Fray Santiago Cantera desvela la naturaleza y prodigios de ángeles... y demonios
"Nos guardan en todos los
caminos, no pueden ser vencidos por ninguna fuerza hostil, no pueden
extraviarse ni extraviarnos, son fieles, prudentes, invencibles": es
la carta de presentación que hace San Bernardo de nuestros ángeles custodios.
SIETE
SERVICIOS QUE NOS PRESTAN
Lo recuerda Santiago
Cantera, OSB, prior de la abadía del Valle de los Caídos, en su
libro, Ángeles y demonios. Criaturas
espirituales (Edibesa),
donde además detalla todos los servicios que nos presta nuestro ángel de la
guarda, según se desprende de las obras de los Padres de la Iglesia:
Fray Santiago Cantera,
prior del Valle de los Caídos.
-nos libran y nos
defienden de males y peligros del cuerpo y del alma;
-contienen a los demonios para que no nos hagan todo el daño que quisieran;
-excitan en nuestras almas pensamientos santos y consejos buenos;
-ofrecen a Dios nuestras oraciones e imploran su auxilio sobre nosotros;
-iluminan nuestro entendimiento para que comprendamos más fácilmente la verdad;
-nos asisten a la hora de la muerte;
-nos consuelan en el purgatorio y nos acompañan al cielo.
EL
PREMIO DE QUIENES TIENEN FE
En algunos casos, incluso se
dejan ver de forma habitual por sus protegidos.
Santa Francisca Romana (13841440)
tuvo ese privilegio desde niña. Su ángel la acompañaba siempre, pero desaparecía de su vista cuando cometía una falta, no regresando hasta que
se arrepentía de verdad. La pequeña le contó esa presencia a su
padre, quien, como no la creía, quiso probarla pidiéndole que los presentara.
Cuando ella tomó la mano del ángel y la unió a la de su padre, éste le vio
también. Santa Francisca Romana, oblata benedictina, refiere que su custodio
irradiaba tanta luz que podía rezar de noche los matines. Y apunta
una descripción peculiar, pero muy acorde a la misión específica de los
ángeles: sus ojos siempre estaban "tornados
hacia el cielo".
Santa Francesca Romana, siempre es representada con
el ángel que la acompañaba y guiaba, y a quien podía ver.
Este privilegio de ver al ángel
de la guarda parece haber sido reservado a almas de extraordinaria inocencia.
Gozó de él San Estanislao de Kostka (15501568), quien a medias por respeto, a medias como broma
cómplice, insistía en cederle el paso al entrar en su
habitación, lo que el ángel
alguna vez rehusó.
También Santa Gema Galgani (18781903),
pasionista, podía ver y hablar con su guardián. "Jesús
no me deja estar sola un instante, sino que hace que esté siempre en mi
compañía el ángel de la guarda... El ángel, desde el día en que me levanté,
comenzó a hacer conmigo las veces de maestro y guía; me reprendía siempre que hacía
alguna cosa mal y
me enseñaba a hablar poco", cuenta en su Diario. El
custodio insistía mucho en que obedeciese a su director espiritual, a cuyo
ángel de la guarda también podía ver Santa Gema.
Y hasta recurría a él para entregarle algunas cartas
al confesor, el padre Germán de San Estanislao, quien se proclama testigo de ello.
ORACIONES
AL ÁNGEL: CONSEJO DE SANTO
En cuanto a San Luis Gonzaga (15681591),
tenía tanta devoción a su ángel de la guarda que, con la intención de tenerle
siempre presente, caminaba separado de la pared
"para dejarle sitio",
según explicaba.
El padre Cantera, que dedica un
capítulo muy completo a explicar los nueve coros angélicos (serafines, querubines y
tronos; virtudes, dominaciones y potestades; principados, arcángeles y
ángeles), incluye en su libro dos recomendaciones de San Luis Gonzaga para la oración a los ángeles custodios.
Primera, situarse en meditación ante los coros angélicos y unirse a la alabanza
que tributan a Dios repitiendo nueve veces este himno: "Santo Dios, Santo Fuerte, Santo Inmortal, ruega por nosotros".
