Y es que el rencor mata, corroe, esclaviza, asfixia. No hay nada mejor en el mundo que perdonar.
Por: Juan Rafael Pacheco | Fuente: Catholic.net
Es que el rencor mata, corroe, esclaviza, asfixia.
No hay
nada mejor en el mundo que perdonar. Lo repito, nada hay mejor que perdonar. Y
si no, hagan la prueba. No se lleven que yo lo dije, no. Hagan la prueba.
¡Haz
la prueba! Decídete y perdona al que te
ofendió o te causó algún daño. Si crees que el otro piensa que fuiste tú quien
tuvo la culpa, pues igual, simple y llanamente pídele perdón, y asunto
arreglado. Total, lo importante es lograr la paz, la convivencia, el poder
saludar y sonreír y conversar con quien hasta hace poco le volteabas la cara, o
le gruñías, o le deseabas el mal, o lo ignorabas, y arriba de eso afirmabas que
no, que tú no habías dejado de quererlo, pero que no querías tener nada que ver
con esa persona.
El problema es ese. Que lo que dice el Señor es muy distinto. "Amarás a tu prójimo como a ti mismo". Difícilmente
tu propia persona te sea indiferente.
A los que tengan algún tipo de rencilla, les ruego encarecidamente dediquen unos minutos y presten atención a lo que les voy a contar. Léanlo también los que como yo estamos en paz con el mundo, para la gloria de Dios, que les será útil para llevar este mensaje a los peleones.
Jesús relata la historia de aquel rey que perdona una gran deuda a uno de sus
servidores, y al salir del palacio, éste se encuentra a un compañero que le
debía unos centavos, y lo hace meter preso hasta que le pague. Al enterarse el
rey, le recriminó su injusticia enviándolo a la cárcel. Concluye Jesús diciendo
que “lo mismo hará mi Padre celestial con ustedes,
si no perdonan de corazón a sus hermanos”.
Entonces, te pregunto: De todas esas barbaridades que has cometido en tu vida, ¿recuerdas tan sólo una que Dios no te haya perdonado? ¿No? Y entonces, ¿quién eres tú para negarle tu perdón a alguien que mucho o poco te haya molestado, ofendido, irritado, perjudicado o llámese como sea lo que te haya hecho esa otra persona, y mucho peor si es un hermano?
No, mi querido amigo, no vale la pena vivir así. No hay tranquilidad. A mi me
pasaba igual. Recuerdo una situación por la que viví, y a sabiendas de que a
esa persona me la encontraba los domingos en misa, tenía la respuesta lista por
si acaso se atrevía a saludarme: “¡Vade retro
Satanás! ¡Retírate Satanás!” ¡Y eso se lo pensaba decir en plena iglesia!
Hoy, sin embargo, vivo tranquilo. A esa persona--¡y a tantas otras!--no tan sólo la perdoné, sino que le pedí perdón, porque estando ya en los caminos del Señor, me cuestioné seriamente si no habría sido yo quien la había ofendido. ¡Qué bien se siente uno! Quise visitarla, y darle un abrazo, pero no quiso. Que pena. Siempre está presente en mis oraciones.
El perdón no borra lo sucedido. Lo hecho, hecho queda, y a menos que caigamos
en Alzheimer, difícil es olvidar nuestra historia de vida. Pero qué distinto es
recordar esos incidentes en paz. Ahí radica la gran diferencia. Perdonar no es
olvidar, es recordar en paz.
Bendiciones y paz.
Juan Rafael Pacheco
No hay comentarios:
Publicar un comentario