viernes, 9 de abril de 2021

SATANÁS EN NUESTRA SOCIEDAD

 La presencia de Satanás es cada vez más palpable y por ello el número de exorcistas ha aumentado tremendamente de unos años a esta parte. En Estados Unidos en veinte años han pasado de doce a ciento cincuenta exorcistas y en Europa muchas de las grandes diócesis tienen su o sus exorcistas.

En el evangelio de San Juan cuando nos habla de la traición de Judas (Jn 13,21-30), hay un versículo que me llama especialmente la atención. Es el versículo 27 a: «Detrás del pan, entró en él Satanás». Ante esta lectura, no puedo por menos de preguntarme si también está presente entre nosotros y dónde, cómo y de qué modo.

La presencia de Satanás es cada vez más palpable y por ello el número de exorcistas ha aumentado tremendamente de unos años a esta parte. En Estados Unidos en veinte años han pasado de doce a ciento cincuenta exorcistas y en Europa muchas de las grandes diócesis tienen su o sus exorcistas.

En España hay un lugar donde la presencia de Satanás es clarísima: en nuestra legislación. Pero veamos por qué digo esto. Empecé a pensarlo con la Ley del Aborto, es decir la Ley Orgánica 2/2010, de 3 de marzo, de salud sexual y reproductiva y de la interrupción voluntaria del embarazo, Ley escrita con una gran inteligencia y una profunda maldad. Inteligencia y maldad que me hacían preguntarme quién andaba detrás, pues defiende exactamente lo contrario que la Moral Católica. La última duda se me desvaneció leyendo una Carta que el entonces cardenal Bergoglio y hoy Papa Francisco escribió (ver en Internet Bergoglio Carmelitas Descalzas) a las Carmelitas Descalzas de su diócesis de Buenos Aires pidiéndoles oraciones para que no se legalizase en Argentina el matrimonio de parejas del mismo sexo.

Decía el entonces Cardenal: «Se trata del proyecto de ley sobre matrimonio de personas del mismo sexo. Aquí está en juego la identidad, y la supervivencia de la familia: papá, mamá e hijos. Está en juego la vida de tantos niños que serán discriminados de antemano privándolos de la maduración humana que Dios quiso se diera con un padre y una madre. Está en juego un rechazo frontal a la Ley de Dios, grabada además en nuestros corazones… Aquí también está la envidia del Demonio, por la que entró el pecado en el mundo, que arteramente pretende destruir la imagen de Dios: hombre y mujer que reciben el mandato de crecer, multiplicar y dominar la tierra. No seamos ingenuos: no se trata de una simple lucha política, es la pretensión destructiva al plan de Dios. No se trata de un mero proyecto legislativo (éste es sólo el instrumento) sino de una ´´movida´´ del padre de la mentira que pretende confundir y engañar a los hijos de Dios». En sus respectivos pontificados, tanto san Juan Pablo II, como Benedicto XVI y Francisco (sólo en la «Amoris Laetitia» hay siete números contra ella) rechazan, como opuesta y contraria a la Moral Católica, a la Ideología de Género.

Es evidente que la cosa no ha mejorado con la reciente aprobación de la Ley de la Eutanasia, que se encuentra en el Boletín Oficial del Estado del día 25 de Marzo, día en que la Iglesia Española precisamente celebra desde hace unos cuantos años, el Día de la Vida. Personalmente no puedo por menos de pensar que de los 202 diputados que han votado a favor del crimen contra la vida humana que es la eutanasia ¿no hay unos cuantos que no se den cuenta que el aborto, la ideología de género y la eutanasia son auténticas aberraciones? Lo malo es que vivimos en una democracia partitocrática, donde la inmensa mayoría de los diputados han resuelto obedecer al Partido antes que a su conciencia, porque el que se nueve no sale más en la foto. Lo malo para estos legisladores es que al final de nuestra vida hemos de rendir cuenta de nuestros actos a un Dios, que aunque respeta nuestra libertad no deja impunes nuestras malas acciones y tiene que ser tremendo presentarse delante Dios con esta infame acción, que es como la califica el Concilio (GS nº 27). Por ello, aunque muchos de nuestros diputados se hayan comportado como Judas, valorando más su escaño que las vidas inocentes, recemos para que sepan convertirse como lo hizo San Pedro.

Pedro Trevijano

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