Recibid el Espíritu Santo; a quien perdonareis los pecados, les serán perdonados, a quien se los retuviereis, les serán retenidos (Jn 20,22?23)
Por: P. Miguel A. Fuentes, IVE | Fuente:
TeologoResponde.org
Pregunta:
¿Cómo
puedo responder a los que me dicen que la confesión ha sido inventada por la
Iglesia y por los curas?
Respuesta:
Estimado: Resumo mi respuesta en tres puntos.
I.
EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA FUE INSTITUIDO POR EL MISMO CRISTO
1º Así
lo enseña la Iglesia al condenar a todo el que dijere «que
la penitencia en la Iglesia católica no es verdadero y propiamente sacramento
instituido por Cristo Señor» [1]. En la Sagrada Escritura consta que Nuestro Señor
Jesucristo no sólo perdonó los pecados a muchos de los que se acercaron a Él
(Zaqueo, la mujer adúltera, la pecadora de la que expulsó siete demonios, etc.
[2]) sino que confirió a la Iglesia el poder de
perdonar los pecados. En San Mateo dice a sus apóstoles: En verdad os digo,
cuanto atareis en la tierra, será atado en el cielo y cuanto desatareis en la
tierra será desatado en el cielo (Mt 18,18). En el Evangelio de San Juan:
Recibid el Espíritu Santo; a quien perdonareis los pecados, les serán
perdonados, a quien se los retuviereis, les serán retenidos (Jn 20,22?23).
La Sagrada Escritura nos testimonia también que
los apóstoles y sus discípulos ejercieron este ministerio. Así, por ejemplo,
dice San Pablo: Cristo nos ha reconciliado consigo
y nos ha confiado el misterio de la reconciliación (2 Co 5,18). Por otra
parte, en varios lugares de los Hechos de los Apóstoles y de las Epístolas de
San Pablo aparecen los apóstoles ejerciendo la potestad de atar y desatar (cf.
1 Co 5,3?5; 2 Co 2,6?11; etc.).
La razón de esta institución es fácil de
comprender: nosotros somos pobres pecadores, y en cuanto tales necesitamos un
sacramento por el que se nos perdonen los pecados cometidos después del
bautismo.
2º Por
otra parte, no puede ser una creación de los hombres. Esto lo podemos ver por
varias razones de sentido común:
- Por la dificultad que entraña el extender a
todo el mundo, y durante tantos siglos una práctica que tanto repugna al
amor propio. Si fuera obra humana, no habría prosperado.
- Por la oposición decidida que hubiesen
hecho los primeros cristianos si alguien hubiese querido introducir como
necesaria la confesión, de no ser ésta instituida por Cristo mismo.
- Además, ¿qué provecho material hubiesen
podido obtener los inventores de la confesión? Ninguno. Solamente trabajo
pesado e ingrato.
- Por otra parte, si los sacerdotes hubiesen
inventado la confesión, se habrían declarado a sí mismos exentos de tal
práctica (el que impone los tributos no los paga), y sin embargo, son los
primeros obligados a la práctica de confesar sus pecados.
II.
LA CONFESIÓN DE LOS PECADOS (EL DECIR LOS PECADOS AL SACERDOTE) TAMPOCO ES UN
INVENTO DE LOS SACERDOTES
Alguien podría suponer que Jesucristo sólo
instituyó que los apóstoles y sus sucesores «perdonasen»
los pecados, pero no que para esto «tuviesen
que escuchar en confesión los pecados de los penitentes». Por eso
debemos añadir que la «confesión de los pecados»,
es decir, «la acusación del penitente de sus propios
pecados ante el sacerdote legítimo», también es de derecho divino, si
bien su práctica se difundió con el correr de los siglos [3].
Ante todo, la Iglesia insiste repetidamente
sobre tal necesidad; y la impone obligatoriamente a todos los hombres dotados
de uso de razón, es decir, a los posibles pecadores, al menos una vez al año
[4].
