Tenía nueve años, vivía curtido en dichos y pensamientos de los viejos, quienes aducían que si hasta los 40 años no hacías fortuna ¡ya estabas condenado a morir pobre!
Era tal
la preocupación de mi parte que empecé a trabajar muy joven, para que esto no
me pasara. Mi primera empresa fue lustrar zapatos a los bolicheros (hombres del
momento) dado el boom de la pesca en los años de 1960, pero vino el verano y
con ello la veda de anchoveta. Tuve que girar y vender “marcianos”
(chupetes de hielo), pero la competencia era fuerte y se vendía poco,
había muchos vendedores y tenía que caminar mucho. Fue así que caminando por la
playa "Paraíso” divisé a lo lejos un
grupo de gente rodeando una embarcación varada por el mar. Al acercarme
comprobé que eran trabajadores que trataban de poner la bolichera sobre ruedas
y poder llevarla al astillero a reparar.
La oruga
que jalaba la embarcación tenía el logotipo: "Kurt
Lenke, Salvataje" empresa maniobrista de rescates, famosa por
aquella época.
Todos se
acercaron a mí tratando coger mis helados, dado su sediento estado, pero todos
querían fiado hasta el sábado, día que cobraban, a lo cual me negué, pero se
veían tan mal y sedientos que dejé toda la caja a crédito; y con mucho miedo
que no me pagaran.
En plena
negociación se apareció un lujoso auto "Pontiac
GTO" descapotable, de donde bajó un hombre alto de cabello negro
ensortijado y con palidez mortecina, al cual todos llamaban "Don Lucho". Luego de conversar con '"Kurt Lenke" se dirigió a la gente y
les comunicó que el sábado estaría con el remolque que llevaría la embarcación
al puerto del Callao.
Luego me
miró fijamente y me dijo: ¡Oye zambito! ¿qué
vendes? ¡Helados señor, respondí!, él replicó: ¿quieres
ganar plata? -A lo que respondí con un movimiento de cabeza y continuó: "Entonces quiero que esta gente no tenga sed toda la
semana y tú los vas a mantener así".
¿Aceptas el reto? -Yo que moría por ser rico ¡acepté! Cuando vi que cogiendo su billetera, sacó
un billete de 10 libras (cien soles de la época) y acordaba: el sábado
arreglamos, ¡no falles, ok! -¡Y acepté! ¡Él era don “Luis Banchero Rossi"!
Entusiasmado cogí las 10 libras, corrí al mercado y compré un balde de
porcelana.
Media
bolsa de limón azúcar, hielo en bloque, etc. y como gran empresario contraté un
chacal (ayudante que me ayudaría a llevar el agua). Trabajamos toda la semana,
logrando calmar la sed de los trabajadores y llegó el día sábado con la
bolichera a un lado de la carretera, lista para ser remolcada a un astillero
del Callao. Don Lucho se demoraba, iban a dar las 5 y no aparecía, todos se
inquietaban, pues él traía el pago. Fue entonces que bordeando las 06:00 pm, se
apareció don Lucho, en su Pontiac GTO descapotable con una bella mujer a su
diestra. Bajó y abriendo la maletera retiró un sucio saco de harina Blanca Flor
de Santa Rosa (perdón por el cherry) lleno de billetes y dijo: ¡Kurt… ahí está tu pago y el de la gente! Yo
nunca había visto tanto dinero junto. Tras él llegó el remolque que enganchó la
bolichera y lentamente comenzó su camino.
Sentí que
me ignoraba, pues subió a su auto sin contemplarme a mí que lo miraba con mis
baldes de limonada en mis manos… Luego de sonreír malévolamente, me miró y
dijo: ¿y tú, zambito, qué quieres? ¿pago? Luego
sacó su billetera y cogió un billete de cincuenta libras (500 soles) a la vez
que decía: ¡Te lo has ganado! ahora falta la de Kurt y llamando a “Kurt
Lenke" le dijo: ¡Kurt, la tuya para el aguatero! -Este respondió con su
dejo polaco y me dio 15 libras (150 soles). ¡Jamás
había tenido tanta plata en mis manos, era un sueño! Don Lucho, se
retiró en su vehículo, no sin antes tocar mi cabeza a modo de despedida y se
alejó con el rojo atardecer caletero.
Ese día
fue especial, con la emoción dejé los baldes y corrí al mercado entre la calle
La Merced y Adán Acevedo, y compré un inmenso lenguado que llevé a casa sin
envolver para que vean en el barrio que hoy comeríamos pescado fino los que
siempre comíamos “machete”… Y esa noche se
comió pescado fino en nuestra pobre mesa ¡hasta saciarnos!
Cinco años después, ya trabajando en Lima, un primero de enero los periódicos parametrados informaban del asesinato de Luis Banchero Rossi, por su jardinero con sólo un cuchillo de cocina. Él era maestro armero, cinturón negro, medía casi dos metros, especialista en lucha greco romana y lo mató un adefesio de 1.55 de estatura, ¿raro no?... ¡militares hdp! Se tejieron muchas hipótesis, pero esa es otra historia.
Por: Darío Pimentel Delgado (2018).
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