REVERENDO PADRE:
Mi nombre es Aurora y
vivo en Patagonia, Argentina. Primero que nada le agradezco por el blog que ha
creado para la ayuda de muchos.
Le quiero hacer
una consulta. Resulta que nos conocimos hace casi un año y llevamos casi cinco
meses de noviazgo.
Yo me decidí por él, porque que
él es un hombre bueno, de buen corazón, inteligente, de carácter agradable,
dulce y sobre todo: él es religioso y ama a Dios. Y
él me ama.
El problema que yo tengo es que físicamente no me agrada.
Anteriormente y para que
conozca un poco más acerca de mí, yo he sido una mujer muy temerosa en el amor.
Nunca lograba estar con un chico que "me
gustara". No sabía amar. Me dejaba llevar por mis gustos del
momento. Tenía aventuras hasta con chicos que no me atraían pero igualmente
tenía relaciones con ellos. Otras veces quería conquistar así el amor de algún
chico, pero sin resultado. Todo eso me dejó al final muy herida en cuanto a mi
relación con Dios, conmigo misma y con el varón. Pero yo no comprendía que
buscando el amor estaba buscando a Dios. Pero lo fui como comprendiendo y
empecé a buscarlo, porque el amor que buscaba en los chicos me dejaba vacía.
Hasta que al fin lo encontré a Dios. O mejor dicho, Él que me venía buscando,
terminó de manifestárseme y de encontrarme.
Desde esa fecha que fue hacia
el final del año 2008, mi vida cambió. Llegué a estar casi enamorada de Jesús,
de su amor infinito y de lo misericordioso que había sido conmigo. ¡Cómo me rescató, como a la Magdalena! Yo creo que
entiendo lo que le pasaba a ella.
Entonces estuve sola y por
primera vez estuve en paz con mi soledad y sin miedo de seguir estándolo.
Estaba realmente feliz. Hasta que después de un tiempo conocí al que ahora es
mi novio. Con él no he tenido relaciones. Sin embargo, hace unos meses casi
caímos. Creo que fui yo la que induje la situación de peligro. Yo me sentía
insegura de quererlo y de que él me quisiera. Era algo tan nuevo para mí, que
me preguntaba si eso que había en él y en mí podía ser verdaderamente el amor.
Porque me estaba pasando algo que nunca antes me había pasado. Algo tan
inexplicable, tan sereno e interior, tan poco apasionado.
Y comparando esta relación con
las que había tenido en mi pasado de pecado se me producía un estado de
confusión. Entonces, un día yo me dejé llevar, porque quería descubrir si tenía
deseos de estar con él y forcé un poco mis sentidos. Y lo que es peor, lo
excité a él. Así que ese día casi caímos los dos, mejor dicho, casi lo hice
caer. Eso no ha vuelto a pasar porque lo conversamos y yo entendí los temores
que me habían impulsado y nos pusimos medios para no caer.
Como resultado de que él no me
agrada al contacto físico, a veces yo no soy muy cariñosa, es decir, no tengo
la iniciativa de besarle, o no le pongo mucha pasión a los besos. Yo no me daba
cuenta de eso, pero el últimamente se ha empezado a quejar y me dice que lo
trato fríamente y sin cariño. Incluso me pregunta si me nace besarlo y me pide
que sea más demostrativa de mi afecto.
Yo creo que él me ama y también
que le gusto mucho físicamente. Pero a mí no me pasa eso mismo con él.
Yo he superado mi duda acerca
de si lo quiero. Creo que sí lo quiero: por su buen corazón, por cómo me quiere
y me entiende, además porque también ama a Dios. Y sigo con él de novia porque
me parece – aunque no estoy segura y por eso le pregunto a usted su parecer -
que el hecho de que "me guste", pasa
a un segundo plano en el matrimonio. Y me parece que posiblemente sean
solamente tonterías mías. Por eso no se lo he contado a nadie y es usted el
primero a quien consulto por estos sentimientos míos. Sin embargo, sí me
angustian, porque pronto me voy a casar con él y no quiero equivocarme. Usted
deme por favor su consejo.
