Las vacaciones son
un momento de crecimiento interior y armonía.
Por: P. Antonio Rivero, L.C. | Fuente: Catholic.net
Hay una frase en los evangelios que nos
demuestra que el descanso es una creatura de Dios buena, legítima y necesaria.
Esta frase la pronunció el mismo Jesús, hombre verdadero, para quien las cosas
humanas, nuestras cosas, no le eran indiferentes. Dice así: “Venid conmigo a un lugar retirado y tranquilo y
descansad un poco” (Marcos 6, 31).
Es un gesto de Jesús lleno de delicadeza, de amor, de humanismo. Cabe
preguntarnos: ¿para qué sirven las vacaciones, el descanso corporal? En este artículo trataremos de dar
alguna luz sobre esta experiencia humana que todos los años toca a nuestra
puerta: el descanso veraniego, las vacaciones.
1. LAS VACACIONES PARA UN CRISTIANO SON UN MEDIO ÓPTIMO PARA REPONER Y RESTAURAR FUERZAS FÍSICAS.
El trabajo del año ha sido arduo y desgastante. “El descanso -dirá el papa Juan Pablo II- significa dejar las ocupaciones cotidianas, despegarse de las normales fatigas del día, de la semana y del año”. El cuerpo no es un camión de carga, ni una máquina que funciona las veinticuatro horas del día, los doce meses del año. Necesita de su descanso y del sano esparcimiento. No podemos tenerlo siempre en tensión, pues se quebraría.
Se cuenta de un santo que acariciaba apaciblemente una perdiz. De pronto un cierto filósofo se aproxima con aparejo de cazador y se maravilla de que el santo varón, que gozaba de tanta reputación, se entretuviera y perdiera el tiempo en cosas tan insignificantes como el acariciar a una perdiz. Entre los dos personajes se entabló este diálogo.
- “¿Eres tú el santo insigne del que me hablaron? ¿Por qué te entretienes en diversiones tan ridículas?” - pregunta el filósofo.
- “¿Qué es esto que llevas en la mano?” - le preguntó a su vez el santo varón.
- “Un arco” -respondió en filósofo.
- “Y, ¿por qué no lo llevas siempre tenso?” -Dijo el santo.
- “No conviene - responde el filósofo-, pues si estuviese siempre tenso se echaría a perder el arco. Así, cuando fuera necesario lanzar un disparo más potente contra alguna fiera, por haber perdido su fuerza debido a la continua rigidez, el tiro no iría ya con la violencia necesaria”.
- “Pues bien, -concluyó el santo- no te admire tampoco, joven, que yo conceda a mi espíritu este inocente y breve esparcimiento. Si de vez en cuando no le permitiese descansar de su tensión, concediéndole algún solaz, la misma continuidad del esfuerzo le ablandaría y aflojaría, y no podría obedecer a las órdenes y a las exigencias del espíritu”.
Este ejemplo nos pone ante la vista la necesidad de concedernos al año una tregua de descanso, para reponer nuestras fuerzas y poder después trabajar por Dios, por la familia, por los demás...y de esta manera ir construyendo ya en vida nuestra eternidad. Y esta tregua se logra encontrándonos con la naturaleza, escalando montañas, contemplando el mar o la arboleda, nadando en la playa, jugando con los hijos, y mil diversiones más, que están a nuestro alcance y que hacen que nuestro arco - nuestro cuerpo- no se rompa.
1. LAS VACACIONES PARA UN CRISTIANO SON UN MEDIO ÓPTIMO PARA REPONER Y RESTAURAR FUERZAS FÍSICAS.
El trabajo del año ha sido arduo y desgastante. “El descanso -dirá el papa Juan Pablo II- significa dejar las ocupaciones cotidianas, despegarse de las normales fatigas del día, de la semana y del año”. El cuerpo no es un camión de carga, ni una máquina que funciona las veinticuatro horas del día, los doce meses del año. Necesita de su descanso y del sano esparcimiento. No podemos tenerlo siempre en tensión, pues se quebraría.
Se cuenta de un santo que acariciaba apaciblemente una perdiz. De pronto un cierto filósofo se aproxima con aparejo de cazador y se maravilla de que el santo varón, que gozaba de tanta reputación, se entretuviera y perdiera el tiempo en cosas tan insignificantes como el acariciar a una perdiz. Entre los dos personajes se entabló este diálogo.
- “¿Eres tú el santo insigne del que me hablaron? ¿Por qué te entretienes en diversiones tan ridículas?” - pregunta el filósofo.
- “¿Qué es esto que llevas en la mano?” - le preguntó a su vez el santo varón.
- “Un arco” -respondió en filósofo.
- “Y, ¿por qué no lo llevas siempre tenso?” -Dijo el santo.
- “No conviene - responde el filósofo-, pues si estuviese siempre tenso se echaría a perder el arco. Así, cuando fuera necesario lanzar un disparo más potente contra alguna fiera, por haber perdido su fuerza debido a la continua rigidez, el tiro no iría ya con la violencia necesaria”.
- “Pues bien, -concluyó el santo- no te admire tampoco, joven, que yo conceda a mi espíritu este inocente y breve esparcimiento. Si de vez en cuando no le permitiese descansar de su tensión, concediéndole algún solaz, la misma continuidad del esfuerzo le ablandaría y aflojaría, y no podría obedecer a las órdenes y a las exigencias del espíritu”.
