ALGUNOS GRANDES SANTOS EXPERIMENTARON ESTA GRACIA CONCRETA EN SUS VIDAS
SAN JOSÉ DE CUPERTINO ES EL SANTO MÁS CONOCIDO POR SUS LEVITACIONES
En la Iglesia a lo largo de su
historia la levitación es uno de los signos más
llamativos sobre la posible santidad de la persona. No ha
sido muy frecuente, pero se ha escrito mucho y se ha atribuido a grandes
santos, aunque la devoción también se ha encargado de extenderla más de lo que
probablemente haya sucedido.
La levitación es un
hecho muy concreto y visible, pues suspenderse en el aire es
algo realmente extraordinario. Pero a diferencia de la incorrupción, sus
efectos son muy limitados en el tiempo por lo que en este caso los relatos de
los testigos presenciales son de vital importancia.
Precisamente sobre la levitación
investiga Adam Blai en
su nuevo libro The Catholic Guide to Miracles:
Separating the Authentic from the Counterfeit (La guía católica de los milagros: Separando lo
auténtico de lo falso). El autor es un laico, perito de la Diócesis de
Pittsburgh, experto en demonología y exorcismos. Lleva años dedicándose a la
formación de sacerdotes, seminaristas y laicos. Es miembro auxiliar de la
Asociación Internacional de Exorcistas y colabora con el exorcista diocesano
desde hace años.
En un artículo en Catholic Exchange,
Blai explica que en todo lo concerniente a lo milagroso y lo extraordinario,
como es la levitación, la Iglesia ha
estado en guardia contra la exageración o la invención. Es muy importante contar con el
testimonio directo de la persona que levitó, o de aquellos que presenciaron la
levitación, e incluso entonces, la Iglesia examina detenidamente la
confiabilidad y las motivaciones de los testigos. Un ejemplo de este tipo de
investigación se puede encontrar en las
afirmaciones
sobre San Francisco de Asís.
¿LEVITÓ SAN FRANCISCO
DE ASÍS?
San Buenaventura nació en 1221, cinco años antes
de que Francisco muriera. Ingresó en la Orden de los Frailes Menores (los
franciscanos) y se convirtió en el séptimo líder de la orden. Aunque se le
conoce principalmente como filósofo, Buenaventura también escribió sobre el
fundador de su orden, incluida la afirmación de que a menudo se encontraba a
San Francisco levitando en el aire durante los éxtasis espirituales. Los
informes de escritores posteriores se hicieron eco y ampliaron estas
afirmaciones, diciendo que San Francisco se elevaba hasta las copas de los árboles
y, a veces, al cielo, donde apenas se lo podía ver.
La dificultad es que en 1245
(diecinueve años después de su muerte), la Iglesia había realizado una
investigación detallada sobre la vida de Francisco. Las autoridades
entrevistaron a muchas personas que lo conocían, y ninguna mencionó la
levitación. Entonces, o San Buenaventura tuvo acceso a materiales que no han
sobrevivido, o las historias de levitación fueron una invención que
Buenaventura escuchó y repitió como un hecho. A menudo se hace creer que
las personas en el pasado, especialmente en la Iglesia, eran fácilmente
engañadas o indiferentes a los hechos, pero la Iglesia, a lo largo de su
historia, ha aplicado los mejores métodos disponibles para llegar a la verdad de los milagros.
Rara vez el desarrollo de estas
afirmaciones se debió al engaño: más bien, los
escritores piadosos transmitieron historias que surgieron de los devotos de los
santos. Dado este patrón, ¿se deberían
descartar todas las afirmaciones de levitación en la vida de los santos? No,
parece que no.
SANTA TERESA DE ÁVILA
El autor explica también que hay
buenas razones para creer que santa
Teresa de Ávila levitó en varias ocasiones. Sus levitaciones
fueron presenciadas repetidamente por muchas personas. También existen los
relatos de la propia santa: describió la
experiencia en su autobiografía. Aunque prefería no hablar de tales
asuntos, escribió el libro obedeciendo a su superior. Aquí describe cómo
resistió estos raptos que a veces la llevaron a la levitación:
“Estos efectos son
muy llamativos. Uno de ellos es la manifestación del gran poder del Señor: como
no somos capaces de resistir la voluntad de Su Majestad, ni en alma ni en
cuerpo, y no somos nuestros propios dueños, nos damos cuenta de que, por
molesta que sea esta verdad, hay una más fuerte que nosotros, y que estos
favores son otorgados por Él, y que nosotros, por nosotros mismos, no podemos
hacer absolutamente nada. Esto nos imprime una gran humildad. De hecho,
confieso que me produjo un gran miedo, al principio un miedo terrible. Uno
ve cómo se levanta el cuerpo del suelo; y aunque el espíritu lo arrastra hacia
sí mismo, y si no se ofrece resistencia, lo hace con mucha suavidad, uno no
pierde el conocimiento; al menos, yo mismo he tenido lo suficiente
para permitirme darme cuenta de que estaba siendo elevada”.
El obispo Diego de Yepes la conocía bien y escribió una de sus muchas
biografías. Una vez, después de recibir la Comunión de él a través de la reja
del convento, ella comenzó a levantarse. El obispo plasmó sus súplicas mientras
se agarraba a los barrotes para detener su ascenso: “Señor,
por una cosa de tan poca importancia como es que me haya privado de este favor
Tuyo, no permitas que una criatura tan vil como yo sea tomada por una mujer
santa”.
