La presencia de Satanás es cada vez más palpable y por ello el número de exorcistas ha aumentado tremendamente de unos años a esta parte. En Estados Unidos en veinte años han pasado de doce a ciento cincuenta exorcistas y en Europa muchas de las grandes diócesis tienen su o sus exorcistas.
En el evangelio de San Juan
cuando nos habla de la traición de Judas (Jn 13,21-30), hay un versículo que me
llama especialmente la atención. Es el versículo 27 a: «Detrás
del pan, entró en él Satanás». Ante esta lectura, no puedo por menos de
preguntarme si también está presente entre nosotros y dónde, cómo y de qué
modo.
La presencia de Satanás es
cada vez más palpable y por ello el número de exorcistas ha aumentado tremendamente
de unos años a esta parte. En Estados Unidos en veinte años han pasado de doce
a ciento cincuenta exorcistas y en Europa muchas de las grandes diócesis tienen
su o sus exorcistas.
En España hay un lugar donde
la presencia de Satanás es clarísima: en nuestra legislación. Pero veamos por qué
digo esto. Empecé a pensarlo con la Ley del Aborto, es decir la Ley Orgánica
2/2010, de 3 de marzo, de salud sexual y reproductiva y de la interrupción
voluntaria del embarazo, Ley escrita con una gran inteligencia y una profunda
maldad. Inteligencia y maldad que me hacían preguntarme quién andaba detrás,
pues defiende exactamente lo contrario que la Moral Católica. La última duda se
me desvaneció leyendo una Carta que el entonces cardenal Bergoglio y hoy Papa
Francisco escribió (ver en Internet Bergoglio Carmelitas Descalzas) a las
Carmelitas Descalzas de su diócesis de Buenos Aires pidiéndoles oraciones para
que no se legalizase en Argentina el matrimonio de parejas del mismo sexo.
Decía el entonces Cardenal: «Se trata del proyecto de ley sobre matrimonio de
personas del mismo sexo. Aquí está en juego la identidad, y la supervivencia de
la familia: papá, mamá e hijos. Está en juego la vida de tantos niños que serán
discriminados de antemano privándolos de la maduración humana que Dios quiso se
diera con un padre y una madre. Está en juego un rechazo frontal a la Ley de
Dios, grabada además en nuestros corazones… Aquí también está la envidia del
Demonio, por la que entró el pecado en el mundo, que arteramente pretende destruir
la imagen de Dios: hombre y mujer que reciben el mandato de crecer, multiplicar
y dominar la tierra. No seamos ingenuos: no se trata de una simple lucha
política, es la pretensión destructiva al plan de Dios. No se trata de un mero
proyecto legislativo (éste es sólo el instrumento) sino de una ´´movida´´ del
padre de la mentira que pretende confundir y engañar a los
hijos de Dios». En sus respectivos pontificados, tanto san Juan Pablo
II, como Benedicto XVI y Francisco (sólo en la «Amoris
Laetitia» hay siete números contra ella) rechazan, como opuesta y
contraria a la Moral Católica, a la Ideología de Género.
Es evidente que la cosa no ha
mejorado con la reciente aprobación de la Ley de la Eutanasia, que se encuentra
en el Boletín Oficial del Estado del día 25 de Marzo, día en que la Iglesia
Española precisamente celebra desde hace unos cuantos años, el Día de la Vida. Personalmente no puedo por menos de pensar que de los 202
diputados que han votado a favor del crimen contra la vida humana que es la
eutanasia ¿no hay unos cuantos que no se den cuenta
que el aborto, la ideología de género y la eutanasia son auténticas
aberraciones? Lo malo es que vivimos en una democracia partitocrática,
donde la inmensa mayoría de los diputados han resuelto obedecer al Partido
antes que a su conciencia, porque el que se nueve no sale más en la foto. Lo
malo para estos legisladores es que al final de nuestra vida hemos de rendir
cuenta de nuestros actos a un Dios, que aunque respeta nuestra libertad no deja
impunes nuestras malas acciones y tiene que ser tremendo presentarse delante
Dios con esta infame acción, que es como la califica el Concilio (GS nº 27).
Por ello, aunque muchos de nuestros diputados se hayan
comportado como Judas, valorando más su escaño que las vidas inocentes, recemos para que sepan convertirse como lo hizo San Pedro.
Pedro Trevijano
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