Hoy he estado hablando con un buen amigo mío, de mi curso de instituto de secundaria. Y, en un momento, dado me ha dicho: En el Neolítico...
He
estado a punto de exclamar: “¡No creo en
el Neolítico!”.
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Me
explicaba mi amigo la tesis de que la Humanidad pasó por una fase de decenas de
miles de años siendo recolectores, después pasaron a ser agricultores.
Le he
dicho que yo, que me he criado en el campo, le podía asegurar que, en el campo,
un ser humano es imposible que sobreviva de
frutos del campo, de raíces y setas.
Esa dieta, eso sí, es una de las mejores para perder peso.
Una vez
le pregunté a una amiga guarda forestal que trabajaba en la zona del Pirineo
Central si era posible sobrevivir allí de la naturaleza. Tuvo que pensarlo un
rato, pero su sentencia fue clara: Solo sería
posible sobrevivir si se alimenta de truchas. Un arroyo de aguas
claras y cristalinas sí que puede alimentar a una persona. Pero un río de
montaña no es una fábrica de truchas para alimentar a un poblado.
Lo de la
Humanidad viviendo de bayas del bosque es muy idílico, pero eso solo le
ocurre a alguien que no es de campo. La
gente cree que en las dehesas las patatas, las zanahorias y las castañas son
como el orégano. Pues no, no todo el monte es orégano.
Me
gustaría ver intentar cazar conejos con una ballesta. Pero, desde luego, con un
arco, je, je, je, ya me gustaría estar allí para verlo. Mi padre era muy
cazador. Además, el conejo de caza tiene un altísimo contenido en ácido úrico.
Una persona normal no puede alimentarse de forma habitual de conejo de caza.
Desde luego, los niños y los ancianos, no. Mi padre, precisamente, un día cayó
desmayado por una subida de ácido úrico.
Luego la
imagen de la Humanidad recolectora es necesaria para el que no crea en las
primeras páginas del Génesis. La Humanidad que se desprende de esos primeros
capítulos de la Biblia era plenamente humana. No se parecía en nada a los
primitivos salvajes de algunas películas. El ateo no tiene otro remedio que poner a unos humanos
animalizados que se comunican entre sí con gruñidos. Pero, para un
cristiano, las cosas fueron mucho más civilizadas, como se describen en la
Biblia.
Además,
no os podéis imaginar lo mal adaptado que está el cuerpo humano para vivir en la
naturaleza. Ya sé que hay algunas tribus que iban descalzas. Pero el pie humano
no está pensado para ir descalzo. La piel humana tampoco está pensada para ir
al sol ni siquiera en el sur de Europa. Las personas de raza negra sí que
pueden resistir el sol de un modo admirable. Lo primero que todas las culturas
mediterráneas enseñaban a sus hijos era que había que cubrirse la cabeza. Las
insolaciones eran causa de muerte bien conocida desde siempre. Y la lista de
aspectos para los que el cuerpo humano no está adaptado para vivir en la
naturaleza podría seguir. El ser humano fue creado para vivir en sociedad y de
un modo civilizado. Lo que se ve en algunos documentales es una Humanidad que
nunca existió. Incluso los grupos de hombres que se asalvajaron fueron
muchísimo más humanos que lo que he visto en tantos documentales.
Ya dije,
además, que hace años pasé a creer en la cronología que la Biblia ofrece para
la Humanidad, frente a las siempre cambiantes cronologías de los antropólogos.
Respeto a los antropólogos, pero si tengo que elegir entre lo que me enseña la
Biblia y lo que me dicen ellos, me quedo con la Palabra de Dios. Creo en la
evolución de las especies, sí.
Pero creo en la evolución según lo que me enseña la Biblia. Creo que hubo un
árbol físico en el paraíso, un árbol tangible con frutos materiales.
P. FORTEA
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