Esta web describe los hechos acaecidos en San Sebastián de Garabandal (Cantabria, España) a partir del año 1961, sin pretender suplantar el juicio definitivo sobre lo que sucedió y que compete solo a la autoridad de la Iglesia católica. A ese juicio nos sometemos.
Queridos
amigos:
Hay una parábola que nos viene muy
bien meditar durante el tiempo de adviento es la de las 10 vírgenes, 5
prudentes y 5 necias. ¿Por qué nos viene bien? Porque habla de una venida, la
venida de Cristo, del Esposo y esta venida la recordamos sobre todo en el
tiempo de Adviento.
Siempre
a la espera
La Iglesia siempre está a la espera del retorno del
Esposo. Durante la plegaría eucarística el sacerdote anuncia “El misterio de la Fe” como una invitación a una aclamación del
pueblo que responde una de estas tres: 1.
Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección. ¡Ven, Señor Jesús! 2. Cada
vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz, anunciamos tu muerte,
Señor, hasta que vuelvas. 3. Salvador del mundo, sálvanos, tú que nos has
liberado por tu cruz y resurrección. Las
primeras dos hacen una clara referencia a la fe en que Jesús volverá. Forma
parte de nuestro Credo “ha de venir a
juzgar a vivos y muertos”. El Catecismo de la Iglesia Católica nos
habla de este advenimiento de Cristo antes del cual la Iglesia deberá pasar por
una prueba final. Habrá persecución y será necesario que pase por la muerte y
por la resurrección. La vida de cada creyente también sigue este mismo
camino. Tendremos también nuestro
momento de prueba, de cruz y si hemos sido fieles también de Resurrección a la
vida. Pero, cuando el Señor viene, cuando nos sale al encuentro, ¿nos
encontrará despiertos y en vela o dormidos y olvidados de Él? En la parábola de
las diez vírgenes es el Esposo que vuelve y dicen “salid a recibirlo”.
Llega a media noche. Dice la escritura que no sabemos el día ni la hora, por
eso es una espera expectante en la que uno tiene que estar vigilante. Él mismo
nos mandó “velad y orad” “estad preparados”. ¿Quién lo puede recibir?
Él que está despierto, preparado y que tiene su lámpara encendida.
No
te duermes
En otra parábola el Señor dice que si supiéramos a qué
hora venía el ladrón no permitiríamos que entrara y nos robara (cf. Mt 24,
43-44; Lc 12, 39-40). Hay un ladrón que quiere meterse en tu casa para
arrebatarte el tesoro, este ladrón es el demonio y el tesoro es Cristo en tu
interior, las gracias, el tesoro de la fe. El demonio quiere dejarte sin nada. Por eso Jesús nos avisa
que vigilemos, porque si nos vigilamos el demonio nos roba el tesoro y cuando
Cristo vuelve ¿qué va a encontrar? ¿Estaremos
preparados? ¿O se habrá dormido nuestra fe? El que duerme cuando sabe
que está en peligro pone en peligro su vida y sus bienes. Si realmente
valoramos la vida de Cristo en nosotros, la vida de la gracia, de la fe,
estaremos vigilantes para que no se abre ni un resquicio por donde puede colar
el enemigo para robarnos nuestra dignidad de Hijos de Dios. Este resquicio se
abre por su puesto con el pecado mortal pero también cuando nos dejamos llevar
por el mundo, cuando hacemos contemporizaciones, cuando cometemos pecados
veniales o faltas consentidas, cuando bajamos los brazos en la lucha por la
santidad, cuando decimos “mañana lo haré”
“esto no pasa nada, es algo pequeño”. Estamos en medio de una batalla y en esta
batalla no nos podemos dormir.
Mantén
tu lámpara encendida
En la parábola de las vírgenes se habla del aceite de
la lámpara. ¿Por qué era tan importante? Si
no tengo aceite mi lámpara se apaga y si se apaga la lámpara, cuando llegue el
Esposo ¿cómo me va a reconocer? Sí, cuando viene Cristo tenemos que estar
encendidos con su luz. Las que no tenían aceite estaban a oscuras y
por eso no podían entrar y se quedaban fuera y el esposo dice que no las
conoce. No las conoce por su oscuridad. La luz es necesaria para ver y para reconocerse. El aceite
son las obras de amor que permite que nuestra vida brille y que Cristo brilla
en nosotros. En este adviento podemos examinarnos sobre si nos esforcemos en
tener encendidas nuestras lámparas, es decir si la caridad de Cristo brille en
nosotros, en nuestras obras, palabras, acciones, pensamientos.
¿Si
te llamara hoy?
Es muy fácil reflexionar sobre todo esto y no tomar
en serio el hecho de que hoy mismo me podría llamar, hoy mismo podría venir el
Esposo a reconocerme. ¿Estoy preparado para
ello? Mira a ver si tu
lámpara está vacía, y si lo está no esperes a mañana para llenarla. Si
tienes que cambiar algo hazlo hoy porque el día de hoy es el día que Dios te da
para esperarle. Las vírgenes necias lo eran porque eran descuidadas sabían lo
que tenían que hacer y no lo hicieron. Hemos sido advertidos, pero nos
relajamos, pensamos que Dios todavía tardará en venir, pero no lo sabemos.
Nuestra vida tiene que ser una espera con las lámparas encendidas y preparados
para que si nos llamara hoy podremos decir “¡aquí
estoy!”, se levantará el velo que
nos separa de Él, Él nos iluminará y nos reconocerá.
Que este adviento reflexionemos sobre
todo esto y nos preparemos de todo corazón para recibir a Cristo Señor.
Dios
os bendiga
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