Parece fácil ser cristiano; no matarás, no mentirás, no robarás y tienes el cielo ganado.
Por: Kristina Hjelkrem | Fuente: http://catholic-link.com
Parece fácil ser cristiano;
no matarás, no mentirás, no robarás y tienes el cielo ganado.
Los 10 mandamientos nos los enseñan desde que
somos pequeños (¿al preparar la primera comunión?),
y desde entonces intentamos cumplir con ellos para ser las buenas personas que
queremos ser. La verdad es que querer ser buena persona es un gran comienzo, y
querer cumplir con los mandamientos aún más.
Recordando el pasaje del joven rico, cuando este
va al encuentro del Señor y le pregunta: «Maestro
bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?”, Jesús le responde “Tú sabes los mandamientos: ‘no mates, no cometas adulterio,
no hurtes, no des falso testimonio, no defraudes, honra a tu padre y a tu
madre”». A primera vista parece que lo estamos haciendo bien.
Traduciendo ese pasaje a nuestra vida, no solo
se trata de atender a los 10 mandamientos –que a veces pueden sonar un poco
arcaicos– («no codiciarás a la mujer de tu
prójimo»), sino que se trata de cumplir con los deberes de tu estado (tu
situación cotidiana actual). Por ejemplo, si soy estudiante de la universidad y
contextualizo dichos mandamientos a mi día a día: voy a misa los domingos,
separo un espacio para mi oración, hablo con mis padres regularmente y nunca
les alzo la voz; intento (al menos intento), no hablar mal de nadie y hago mis
deberes de forma diligente.
Ahora bien, ¿y si
siempre he sido responsable y virtuosa?, ¿si como el joven rico todo esto lo he
cumplido bien? ¿Ahora qué?, ¿ya soy buena? No debemos
olvidar que a la pregunta del joven el Señor también le responde: «¿Por qué Me llamas bueno? Nadie es bueno, sino solo uno,
Dios».
La mayor tentación de un cristiano comprometido
con su fe está en que podemos llegar a creernos buenos. Creer que hemos hecho
suficiente. Entender la vida cristiana como un catálogo de reglas que tenemos
que cumplir para «ser bueno» es un error que
conlleva una profunda tristeza. Quien se gana el cielo y quien vive con esa
alegría en la tierra, no es la persona que concibe la vida como un continuo
poner vistos en una to-do-list. Claro está que cumplir con los mandamientos es
necesario (no me malinterpreten) pero esto no es suficiente para
ser llenar el corazón del hombre.
ENTONCES, ¿CÓMO SE ES SANTO
Y SE GANA EL CIELO?
El joven rico se pregunta lo mismo y le dice al
Señor: «Maestro, todo esto lo he guardado desde mi
juventud” a lo que Jesús responde “Una
cosa te falta: ve y vende cuanto tienes y da a los pobres, y tendrás tesoro en
el cielo; entonces vienes y Me sigues».
¿Cómo
entender estas palabras tan exigentes del Señor en nuestra día a día? Estas 5
preguntas te pueden ayudar:
1. ¿ME HE PUESTO HOY AL SERVICIO DE LOS DEMÁS?
El Señor nos invita a vivir nuestra vida desde
una perspectiva distinta, la de dejar todo a los demás por Él, por amor.
Ese «vende todo lo
que tienes» hoy en día es una forma de vaciar el corazón de prejuicios
contra los demás, de dar demasiada importancia a las apariencias, de
preocuparse excesivamente de uno mismo; y de darle la oportunidad de llenarse
de Cristo.
Un amor que «da a
los pobres» es aquel que se entrega por completo a los demás para vivir
con una apertura radical a los demás. Ya lo decía San Agustín «Ama y haz lo que quieras», ¡y no se equivoca! El
amor es el auténtico fin del hombre y lo único que puede colmar su corazón con
anhelos de eternidad.
2. ¿HE BUSCADO HOY SER INSTRUMENTO DE DIOS PARA QUE LOS DEMÁS LE CONOZCAN?
Como hemos dicho arriba, no se trata solo de ser
buenos. El «nuevo»
mandamiento del amor renueva la
vivencia de las enseñanzas que Dios nos ha dejado (cumplir con los
mandamientos) de manera que engrandece la vida del hombre al no dejarla
circunscrita a la constatación de «buenas obras», a
conformarse con «ser bueno», sino que lo
lleva a ilusionarse con «ser perfectos como vuestro
Padre celestial es perfecto» (Mateo 5:48), perfectos en el amor. Y este
amor, para que sea perfecto, es expansivo, busca siempre transmitirse a los
demás.
3. ¿HE PROCURADO CUIDAR ALGÚN MOMENTO DE ORACIÓN HOY PARA PODER ENCONTRARME CON DIOS?
Sin oración no somos nada. Para subir un poco
más arriba del escalón de «ser buenos», necesitamos
de la gracia. Nadie puede ser santo por sus propios medios.
«Siempre que sentimos en
nuestro corazón deseos de mejorar, de responder más generosamente al Señor, y
buscamos una guía, un norte claro para nuestra existencia, el Espíritu Santo
trae a nuestra memoria las palabras del Evangelio: “conviene orar
perseverantemente y no desfallecer”. La oración es el fundamento de toda labor
sobrenatural; con la oración somos omnipotentes y, si prescindiésemos de este
recurso, no lograríamos nada» (San José María Escrivá).
4. ¿HE SIDO AGRADECIDO HOY CON DIOS POR TODO LO QUE ME HA REGALADO?
Una de las condiciones más importantes para la
santidad es el agradecimiento. Todo lo bueno que tenemos proviene de Dios y es
a Él a quien primero debemos agradecer. Vivir en un constante agradecimiento
nos ayuda a crecer en la humildad y la alegría.
«El saber agradecer a los
hermanos es signo de que se tiene un corazón agradecido para con Dios nuestro
Señor y un corazón agradecido es siempre fuente de gracia» (Papa
Francisco).
5. ¿HE SABIDO HOY APRECIAR LO QUE LOS DEMÁS HAN HECHO POR MÍ?
No solo se trata de ser agradecidos con Dios, es
bueno también serlo con los demás. Ir más
allá de «ser buenos» implica ese ponernos
siempre en disposición, en apertura hacia los otros, y esto no se trata solo de
servirlos, se trata también de buscar valorar al otro por quién es, aprender a
ver en cada persona una oportunidad para vivir el encuentro, la alegría y el
agradecimiento.
El
contenido es cortesía de nuestros aliados y amigos
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