Hay anécdotas similares contadas
por monjas que vieron levitar espontáneamente a Santa Teresa. Después de los
hechos, les ordenó que nunca hablaran de ello, pero más tarde, bajo la
obediencia de las autoridades superiores durante la investigación de la Iglesia
sobre su vida, describieron estos sucesos. Por su parte, Santa
Teresa estaba muy avergonzada por sus levitaciones y
oró para que se detuvieran, y según todos los informes, disminuyeron
enormemente en su vida posterior.
SAN JOSÉ DE CUPERTINO
Seguramente el santo más famoso
por sus levitaciones es José de Cupertino (1603-1663). José tuvo una infancia
muy difícil. Hoy probablemente habría sido acusado de sufrir algún tipo de
trastorno psiquiátrico. Al parecer, no era inteligente y se le dio el sobrenombre
del “boca abierta" porque a menudo
miraba al vacío con la boca abierta. Mientras tanto, quizás debido a sus
limitaciones y la respuesta de los demás a ellas, desarrolló mal genio. Para empeorar las cosas, su padre murió cuando José era
muy joven.
José quería unirse a los
franciscanos, pero debido a su falta de educación, no lo aceptaron. Luego fue
aceptado por los capuchinos, pero lo expulsaron después de ocho meses. Su madre
no quería que volviera a casa, por lo que le pidió a su hermano, un monje
franciscano, que lo aceptara como sirviente en su monasterio. Su hermano estuvo
de acuerdo y asignó a José a cuidar del ganado. Con el tiempo, el temperamento
de José se suavizó y comenzó a desempeñarse mejor en su trabajo, lo
suficientemente bien como para que los franciscanos le permitieran estudiar
para convertirse en sacerdote. Fue ordenado
sacerdote en 1628.
Después de su ordenación, José
realizó muchas penitencias, incluido un ayuno riguroso, y por lo general solo
comía alimentos sólidos dos veces por semana. Luego comenzó a
sentir éxtasis espiritual cuando decía Misa o miraba imágenes devocionales. Durante estos éxtasis, a menudo
levitaba a unos pocos centímetros del suelo. Sus levitaciones eran tan
frecuentes que la gente empezó a ir a verle. Durante la investigación de su
causa de santidad, las autoridades corroboraron al menos setenta ocasiones en
las que levitó en presencia de testigos.
Un ejemplo notable ocurrió
durante una visita a Italia del embajador español. El embajador había visitado
a José en su celda monástica y estaba tan impresionado que quiso regresar con
su esposa. José entró en la iglesia donde la pareja esperaba encontrarse con él
y, al ver una estatua de María, elevada tres metros en el aire, voló sobre la
multitud hacia la estatua, oró, voló de regreso a la puerta y regresó a casa.
Más tarde, la Iglesia tomó declaraciones de varias
personas que estaban allí ese día, y sus historias fueron consistentes.
Hubo muchos otros casos que
fueron investigados de manera similar, incluido uno frente al Papa Urbano VIII.
En ese momento era costumbre besar los pies del Papa, en señal de respeto al
Santo Padre. Cuando José lo hizo, se elevó en el aire y pudo
volver a bajar solo cuando su superior le ordenó que lo hiciera. El
Papa Urbano VIII dijo que si José moría mientras él vivía, testificaría de la
levitación que ocurrió en su presencia.
Después de un tiempo, las levitaciones de José se convirtieron en un problema
para el monasterio. Algunos pensaron que los episodios eran
demoníacos, y fue denunciado por brujería e investigado por la Inquisición. Lo
enviaron a un monasterio en Asís para observación. Se le ordenó que no dijera
misas públicas y que cesara por completo las apariciones públicas. Pero sus
levitaciones continuaron en el monasterio, y pronto fue relegado a su celda y
ni siquiera se le permitió comer con los otros frailes. José usó este aislamiento
para acercarse a Dios en oración. Finalmente, la inquisición determinó que no
estaba practicando la brujería y le permitió regresar a la vida monástica
normal. José de Cupertino murió en 1663 a la edad de sesenta años y fue
canonizado en 1767 por el Papa Clemente XIII.
LA HERMANA MARIAM
BAOUARDY FUE CANONIZADA POR FRANCISCO EN 2015
SANTA MARÍA DE JESÚS
CRUCIFICADO (MARIAM BAOUARDY)
Un ejemplo más reciente de
levitación es Santa María de Jesús Crucificado (1846-1878), quien fue canonizada el 17 de mayo
de 2015 por el Papa Francisco. El 22 de junio de 1873, la santa no estaba en la
cena y sus compañeras monjas fueron a buscarla. La encontraron en equilibrio
sobre un gran tilo, cantando. La maestra de novicias le ordenó que bajara sin
lastimarse, y ella obedeció de inmediato.
Las monjas
documentaron siete ocasiones más en las que levitó. Como es habitual en estos casos, algunos sospecharon de ella por
engaños, por lo que la espiaron y observaron, pero no se pudo descubrir una
explicación natural.
Hay una maravillosa inocencia,
incluso infantil, -afirma el autor- en las historias de las levitaciones de la
hermana María. Ella pasaba de rama en rama del árbol mientras cantaba el amor
de Dios. Al final de su vida, los testigos dieron fe de ocho episodios de este
tipo, todos en el patio de su monasterio. En ella se puede ver cómo un amor
simple y fiel a Dios a veces puede hacer que se supere cualquier limitación.
Por lo general, esto sucede interiormente a través de la conversión del alma
por la gracia, pero a veces, en circunstancias extraordinarias, puede ocurrir
externamente a través del cuerpo.
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