El Papa Francisco invitó a acudir con frecuencia al Sacramento de la Confesión, pues al acudir a la confesión “no nos confesamos para hundirnos, sino para dejarnos levantar. Lo necesitamos mucho, todos”.
El Santo Padre se expresó así durante la Misa por la Fiesta de la Divina
Misericordia, que celebró este domingo 11 de abril en la iglesia del Santo
Spirito in Sassia, cerca del Vaticano, junto con algunos Misioneros de la
Misericordia instituidos durante el Jubileo de la Misericordia.
A la Misa asistieron un grupo de detenidos, algunas Hermanas
Hospitalarias de la Misericordia, una representación de enfermeras del Hospital
Santo Spirito in Sassia, algunas personas con discapacidad, una familia de
migrantes de Argentina, algunos refugiados procedentes de Siria, Nigeria y
Egipto, y un voluntario de Cáritas de Siria.
El Papa señaló que la confesión “es el
Sacramento que vuelve a levantarnos, que no nos deja tirados, llorando contra
el duro suelo de nuestras caídas. Es el Sacramento de la resurrección, es
misericordia pura. Y el que recibe las confesiones debe hacer sentir la dulzura
de la misericordia”.
En su homilía, el Pontífice llamó la atención sobre el hecho de que
Jesús, durante su predicación, no había logrado transformar a sus discípulos.
Sin embargo, “en Pascua, sucede algo nuevo. Y se
lleva a cabo en el signo de la misericordia. Jesús los vuelve a levantar con la
misericordia. Y ellos, ‘misericordiados’, se vuelven misericordiosos”.
El Papa Francisco citó tres dones por medio de los cuales los discípulos
de Jesús, y todos los cristianos, son ‘misericordiados’:
la paz, el Espíritu y las llagas.
En primer lugar, Jesús les da a sus discípulos la paz. “Paz a vosotros”, son las palabras que Jesús
pronuncia cuando se aparece por primera vez ante los discípulos en la casa en
la que se encontraban encerrados “por temor, por
miedo a ser arrestados y correr la misma suerte del Maestro”.
“Pero no sólo estaban encerrados en casa, también
estaban encerrados en sus remordimientos. Habían abandonado y negado a Jesús.
Se sentían incapaces, buenos para nada, inadecuados”, explicó el Santo Padre.
Entonces, “Jesús llega y les repite dos
veces: ‘Paz a vosotros’. No da una paz que quita los problemas del medio, sino
una paz que infunde confianza dentro. No es una paz exterior, sino la paz del
corazón”.
Jesús añade: “Como el Padre me envió, así yo
os envío”. “Aquellos discípulos desalentados son reconciliados consigo mismos.
La paz de Jesús los hace pasar del remordimiento a la misión. En efecto, la paz
de Jesús suscita la misión. No es tranquilidad, no es comodidad, es salir de sí
mismo”.
En segundo lugar, “Jesús misericordia a los
discípulos dándoles el Espíritu Santo”. Jesús otorga el Espíritu Santo “para la remisión de los pecados”.
“Los discípulos eran culpables, habían huido
abandonando al Maestro. Y el pecado atormenta, el mal tiene su precio. Siempre
tenemos presente nuestro pecado, dice el Salmo. Solos no podemos borrarlo. Sólo
Dios lo quita, sólo Él con su misericordia nos hace salir de nuestras miserias
más profundas. Como aquellos discípulos, necesitamos dejarnos perdonar”, subrayó el Santo Padre.
“El perdón en el Espíritu Santo es el don pascual
para resurgir interiormente”, continuó. “Pidamos la gracia de acogerlo, de abrazar el Sacramento del perdón”.
El tercer don de Jesús con el que entrega su misericordia es ofrecer sus
llagas. “Esas llagas nos han curado”,
recordó el Papa. Pero, “¿cómo puede curarnos una
herida? Con la misericordia”.
“Las llagas son canales abiertos entre Él y
nosotros, que derraman misericordia sobre nuestras miserias. Son los caminos
que Dios ha abierto completamente para que entremos en su ternura y
experimentemos quién es Él, y no dudemos más de su misericordia”.
Una vez que recibieron la misericordia del Maestro, los discípulos “se volvieron misericordiosos”. Así se refleja en
los Hechos de los Apóstoles, donde se relata que “nadie
consideraba sus bienes como propios, sino que todo lo tenían en común”.
Francisco subrayó que “no es comunismo, es
cristianismo en estado puro”.
El Papa Francisco finalizó su homilía invitando a preguntarse: “Yo, que tantas veces recibí la paz de Dios, su perdón,
su misericordia, ¿soy misericordioso con los demás? Yo, que tantas veces me he
alimentado con su Cuerpo, ¿qué hago para dar de comer al pobre?”.
Al finalizar la celebración Eucarística el Papa Francisco presidió desde
la misma iglesia del Santo Spirito in Sassia el rezo del Regina Coeli.
POR MIGUEL PÉREZ
PICHEL | ACI Prensa
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