«La confesión de los
pecados hecha al sacerdote constituye una parte esencial del sacramento de la
penitencia», dice el Catecismo [5]. El motivo es que la confesión es un juicio formal,
aunque sin fiscal ni testigos. Pero para que el juez dictamine es necesario que
conozca la causa con toda precisión; y sólo después de eso ha de absolverle el
juez, no sin antes imponerle la pena. Pero para proceder con rectitud a modo de
juicio, el juez necesita conocer la causa sobre la que va a dictar sentencia, y
ello no de una manera confusa y global, sino con todo detalle y precisión. Y
como en este juicio sacramental no hay fiscal ni acusador, no cabe otra
solución que la confesión explícita y directa del propio reo. Por tanto, la
confesión de los pecados es una consecuencia inevitable que brota de la
institución del sacramento por Jesucristo a modo de juicio. Es decir, está
implícito en el mismo mandato de atar y desatar los pecados dado por Cristo a
los Apóstoles (cf. Jn 20,22?23). ¿De qué otro modo
podrían «atar» los pecados de uno (¡y con consecuencias para la vida eterna!) y
«desatar» los de otro? ¡Evidentemente no puede quedar librado al capricho del
sacerdote! Para poder ejercer este oficio, el sacerdote debe saber qué
pecados son, qué arrepentimiento hay y qué propósito de enmienda tiene el
penitente. ¿De qué otra manera puede cumplir esta
orden de Jesucristo sino es por propia confesión del penitente?
III.
ALGUNAS DUDAS QUE SUELEN PLANTEARSE ACERCA DE LA CONFESIÓN
Finalmente no viene mal enumerar las principales
dudas u objeciones que, sobre este tema, suelen poner personas de otras
religiones a los católicos [6]:
1º ¿EN QUÉ SE BASAN LOS CATÓLICOS
PARA DECIR QUE LOS SACERDOTES PUEDEN PERDONAR LOS PECADOS?
La Iglesia Católica lee con atención toda la
Biblia y acepta la autoridad divina que Jesús dejó en manos de los Doce
apóstoles y sus legítimos sucesores. Esto ya lo expusimos más arriba. Ahora
bien, los apóstoles murieron y, como Cristo quería que ese don llegara a todas
las personas de todos los tiempos, se deduce que el poder que les dio debía ser
transmisible, es decir, que de ellos pudiera pasar a sus sucesores. Y así los
sucesores de los apóstoles, los obispos, lo delegaron a «presbíteros», o sea, a los sacerdotes. Estos tienen hoy el
poder que Jesús dio a sus apóstoles.
2º ¿PARA QUÉ DECIR LOS
PECADOS A UN SACERDOTE, SI JESÚS SIMPLEMENTE LOS PERDONABA?
Es verdad que Jesús perdonaba los pecados sin
escuchar una confesión. Pero el Maestro divino leía claramente en los corazones
de la gente, y sabía perfectamente quiénes estaban dispuestos a recibir el
perdón y quiénes no. Jesús no necesitaba la confesión de los pecados por su
ciencia singular por la cual sabía lo que hay dentro del hombre (Jn 2,25).
Ahora bien, como el pecado toca a Dios, a la comunidad y a toda la Iglesia de
Cristo, por eso Jesús quería que el camino de la reconciliación pasara por la
Iglesia que está representada por sus obispos y sacerdotes. Y como los obispos
y sacerdotes no leen en los corazones de los pecadores, es lógico que el
pecador tiene que manifestar los pecados. No basta una oración a Dios en el
silencio de nuestra intimidad.
3º «PERO EL SACERDOTE ES
PECADOR COMO NOSOTROS», DICEN ALGUNOS.
También los Doce apóstoles eran pecadores y sin
embargo Jesús les dio poder para perdonar pecados. El sacerdote es humano y
dice todos los días: «Yo pecador» y la
Escritura dice: Si alguien dice que no ha pecado,
es un mentiroso (1Jn 1,8). El sacerdote perdona los pecados por una sola
razón: porque recibió de Jesucristo el poder de
hacerlo; no porque él sea una persona extraordinaria o porque él mismo no tenga
pecados. Además, el sacerdote concede el perdón en el nombre de Dios Uno
y Trino, y no en el propio.
4º ¿QUÉ OTRAS DIFERENCIAS
HAY ENTRE CATÓLICOS Y PROTESTANTES ACERCA DE LA CONFESIÓN?
El protestante comete pecados, ora a Dios, pide
perdón, y dice que Dios lo perdona. Pero ¿cómo sabe
que, efectivamente, Dios le ha perdonado? Muy difícilmente queda seguro
de haber sido perdonado. En cambio el católico, después de una confesión bien
hecha, cuando el sacerdote levanta su mano consagrada y le dice: «Yo te absuelvo en el nombre del Padre…», queda
con plena certeza de haber sido perdonado. Por eso decía un nocatólico: «Yo envidio a los católicos. Yo cuando peco, pido perdón a Dios, pero no estoy muy
seguro de si he sido perdonado o no. En cambio el católico queda tan seguro del
perdón que esa paz no la he visto en ninguna otra religión». En verdad,
la confesión es el mejor remedio para obtener la paz del alma.
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