“Si se invoca a la Madre de Dios y se la toma como Patrona en las cosas importantes, no puede ocurrir sino que todo vaya bien y redunde en gloria del buen Jesús, su Hijo” (San Vicente de Paúl)
Hoy, 26 de septiembre, la Iglesia católica celebra al Patrono de las
obras de caridad y fundador de la Congregación de la Misión (vicentinos) y de
las Hijas de la Caridad (vicentinas): San Vicente de Paúl, sin duda una de las
figuras más representativas del catolicismo francés del siglo XVII.
Vicente de Paúl de Moras nació en Francia en 1581, en el seno de una
familia de campesinos. Dos localidades se disputan aún hoy el lugar de su
nacimiento: la aldea de Pouy, que, desde el siglo
XIX, se llama Saint-Vincent-de-Paul en su honor; y Tamarite de Litera, donde
nacieron sus padres.
De adolescente fue enviado al colegio de los franciscanos en la próspera
ciudad de Dax, donde se entregó de lleno a los estudios. Allí también, años
después, recibiría la tonsura y las órdenes menores, para luego ingresar a la
universidad de Toulouse, donde estudiaría teología. Su padre, antes de
fallecer, destinó que sus bienes sirvieran para pagar el resto de su educación,
aunque al final el joven Vicente tomó la decisión de renunciar a la herencia y
vérselas por sí mismo, de manera que empezó a trabajar como profesor en un
colegio.
Fue ordenado sacerdote en 1600 con tan solo diecinueve años, e
inmediatamente el obispo, dada la madurez del novel sacerdote, quiso encargarle
una parroquia que, sin embargo, no llegaría a asumir por su corta edad -el
código de derecho canónico le impedía asumir tal responsabilidad-.
El P. Vicente de Paúl renunció a cualquier posible cargo y prefirió
continuar sus estudios. Para lograrlo, sabía que necesitaba dinero y que estaba
completamente desprovisto de fortuna. Fue entonces que recibió una sorprendente
noticia: una dama muy anciana de Toulouse le había
dejado una herencia. Para cobrarla, Vicente debía ir rumbo a Marsella.
Lamentablemente, cuando se embarcó de regreso, el barco en el que viajaba fue
atacado por un grupo de piratas turcos y Vicente fue hecho prisionero.
Varios de sus biógrafos dan cuenta de que fue vendido como esclavo y que
estuvo al servicio primero de un pescador, luego de un médico y finalmente de
un cristiano apóstata, exfraile franciscano. A este último, Vicente logró
devolverlo a la fe cristiana -aquel hombre había adoptado el Islam- y con su
ayuda pudo regresar a París.
Después de retomar el ejercicio sacerdotal, Vicente fue nombrado
párroco, pero tuvo que pasar por abundantes penurias económicas.
Providencialmente, a través de un amigo suyo, consiguió un empleo como
preceptor de los hijos de una ilustre familia lugareña. Es en estas
circunstancias de necesidad como Vicente empieza a decantar con más profundidad
el Evangelio y las exigencias propias de la vida cristiana. El P. Vicente se
propuso pagar con amor todo el amor que había recibido, y quiso hacerlo de
manera especial con los más necesitados.
El P. Vicente empezó a estar más disponible para atender moribundos, a
los abandonados y enfermos. Empezó a frecuentar lugares remotos con el
propósito de atender a quien lo requería. Sabía muy bien que Dios en su ternura
no podía olvidarse del más necesitado.
Su experiencia de vida al servicio del Señor le infundió en el corazón
el deseo de organizar una congregación que se ocupase de administrar
principalmente obras de caridad. Así, Vicente fundó la Congregación de la
Misión. Ser misionero para él era algo que solo podía sostenerse en la oración
dedicada y constante. Su tiempo como preceptor y la buena formación teológica
que recibió lo inspiraron para que los miembros de la nueva congregación se
dediquen también a la formación del clero. Después, junto a Santa Luisa de
Marillac, fundaría la Compañía de las Hijas de la Caridad. Para San Vicente,
además de la oración, era importantísimo el cultivo de la humildad. Esta
debería ser la primera virtud y cualidad de los sacerdotes misioneros.
San Vicente conoció a San Francisco de Sales, obispo, quien le encargó
la capellanía de las visitandinas (Orden de la Visitación) de París, y la
dirección espiritual de Santa Juana de Chantal. Asimismo, se desempeñó como
consejero de autoridades y gobernantes.
Vicente fue un verdadero amigo de los desposeídos y un celoso apóstol de
su tiempo. Partió a la Casa del Padre el 27 de septiembre de 1660.
Redacción ACI Prensa
No hay comentarios:
Publicar un comentario