De todos los milagros que hacía Jesús, los más llamativos fueron los exorcismos, es decir, la curación de personas que parecían tener un espíritu extraño en su interior. Los Evangelios han conservado seis de esos relatos: el del endemoniado de Cafarnaúm (Mc 1, 23-28), del poseído de Gerasa (Mc 5, 1-20), de la hijita de una mujer sirofenicia (Mc 7, 24-30), de un joven epiléptico "con un espíritu mudo" (Mc 9, 14-27), del endemoniado mudo (Mt 9, 32-34) y del endemoniado ciego y mudo (Mt 12, 22).
Además de estos, hay en los
Evangelios otras narraciones genéricas que muestran a Jesús curando
endemoniados. Por ejemplo: "Al atardecer,
cuando se puso el sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados... y Jesús
sanó a muchos enfermos y expulsó muchos demonios" (Mc 1,32-34); "Y recorría toda Galilea predicando en sus sinagogas
y expulsando los demonios" (Mc 1, 39); "Los
que estaban enfermos se le echaban encima para tocarlo, y los espíritus
inmundos, al verlo, caían a sus pies" (Mc 3, 10-12).
También las parábolas de Jesús
hablan sobre los exorcismos. Así, en cierta ocasión dijo a los escribas y
fariseos: "Cuando el espíritu inmundo sale del
hombre, anda vagando por lugares secos buscando reposo; como no lo halla, dice:
volveré a mi casa de donde salí; y al llegar la encuentra desocupada, barrida y
adornada; entonces va y toma consigo otros siete espíritus peores que él,
entran y se instalan allí; y el final de aquel hombre llega a ser peor que el
principio. Así también sucederá a esta generación malvada" (Mt 12,
43-45).
UNA RESPUESTA AL ZORRO
Vemos, pues, que los Evangelios
guardan un claro recuerdo de los exorcismos de Jesús de tres maneras distintas:
en los relatos, en los sumarios y en las parábolas.
Incluso hasta sus dichos recuerdan los exorcismos, como cuando declaró:
"Nadie puede entrar en la casa del fuerte (es decir, el demonio) y saquear
sus bienes, si no lo ata primero (como hacía Jesús en sus exorcismos); entonces
podrá saquear sus bienes" (Mc 3, 27).
Pero la fama de Jesús como
exorcista no aparece sólo en los Evangelios. También el libro de los Hechos de
los Apóstoles la recuerda. Por ejemplo cuando Pedro, en la catequesis que le
dio al centurión Cornelio y a su familia, les cuenta que Jesús "pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por
el Diablo" (Hch 10, 38), como si este solo dato resumiera toda su
actividad.
Un indicio de su importancia lo
encontramos en el hecho de que Herodes Antipas, gobernador de Galilea, trataba
de matar a Jesús precisamente por los exorcismos que hacía. Por eso cuando se
lo contaron a Jesús, éste dijo: "Vayan y
díganle a ese zorro: Yo expulso demonios y realizo curaciones hoy y mañana; y
al tercer día voy a terminar mi tarea" (Lc 13, 31-33).
La función de exorcista
era tan característica de Jesús, que algunos estudiosos piensan que ella lo
volvió famoso al principio en los pueblos de Galilea.
Author: P. Ariel Alvarez Valdés
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