La tradición sobre la actividad de Jesús como exorcista ha llegado hasta nosotros de tres formas: a través de algunos dichos de Jesús o de sus adversarios; de unos pocos relatos; y de los resúmenes de su actividad elaborados por los evangelistas. Esta diversidad de géneros literarios es ya un argumento a favor de su antigüedad.
- La tradición de los dichos es la que mejor ha
conservado el sentido de dichos exorcismos. Hay que resaltar que no se
trata sólo de dichos de Jesús, sino también de sus adversarios. Una buena
parte de estos dichos se encuentran en la llamada controversia de Belcebú,
en la que Jesús se defiende de la acusación de expulsar los demonios con
el poder del Príncipe de los demonios (Mt 9,32-34; 12,22-30; Mc 3,22-27;
Lc 11,14-15. 17-23).
- Los relatos de exorcismos
conservan también una tradición antigua, que con el tiempo se ha ido
recubriendo de elementos legendarios de sabor popular. Estos relatos
poseen un mismo esquema literario, que servía para facilitar a los
misioneros cristianos la memorización de estos relatos, que ellos
utilizaban en la predicación.
- Tenemos, finalmente, los
sumarios de la actividad de Jesús. Estos resúmenes son obra de los
evangelistas, que escribieron bastantes años después de la muerte de
Jesús, pero es significativo que en ellos se mencionen sólo las curaciones
y los exorcismos, que son los milagros que con más probabilidad podemos
atribuir a Jesús
- La antigüedad de estas
tradiciones puede corroborarse mostrando que se encuentran en diversas
fuentes independientes: el Documento Q (Lc 11,19-20. 23. 24-26 par.; Lc
10,18), el evangelio de Marcos (Mc 1,21-28; 5,1-20; 7,24-30; 9,14-29) y el
evangelio de Juan (Jn 7,20; 8,48-52; 10,20-21). Además, la inmensa mayoría
de estos dichos y relatos se encuentra en los estratos más antiguos de la
tradición evangélica.
Llegamos así a la conclusión de
que la tradición de la actividad de Jesús como exorcista posee un sólido
fundamento histórico. Podemos añadir que esta actividad es una de las más
características y peculiares de cuantas realizó, pues no tenemos noticias de
que nadie antes de Él en el mundo antiguo practicara este tipo de exorcismos,
ni les diera la importancia que Él les dio. Un indicio de la centralidad que
tuvieron los exorcismos en su vida pública es la reacción que desencadenaron
entre sus adversarios. La acusación de expulsar los demonios con el poder de
Belcebú es la mejor atestiguada de cuantas han conservado los evangelios (Mc
3,22, 30; Jn 7,20; 8,48-52; Jn 10,20-21; Mt 10,25).
Este es un dato muy llamativo, porque desde nuestra mentalidad no acabamos de explicarnos por qué dichos exorcismos despertaron una oposición tan dura. También nos resulta llamativo que Jesús se defendiera con tanta insistencia de dicha acusación, y sobre todo que no renunciara a esta práctica a pesar de las consecuencias que esto podía acarrearle. Para entender todo esto necesitamos conocer las connotaciones que tenían los exorcismos en tiempos de Jesús.
- En el mundo en que vivieron Jesús y sus
primeros discípulos la gente pensaba que había tres niveles de existencia:
en el inferior habitaban los hombres, en el
superior la divinidad, y en el intermedio una serie de espíritus, que
tenían acceso al mundo de los hombres y podían influir en sus vidas. Para
luchar contra el influjo negativo de estos espíritus los hombres tenían
que recurrir a la divinidad, que era quien tenía poder sobre ellos.
- Desde nuestra perspectiva la
posesión puede definirse como un fenómeno disociativo de la personalidad,
en el que se produce una alteración de las funciones integradoras de la
conciencia. Para nosotros, la posesión es una interpretación cultural de
algunos estados alterados de conciencia. Parece un hecho probado que en
aquellas culturas que admiten la posesión ésta se da, mientras que en
aquellas que no la admiten no se da. Para que se dé la posesión es
necesario que exista un molde cultural que explique en esta clave ciertas
experiencias y situaciones, que en otras culturas son vividas e
interpretadas de otra forma.
- Los antropólogos han
observado que en aquellas sociedades que están sometidas a una fuerte
presión social son más frecuentes los casos de posesión entre los varones
adultos, y también entre las mujeres cuando éstas se encuentran sometidas
a fuertes presiones familiares. La posesión es, pues, como una válvula de
escape, a través de la cual se liberan las tensiones (en nuestra cultura
este válvula no existe, y las tensiones se liberan de otra forma, o bien
se acumulan provocando estrés).
- Por otro lado, la posesión,
que asigna un lugar marginal a las víctimas de la opresión política o
familiar, funciona también como válvula reguladora que asegura la
estabilidad del sistema social establecido, y en última instancia legitima
las situaciones que provocan la posesión. Por esta razón, aquellos a
quienes más favorece el sistema suelen reaccionar negativamente frente a
quienes ponen en peligro esta válvula reguladora. En el mundo antiguo lo
hacían acusándolos de magia o de estar poseídos.
El escenario de lectura que hemos propuesto ayuda a entender por qué esta actividad fue tan relevante para Jesús y para sus acusadores.
- En el mundo de Jesús había personas que tenían
que soportar una autoridad abusiva tanto en el ámbito público (político),
como en el privado (parentesco). En el contexto familiar, todos aquellos
que estaban sometidos a la autoridad del paterfamilias, y especialmente las mujeres, eran los más
propensos a recurrir a la posesión para aliviar las tensiones de la
autoridad patriarcal (Mc 7,24-30; 9,14-27). Por el contrario, en el
contexto de la vida pública, la posesión afectaba sobre todo a varones
adultos (Mc 1,23-28; 5,1-20).
- No es casual que sus
acusadores sean miembros de la clase gobernante o de sus funcionarios (los
escribas de Mc 3,22). Un dicho de Jesús muestra la hostilidad de Herodes
Antipas contra él, y pone de manifiesto que la causa por la que trataba de
prenderle eran precisamente sus exorcismos (Lc 13,31-33). Al interpretar
la expulsión de los demonios como un signo de la llegada del reinado de
Dios, y al integrar sus exorcismos en una estrategia destinada a la
restauración de Israel, Jesús amenazaba la estabilidad del orden social.
- Estas connotaciones de la
posesión que a primera vista resultan invisibles para el lector occidental
de hoy nos ayudan a entender mejor el sentido de los exorcismos de Jesús,
y nos descubren por qué Jesús no renunció a ellos a pesar de los peligros
que entrañaba esta práctica. Su respuesta a la acusación de expulsar los
demonios con el poder de Belcebú revela que él nunca aceptó la
interpretación que sus adversarios daban a sus exorcismos (Mt 12,22-30 y
par). Jesús explicó que él actuaba movido por el Espíritu de Dios, y que
en sus exorcismos se estaba librando un combate cósmico contra Satanás. La
victoria sobre él era el signo de la aurora del reinado de Dios. El signo
de la llegada de este reinado era la reintegración social de aquellos a
quienes la opresión, las desigualdades y otras tensiones sociales habían arrojado
a los márgenes de la sociedad.
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