Saludos y muchas gracias.
Aurora
MI RESPUESTA
MI RESPUESTA
Querida Aurora:
Si él te ama y tú, reconociendo
su amor, lo has aceptado, entonces es el esposo a quien el Señor te destina
para que, en prenda de tu amor, le des hijos. Lee varias veces este párrafo y
grábatelo en la inteligencia, porque me parece que aún no lo tienes como el
hilo conductor de tu pensamiento.
En el designio de ese Dios que
te ama y a quien amas, tú eres para él y no él para ti.
No es la mujer la que elige al varón. Es Dios quien la destina a uno de sus hijos, a quien le pone en el corazón el amor por ella, entre todas las posibles.
Cuando tú anduviste eligiendo
chicos, bien lo dices, te fue mal. Tú buscabas en ellos el amor y encontrabas
solamente la decepción y la humillación.
Ahora parece que apareció en tu
vida el hombre a quien Dios le ha puesto en el corazón el amor por ti. Tú así
lo intuyes y por eso le has dado el sí.
Entonces, de lo que se trata es
de aceptar que el Padre te destina a ese hombre, como destinó a Eva a Adán,
para que fuera "un auxilio de Dios para él en
su presencia y frente a él". Ese hombre, si verdaderamente te ama,
es una misión de Dios para ti. Lee esto y medítalo y métetelo en el corazón.
Entonces creo que se te
relativizará mucho la dificultad física que encuentras, que es totalmente
secundaria y que debe ser de los sacrificios que exige el amor. Estás
experimentando y me lo dices, que sus cualidades interiores te atraen más hacia
él de lo que logran esos rasgos físicos separarte de él o tenerle una aversión
invencible.
Algún pequeño sacrificio te puede exigir el amor. Porque un verdadero amor sabe sacrificar algo. Un amador que no sabe sacrificarse por amor, no es amador verdadero. Su amor no es puro sino todavía muy mezclado de amor propio.
¿Qué hacía que
Teresa de Calcutta movida por el amor divino pudiera soportar por amor a Cristo
el mal olor de los mendigos moribundos tirados en las calles sucias de
Calcutta? El amor sacrifica. Si te vas a casar por la Iglesia, no
vas a contraer un lazo puramente humano y natural de matrimonio. Vas a contraer
un "sacramento" en el que los
esposos son ministros el uno para el otro. Ministros, no de su propio amor,
sino de un amor que el Padre ha puesto en ellos, para que lo ejerciten no como
cosa propia, sino como ministros de un amor ajeno. Como ministros del amor de
Cristo, que ama al esposo con el amor de la esposa y ama a la esposa en el amor
del esposo.
Tu amor será el amor de Cristo
traducido en lenguaje de amor de mujer, para tu futuro esposo, Ese Jesús que
inflamó tu amor hasta sentirte casi enamorada de él puede enseñarte cómo sufrió
por los que amaba y cómo es capaz de sufrir por los que ama, entre ellos por
ti. Cristo se aguantó el olor de los doce apóstoles y de los mendigos... por
amor.
El bien del matrimonio no es el
placer sexual o la concupiscencia. Sino que, como enseña San Agustín, el bien
del matrimonio son 1) los hijos, 2) la fidelidad mutua
y 3) el sacramento. El deseo sexual y la concupiscencia son algo
secundario que tiene categoría de medio para esos fines. Y a veces, los medios,
pueden no ser del todo agradables. Como los remedios amargos o dolorosos se
toman por el fin que es la salud.