Segunda, encomendarnos a lo largo del día tres veces al ángel
de la guarda: "A la mañana, con la oración Angele Dei; a
la noche con la misma; y entre el día, cuando vas a visitar los
altares".
La oración Angele Dei se remonta al menos al siglo XII y
dice: "Ángel de Dios, que eres mi
custodio, ya que la soberana piedad me ha encomendado a ti, alúmbrame,
guárdame, rígeme y gobiérname".
ECHANDO
UNA MANO
En el caso de otros santos, las
intervenciones de los ángeles custodios han sido muy prácticas.
Al patrono de Madrid, San Isidro Labrador (10801130), le araban la
tierra para que él pudiese rezar. De
rodillas le sorprendió su jefe, Juan de Vargas, contemplando también a los espíritus
colaboradores, cuando acudió a vigilarle, intrigado por las habladurías que
llamaban holgazán a alguien cuyo trabajo veía siempre diligentemente cumplido.
Con San Pedro de Alcántara (14991562) hicieron de linternas, congregándose
en torno a él una noche en la que el fraile franciscano tenía pendientes de
rezar los maitines y ya la noche le impedía leer. Le
dieron luz. Oraron juntos, alternando la salmodia.
Y a San Antonio María Claret (18071870), confesor
de la reina Isabel II, los custodios le libraron de
todo tipo de peligros cuando era misionero: "Me
guiaron por caminos desconocidos, me libraron de ladrones y asesinos y me
llevaban a puerto seguro sin saber cómo", refiere él
mismo en su Autobiografía. Uno en particular le ayudó en cierta ocasión en
Marsella cuando se dirigía a Roma.
UN
ÁNGEL CÉLEBRE EN LA ICONOGRAFÍA TERESIANA
Por último, y aunque no hay
certeza de que se tratase de su custodio, fue un ángel quien traspasó con una
lanza mística el corazón de Santa Teresa de Jesús (15151582) en su célebre transverberación.
En el Libro de la Vida consta
cómo lo vio "en forma corporal, lo que no
suelo ver sino por maravilla". Luego no fue única la ocasión. Lo
describe como "pequeño, hermoso mucho, el
rostro encendido que parecía de los ángeles muy subidos que parecen todos se
abrasan": "Deben ser los que se llaman
querubines", añade, "que los
nombres no me los dicen".
EL
DEMONIO, EN LAS IDEOLOGÍAS
Todo cuanto se sabe sobre las
criaturas angélicas (ángeles y demonios) se encuentra en Ángeles y demonios. Criaturas espirituales.
Respecto a los que se rebelaron
contra Dios y fueron condenados al infierno, el padre Cantera detalla con la
precisión del teólogo hasta dónde llega su poder y hasta dónde no, y recuerda
la eficacia protectora de la medalla de San Benito.
La medalla de San
Benito de Montecasino. El
anverso lleva la leyenda: Eius in obito nostro praesentia muniamur [Su presencia nos
proteja en nuestra muerte]. El reverso lleva, en el brazo vertical, las
iniciales de Crux Sacra Sit Mihi Lux [La Santa Cruz sea mi
luz]; en el horizontal, las de Non Draco sit mihi Dux [El
Dragón no sea mi guía]; en la corona, Sunt mala quae libas, ipse
venena bibas [Los brebajes que ofreces son males, bébete tú mismo esos
venenos]; y luego Vade retro, Satana, nunquam suadeas mihi
vana [Apártate de mí, Satanás, no me aconsejes nunca tus vanidades].
Y con la precisión del
historiador que es, destaca el "trasfondo
diabólico" de varias ideologías
contemporáneas "nacidas al calor de la Modernidad" y con un
"odio a Cristo" que delata su origen. La última de esas ideologías, la de género, que
define como "un proyecto de subversión e
inversión del orden natural que Dios ha dispuesto como bueno para el
hombre".
Como ayuda en el combate
espiritual, Ángeles y demonios se cierra con un completo elenco de
oraciones a los ángeles, en particular unas Letanías
de los Santos Ángeles Custodios,
en cada una de cuyas peticiones nos encontramos una de sus misiones de protección
para nosotros. Una forma muy útil de recordarlas y pedirlas a la vez.
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