Me dolió de verdad el caso de una anciana española de 90 años de edad que estuvo unos días ingresada en un hospital y, cuando regresó, se encontró con que su cuidadora había cambiado la cerradura y había ocupado su casa. Si haces eso en Texas, el juez te azotará con su propia mano (hasta ponérsela roja) mientras le dicta la sentencia a la secretaria. Aquí, en España, el juez te recordará que no se te ocurra dejar de pagarle el agua, la electricidad y el gas.
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Si en España
no podemos arreglar problemas tan fáciles como este y otros mil, ¿cómo vamos a pretender arreglar problemas difíciles como
Afganistán?
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Si en España
no hemos podido (no han querido los políticos) arreglar problemas tan sencillos
como el del monopolio de las distribuidoras de hidrocarburos o de las
eléctricas (una situación de mercado que es parecida a la de Al Capone en
Chicago), cómo vamos a pretender poner orden en situaciones más complejas como
es el comercio global con China.
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No, no se
puede pretender que el que no sabe multiplicar bien, resuelva una compleja
ecuación.
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El
cristianismo lleva al compromiso social. Esa frase siempre se entendía en los
años 70 que el compromiso era compromiso marxista. Hoy día el compromiso sigue
siendo ayudar a los pobres, pero alejándolos todo lo posible de Lenin y el
resto de secuaces y cómplices. El compromiso social hoy día es la libertad y
promover la prosperidad económica.
Si hay
alguien que puede aconsejar bien a los políticos acerca de cómo ayudar a los
pobres, son los empresarios católicos. Los demás hablarán de lo que creen. Los
empresarios hablarán de lo que saben. Pero siempre llega algún aprendiz de
brujo a hacer sus malabarismos hasta que las escobas se desmandan.
En
fin, lo de esta señora de 90 años, de verdad, me ha tocado el corazón. Y a los
culpables los tengo que ver en el Telediario cada día.
P. FORTEA
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