Hablar mal del prójimo es un defecto muy dañino, manifiesta poco respeto por el otro y hace poco confiable a quien tiene este mal hábito.
Por: Padre Enrique Granados | Fuente: Centro de
Estudios Catos
Estoy hablando mal de mi prójimo a sus espaldas ¿Qué tan
malo puede ser? ¿Causo daño con esto?
PREGUNTA: Padre, salgo
mucho con mis amigas y con mucha frecuencia caemos en hablar mal del prójimo ¿Es eso un pecado? ¿Qué me recomienda para ello, cómo
puedo mejorar esto?
RESPUESTA
Hablar mal del prójimo es un defecto muy dañino, porque manifiesta poco respeto
por el otro y hace poco confiable a quien tiene este mal hábito; el que se
acostumbra hablar mal del otro, también podrá hablar mal de ti en algún
momento, porque quizás ya es un hábito adquirido y en muchos casos, como
mencionas, no es fácil de erradicar.
Como ves, es un defecto que no sólo debes de cambiar porque es pecado sino
porque daña las relaciones humanas, y tampoco ayuda a forjar amistades
sinceras.
Ahora veamos que nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica sobre esto.
Dentro de los pecados que atentan contra el octavo mandamiento encontramos los
juicios temerarios, la calumnia y la maledicencia. A veces con ligereza se
utiliza el don de la palabra, y se hace mucho daño con ella. Así lo explica el
Catecismo:
• Juicio
temerario: consiste en admitir, incluso tácitamente, como verdadero, sin
tener para ello fundamento suficiente, un defecto moral en el prójimo.
• Maledicencia: Consiste en
manifestar los defectos y las faltas de otros a personas que los ignoran, sin
una razón objetivamente válida.
• La calumnia: consiste en dañar
la reputación del prójimo afirmando cosas falsas o dando ocasión a juicios
falsos respecto del mismo, mediante palabras contrarias a la verdad.
Creo que no son pocas las veces en que con ligereza se atribuyen males morales
a otros sin tener la seguridad de si es así.
Quizás basándose en suposiciones, impresiones subjetivas, o comentarios
escuchados, se lanzan afirmaciones que dejan entrever una duda sobre la buena
honra del otro. Incluso algunas veces tácitamente, con un gesto se puede dejar
abierta la puerta a que se ponga en duda la buena fama y reputación de una
persona. ¡Cuánto daño se puede hacer con esto! Y
ni que decir de la calumnia donde se levanta un juicio falso con el único
objetivo de hacerle daño a alguien.
Es muy doloroso ver como al levantar falsos testimonios se daña la honra de las
personas, cosa que después es muy difícil limpiar. Mi papá, para corregirnos
frente a este defecto, cuando éramos chicos, siempre nos contaba la conocida
historia de una persona que va donde el sacerdote a decirle que ha hablado mal
de otro en una reunión y el padre le dice: "Haga lo siguiente: tráigame una gallina pero
quiero que durante el camino la vaya desplumando. La persona hizo caso y cuando
llegó donde el sacerdote, este le dijo: Ahora vaya, por favor y recoja todas
las plumas. La persona le respondió: Padre esto es imposible. Bueno, lo mismo
sucede cuando usted habla mal de alguien, algunas cosas podrá recoger, pero
muchas otras no."
Por lo tanto pongamos siempre atención a nuestras palabras. Para avanzar en este dominio de la palabra, podrías preguntarte,
antes de hablar:
• ¿Esto que voy a contar de tal persona, sería
capaz de decirlo enfrente de ella?
• ¿cuál es el objetivo de lo que voy a decir?
• ¿Ayudará en algo o beneficiará a mi prójimo?
• Si soy yo el que comete el error ¿me gustaría estar en boca de todo el mundo?
Porque si mi objetivo es ayudar a que la persona cambie, pues es a esa persona
es a quien tengo que buscar, para hacer una corrección fraterna, con amor y sin
hacer juicios. Creo que siempre es bueno seguir aquello que Jesús enseñó: "Trata a los demás como te gustaría que te traten a ti."
También te recomiendo pedirle a Dios ayuda para
crecer en el dominio de la palabra. Y por
último no juzgar, no estar mirando la paja en el ojo ajeno; termino
recomendándote que leas el capítulo 3 de
la carta del apóstol Santiago. Aquí una breve cita: "Animales salvajes y pájaros,
reptiles y peces de toda clase, han sido y son dominados por el hombre. Por el
contrario, nadie puede dominar la lengua, que es un flagelo siempre activo y
lleno de veneno mortal. Con ella bendecimos al Señor, nuestro Padre, y con ella
maldecimos a los hombres, hechos a imagen de Dios. De la misma boca salen la
bendición y la maldición. Pero no debe ser así, hermanos." (Stgo 3,5-10)
No hay comentarios:
Publicar un comentario