Es bien claro que lo tuyo es
una tentación del demonio, porque estuvo a punto de hacerte caer en pecado a ti
y de inducir a pecado mortal a tu novio. ¿Por qué? Examínate
bien. Tú misma lo dices: "porque tú querías
saber si tenías deseos de tener relaciones con él". Como hija de
Eva, que también quería saberlo todo por sí misma, aún desobedeciendo. Por eso
comió del fruto de la ciencia del bien y del mal. También tú querías saber
algo, independientemente y aún en contra de la voluntad de Dios. En vez de
preguntárselo al Señor, querías averiguarlo por ti misma y tus malos hábitos
pasados casi te traicionan y dañas a tu novio.
En todo tu correo electrónico,
en ningún momento te planteas con claridad esta pregunta, que, sin embargo es
la decisiva y ante la cual todo lo demás tiene que ceder el paso: "¿Es éste el hijo de Dios a quien el Padre me
destina como esposa. para madre de sus hijos?". Si logras asumir en
fe ese planteo, todo se iluminará para ti con luz de Dios. Sabrás que tu novio
es portador de un amor divino hacia ti y que tú debes cultivar y cuidar ese
amor. Un amor que se te entrega para que lo cuides y mantengas vivo. Para que
lo "sirvas" y así reines, porque "servir" por amor, es "reinar".
La atracción o repulsión
física, dentro de los límites que se te plantean, es secundaria. Porque el amor
– lo estás experimentando por primera vez en tu vida - no es algo físico e
instintivo - sino algo principalmente espiritual y desde allí englobante y
hasta redentor de lo físico y lo instintivo. El Espíritu Santo dirige, gobierna
y también, si es conveniente para alcanzar los fines sagrados, “sacrifica” – es decir: “hace
sacro o sagrado” - lo instintivo.
Además, hay que considerar que
el amor fundado en la consideración de las buenas cualidades interiores y del
alma, es algo que crece con el tiempo y el ejercicio.
En cambio, eso que hoy
experimentas como un obstáculo, irá perdiendo importancia y desvaneciéndote,
hasta que un día te preguntes cómo pudiste verlo como un impedimento para el
amor.
Por fin, él también podría
quizás ver un obstáculo en tu naturaleza de mujer y los fenómenos propios de
esa naturaleza, que tú misma, como todas, de alguna manera deplora y oculta,
cubre y disimula, con higiene y perfumes. Si varón y mujer se rechazaran por
eso solamente, no estaríamos ni tú ni yo en este mundo. Dar la vida es algo
grandioso y pide algún pequeño sacrificio, tan natural como nuestra naturaleza
corpórea. Nuestra corporeidad reporta aspectos íntimos repugnantes que, sin
embargo, la fuerza del amor ha vencido desde siempre.
Si te quedan dudas consultame de nuevo. Y si se te aclararon, tendré gusto en saberlo.
Te bendigo como padre de todo corazón y te agradezco la confianza que has depositado en mí para consultarme algo tan íntimo.
Padre Horacio
2.
ESTIMADO PADRE:
Le agradezco muchísimo su
respuesta, la leí y empecé a meditar en lo que usted me decía y hasta ahora me
queda grabado que yo tengo una misión con mi novio, y es la misión que Dios me
ha dado, y que yo por el fruto de mi amor le tengo que dar hijos.
Por ahora estoy meditando en la
primera, "Dios me ha dado una misión con él".
También pensé mucho en que yo
fui elegida para él, y así como María debo ser dócil y aceptar lo que Dios
quiere en mí. Dios ha puesto amor por mí en el corazón de un hombre tan bueno,
que a veces yo me sorprendo de lo bueno que es, y cuando me pongo a meditar
eso, meditarlo y contemplarlo me pone feliz.
Me ha ayudado muchísimo lo que
usted me hablaba del amor, de la Madre Teresa, cómo ella se acercaba a tanta
gente y no le importaba si tenían mal aspecto, eran feos y olían mal, y vi lo
mío como algo tan insignificante, algo que sí puedo soportar bien.
Gracias padre por su consejo,
que el Señor siempre lo bendiga.
Aurora
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