Estos puntos puedan brindar un poco de luz en cuanto a lo que de exorcismos y exorcistas se refiere.
Por:
Ailín Fessler | Fuente: Catholic-link.com
Es muy frecuente hoy en día que al encender la televisión o al mirar
la cartelera de cine,
nos encontremos con que gran cantidad de las historias que se cuentan tienen
como protagonista al demonio.
Las opiniones al respecto son diversas: hay quienes creen que todo aquello no
es más que fruto del pensamientos del siglo pasado que la industria de Hollywood aprovecha para llenar sus salas;
también están aquellos que tienen una postura de indiferencia, por lo que si el
demonio existe o no es algo que no les quita el sueño; también hay quienes se
obsesionan con el diablo y lo ven hasta en la sopa; y finalmente, están
aquellos que sí creen en su existencia. Dentro de todos estos grupos de
personas, nosotros nos encontramos en el último, es decir, creemos que el demonio existe y su accionar en este mundo
es constante.
«Revestíos con toda la armadura de Dios para que
podáis estar firmes contra las insidias del diablo. Porque nuestra lucha no es
contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los
poderes de este mundo de tinieblas, contra las huestes espirituales de maldad
en las regiones celestiales» (Ef 6, 11-12).
Creer en Dios pero no creer en el diablo es no creerle a Dios, ya que
Él mismo nos advierte de su existencia en reiteradas oportunidades, en las
Sagradas Escrituras. Sin embargo, su accionar no siempre es tan evidente, ya
que el diablo puede disfrazarse de ángel de luz, presentándonos algo malo como
si fuera bueno. Por algo se le llama «el padre de la mentira». Pero cuando ocurren posesiones, los exorcistas a través de un rito
determinado, contando con las debidas licencias para ejercerlo y actuando bajo
la autoridad de Jesucristo, expulsan a los espíritus
impuros de una persona.
Cuando me puse a investigar acerca de este tema, no pensé que podía
llegar a ser tan complejo y extenso. Por ello, no intento que este post sea un
tratado de demonología, que de hecho existen varios y muy buenos, sino que pretendo
que los siguientes puntos puedan brindar un poco de luz
en cuanto a lo que de exorcismos y exorcistas se refiere.
1.
LOS EXORCISTAS NO SON SUPER HÉROES, NI TIENEN SUPER PODERES
El exorcista no tiene ningún poder sobre el
demonio, el poder lo tiene Dios. Mediante el rito que realiza
el sacerdote, con el poder de Cristo, se expulsa al demonio. Los sacerdotes no
hacen más que seguir el mandato dado por Jesús a sus discípulos: «Entonces llamando a sus doce discípulos, les dio
autoridad sobre los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y para
sanar toda enfermedad y toda dolencia» (Mt 10, 1).
2.
NO TODOS LOS SACERDOTES ESTÁN AUTORIZADOS A REALIZAR EXORCISMOS
En los exorcismos simples o menores, también
llamados oraciones de liberación, se invoca
al Espíritu Santo, pidiendo la liberación de las personas de la influencia de
Satanás, como se hace en el bautismo, por ejemplo, donde el rito contempla una
oración de exorcismo. Este tipo de exorcismos puede
realizarlo cualquier
sacerdote. Sin
embargo, en el caso de los exorcismos
solemnes o mayores, el Código de Derecho Canónico establece que éstos
solo pueden «ser realizados por un obispo o sacerdote “piadoso,
docto, prudente y con integridad de vida”, que cuente con una licencia
particular y expresa de un obispo», quien puede otorgar al sacerdote
un permiso para cada caso, o hacerlo, formalmente, con la venia de la Santa
Sede. Aquellos que reciban este ministerio, además, deben tomar cursos de
formación que se imparten en instituciones de la Santa Sede.
Los laicos no pueden realizar exorcismos, pero pueden acompañar a los
sacerdotes durante los mismos, si éstos lo consideran oportuno, y también
pueden prepararse para el ministerio de la liberación, bajo la dirección de un
sacerdote.
3.
EL EXORCISMO ES UN SACRAMENTAL, NO UN SACRAMENTO
Según el Catecismo de la Iglesia Católica los sacramentales
son los «signos sagrados instituidos por la Iglesia, cuyo fin es preparar a los
hombres para recibir el fruto de los sacramentos y santificar las diversas
circunstancias de la vida» (número 1677), dentro de los cuales se
encuentran los exorcismos, junto con las bendiciones y las consagraciones como
los más importantes.
4.
NO TODOS LOS CASOS QUE PARECEN POSESIONES LO SON
Los exorcistas, mediante un examen cuidadoso y de extrema prudencia,
deben distinguir entre la verdadera posesión diabólica y los males
psiquiátricos, cuyo cuidado pertenece a la ciencia médica, aunque pueden darse
ambos a la vez. Por tanto, según el Catecismo (número 1673): «es importante, asegurarse, antes de celebrar el
exorcismo, de que se trata de la presencia del Maligno y no de una enfermedad»
5.
LOS EXORCISMOS REALES TIENEN POCO O NADA QUE VER CON LOS QUE NOS MUESTRAN LAS
PELÍCULAS DE HOLLYWOOD
Diversos exorcistas popularmente reconocidos aseguran que la mayoría de
las personas creen que en un rito de exorcismo el demonio saldrá volando por
una ventana o que todo poseso actúa como puede verse en la película “El exorcista.” El demonio, al ser un ser
superior, tiene la capacidad de hacer todo aquello que podamos imaginar, pero,
generalmente, los posesos no actúan como estamos acostumbrados a ver en el cine. Incluso existen
casos que pueden durar años, hasta que una persona quede totalmente librada del
demonio.
6.
AUNQUE LA PERSONA SE ENCUENTRE POSEÍDA, PUEDE ESTAR EN GRACIA DE DIOS
La razón y la voluntad de las personas posesas
actúan independientemente de lo que ocurre con ellas en los procesos de
exorcismos. Dependiendo del caso, habrá ocasiones en las que éstas puedan acercarse
a los sacramentos o no, pero en un exorcismo lo que se intenta hacer es
expulsar a Satanás del cuerpo de la persona, y no de su alma que puede
permanecer en gracia.
7.
DIOS SIEMPRE TIENE LA ÚLTIMA PALABRA
La acción del maligno en este mundo, por más
espanto que pueda causarnos, nunca será mayor que la acción de Dios en nuestras
vidas. Si así no fuera, el demonio no se escandalizaría con tan solo escuchar
pronunciar el nombre de Jesús. Con su sacrificio en la Cruz, Él ha vencido para
siempre al pecado y a la muerte. Creámosle, entonces, cuando nos dice: «En el mundo tendrán tribulaciones, pero ¡ánimo!, yo he
vencido al mundo» (Jn 16, 33).
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