Esta fiesta tiene un doble objetivo: La feliz partida de María de esta vida y la asunción de su cuerpo al cielo.
La
importancia de la Asunción para nosotros, hombres y mujeres del Tercer Milenio
de la Era Cristiana, radica en la relación que hay entre la Resurrección de
Cristo y la nuestra. La presencia de María, mujer de nuestra raza, ser humano
como nosotros, quien se halla en cuerpo y alma ya glorificada en el Cielo, es
eso: una anticipación de nuestra propia
resurrección.
Nos dice
el beato Juan Pablo II quien aclara este punto: "Cualquiera
que haya sido el hecho orgánico y biológico que, desde el punto de vista
físico, le haya producido la muerte, puede decirse que el tránsito de esta vida
a la otra fue para María una maduración de la gracia en la gloria, de modo que
nunca mejor que en este caso la muerte pudo concebirse como una dormición."
Algunos
Padres de la Iglesia describen a Jesús mismo que va a recibir a su Madre en el
momento de la dormición, para introducirla en la gloria celeste. Así, presentan
el tránsito de María como un acontecimiento de amor que la llevó a reunirse con
su Hijo Divino, para compartir con Él la vida inmortal.
Así, la
fiesta de la Dormición (o tránsito) y Ascensión de María celebra la exaltación
ofrecida a todo ser humano por la gracia divina, a condición de que viva
realmente una vida de humildad y alabanza, de obediencia y amor dedicados al
Señor, y que esta exaltación al sumo grado ya ha sido realizada en la Virgen
María. La fiesta del tránsito es el signo, la garantía, y la celebración de que
la suerte que tuvo María, espera también a todos aquellos cuyas almas
magnifican al Señor, cuyos espíritus se regocijan en Dios el Salvador, y cuyas
vidas son totalmente dedicadas a escuchar y a guardar la Palabra de Dios.
La que
fue Madre de Dios e Inmaculada desde su Concepción, con convenía, no podía,
sufrir la corrupción del sepulcro.
Desde su
exaltado sitial queda entronizada como Reina de todos los Santos, con la
correspondiente «omnipotencia suplicante». Subió
hasta la diestra de su Hijo para preceder en la gloria a sus hijos adoptivos,
que son casi legión, que son casi infinitos. Por todos se interesa, como madre
e intercesora, la «llena de gracia», la «más bendita de todas las mujeres».
Y el papa
Pío XII, respondiendo también al unánime voto de toda la cristiandad, define
Dogma de fe cristiana esa Asunción de María a los cielos en su cuerpo y alma,
para gloria de tan excelsa Señora y esperanza de sus hijos militantes en la
tierra.
El 1 de
noviembre del Año Santo y Jubilar de 1950 presenció la acogedora plaza de San
Pedro el acto más apoteósico que jamás pudo contemplarse en el mundo ante el
medio millón personas de toda raza y país que a la voz del Sumo Pontífice
Romano aclamaron a la Reina Asunta a los cielos e imploraron juntos su maternal
protección sobre este mundo sufriente.
María
Asunta a los cielos es la gloriosa Mujer del Apocalipsis; es la Hija del Rey,
ricamente engalanada; es la triunfadora del Dragón infernal; la nueva Judit; la
niña preferida de Dios, que le rinde por tantas gracias un Magnificat de
gratitud. Y al ascender la Madre, provoca a volar a sus hijos de la tierra, que
le piden resucitar con Cristo y compartir luego con la Madre su gloria en el
empíreo.
Reina y
Madre santísima, segura de tí misma, muéstrate solícita por los tuyos, que
sufrimos continua lucha y continua tempestad. Tu fiesta culminará en ocho días
con la celebración de tu fiesta con el título de Reina. Esto nos pone de
manifiesto tu perfecta y total glorificación junto a tu Hijo, Rey y Señor de
todo el universo.
Señor,
Padre santo, Dios todopoderoso y eterno, Padre Santo, Dios todopoderoso y
eterno, ella, al aceptar tu Palabra, con limpio corazón, mereció concebirla en
su seno virginal, y al dar a luz a su Hijo, preparó el nacimiento de la
Iglesia.
Ella, al
recibir junto a la cruz el testamento de su amor divino, tomó como hijos a todos
los hombres, nacidos a la vida sobrenatural por la muerte de Cristo.
Ella, en
la espera del Espíritu, al unir sus oraciones a las de los discípulos, se
convirtió en el modelo de la Iglesia suplicante.
Desde su
asunción a los cielos, acompaña con amor materno a la Iglesia peregrina, y
protege sus pasos hacia la patria celeste, hasta la venida gloriosa de Nuestro
Señor Jesucristo.
La
Asunción de María Santísima significa muchas cosas:
• Es el día en que se durmió la Virgen y vino Jesús a despertarla.
• Es Dios que se lleva a su Madre a la Gloria con su Cuerpo adorable,
porque no se conforma con tenerla en espíritu.
• Es Jesús, que añora las caricias de Belén, los besos, la mirada de
María.
• Es la solemnidad
más alegre del año, el día en que el Cielo se vistió de fiesta para recibir a
la Reina de los Ángeles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario