobre las consecuencias y daños reales de la transición social y
médica y arrojan luz sobre las prácticas médicas engañosas que se realizan en
niños", denunció el pasado mes de
julio Victoria Coley,
alto cargo del Independient Womens Forum.
Según Coley, casos como el de
Cole o Prisha no son sino el "ejemplo de
la intolerancia de la cancelación" woke y LGBT.
Y mientras, YouTube confirma los
motivos para desconfíar de sus políticas: ver a madres con sus
hijas de seis años "transicionando" es perfectamente posible.
También a doctores protransición,
como la cirujana Sidhbh Gallagher, que expone sin cortapisa a sus miles de
suscriptores un sinfín de operaciones de género posible con todo lujo de
detalles (como se ve en el siguiente vídeo, este sí, abierto a todos).
En su caso, las cicatrices de las
cirugías de género explicitas que perseguirán de por vida a adultos y
menores no son, a juicio de
YouTube, una violación de su política.
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