Este ejemplo nos pone ante la vista la necesidad de concedernos al año una tregua de descanso, para reponer nuestras fuerzas y poder después trabajar por Dios, por la familia, por los demás...y de esta manera ir construyendo ya en vida nuestra eternidad. Y esta tregua se logra encontrándonos con la naturaleza, escalando montañas, contemplando el mar o la arboleda, nadando en la playa, jugando con los hijos, y mil diversiones más, que están a nuestro alcance y que hacen que nuestro arco - nuestro cuerpo- no se rompa.
2.
LAS VACACIONES SON, ADEMÁS, UN MEDIO MARAVILLOSO PARA ALIMENTAR UN POCO MÁS EL
ALMA.
Durante el año no tenemos tanto tiempo para la oración, para la lectura de la biblia, para acudir a la misa diaria, para rezar el rosario en familia y para otras actividades que elevan el espíritu y el alma.
Durante el año no tenemos tanto tiempo para la oración, para la lectura de la biblia, para acudir a la misa diaria, para rezar el rosario en familia y para otras actividades que elevan el espíritu y el alma.
Ahora, en estos meses de verano, sin el trajín y
el agobio del trabajo, podemos dedicar más tiempo a Dios y al alma. ¡Qué hermoso sería que durante las vacaciones la familia
entera se reuniera varias veces a la semana para escuchar y participar de la
misa! ¡Cómo se nutriría el alma si al final del día se sentaran padres e hijos
para leer unas líneas de los santos evangelios y se comentasen entre todos!
¿Cuántos de nosotros durante las vacaciones visitamos un museo o un parque
nacional, asistimos a un concierto de buena música o a una obra teatral? Todas
estas actividades alegran el espíritu, lo elevan, lo dignifican, por ser
creaciones del ingenio humano.
Nuestra madre Iglesia, experta en humanismo, nos dice: “El tiempo libre se debe emplear rectamente para el descanso del espíritu y para cuidar la salud de la mente y del cuerpo, por medio de ocupaciones y estudios libres, por medio de viajes a otras regiones, que enriquecen el espíritu y que, además, enriquecen a los hombres con un conocimiento mutuo; por medio también de ejercicios y manifestaciones deportivas, que son una ayuda para conservar el equilibrio psíquico, incluso colectivamente, así como para establecer relaciones fraternas ente los hombres de toda condición, de todas las naciones o de razas diferentes” (Concilio Vaticano II, Gaudium et spes 61).
3. FINALMENTE, LAS VACACIONES SON EXCELENTE MEDIO PARA DARNOS Y ENTREGARNOS DE LLENO A LOS DEMÁS, SOBRE TODO, A LA PROPIA FAMILIA.
Durante el año, el papá y, a veces, la mamá trabajaban hasta altas horas de la tarde. Los niños cursaban por la mañana sus estudios en la escuela y en la tarde tenían sus actividades extraescolares (deporte, inglés, natación, etc...). Apenas se ven, apenas tienen un diálogo familiar, apenas se conocen, apenas comparten gozos y alegrías, preocupaciones, penas y proyectos.
Nuestra madre Iglesia, experta en humanismo, nos dice: “El tiempo libre se debe emplear rectamente para el descanso del espíritu y para cuidar la salud de la mente y del cuerpo, por medio de ocupaciones y estudios libres, por medio de viajes a otras regiones, que enriquecen el espíritu y que, además, enriquecen a los hombres con un conocimiento mutuo; por medio también de ejercicios y manifestaciones deportivas, que son una ayuda para conservar el equilibrio psíquico, incluso colectivamente, así como para establecer relaciones fraternas ente los hombres de toda condición, de todas las naciones o de razas diferentes” (Concilio Vaticano II, Gaudium et spes 61).
3. FINALMENTE, LAS VACACIONES SON EXCELENTE MEDIO PARA DARNOS Y ENTREGARNOS DE LLENO A LOS DEMÁS, SOBRE TODO, A LA PROPIA FAMILIA.
Durante el año, el papá y, a veces, la mamá trabajaban hasta altas horas de la tarde. Los niños cursaban por la mañana sus estudios en la escuela y en la tarde tenían sus actividades extraescolares (deporte, inglés, natación, etc...). Apenas se ven, apenas tienen un diálogo familiar, apenas se conocen, apenas comparten gozos y alegrías, preocupaciones, penas y proyectos.
En las vacaciones se pueden crear lazos de unión
mucho más estrechos e íntimos entre padres e hijos, entre nietos y abuelos,
entre tíos y primos. El hijo quiere estar a solas con su papá y la hija con su
mamá, conocerlos más y más...y por eso el padre debería invitar a su hijo a
pescar o a jugar y tener sus ratos de conversación serena con ese hijo; la
madre, por su parte, debería hacerse un huequito al día para pasear con su
hija, sentarse en la plaza y abrir su alma y su corazón a esa hija de sus
entrañas, que tanta necesidad tiene del cariño materno; a ella le compete
introducir a su hija en el hermoso misterio de la vida. También el abuelo
quiere sentirse amado y querido. Ansía tener entre sus rodillas a ese
nietecillo y acariciarlo y contarle experiencias vividas, pues todo anciano es
portador de vivencias acumuladas durante los largos años de la vida. La abuela quiere
sentirse útil. Quisiera peinar a su nietita, enseñarle a coser y a rezar.
Quisiera ser amada, estimada, escuchada. Las vacaciones son momento
privilegiado para lograr estos objetivos.
Ojalá
que estas vacaciones sean un momento de crecimiento interior, de armonía y
conocimiento familiar y de descanso corporal, a fin
de comenzar el nuevo año con nuevos bríos, alegría renovada y contagiante
entusiasmo...y así seguir construyendo desde aquí abajo la eternidad tan
deseada.
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