domingo, 7 de abril de 2019

TESTIMONIO - CARTA A MI ENGREÍDA


Te has apartado de Dios y de tu Santísima Madre, la que te bautizó con el nombre de “Mi rayito de sol”.

Te conozco desde que tenías seis años, desde aquel día en que tus padres se unieron al grupo y tú te adelantaste pidiendo ser también del grupo. Lo que tú no sabes es que no te uniste a nuestro grupo, sino que te entregaste a Dios y a su Santísima Madre.

Desde aquel glorioso día, el Señor te colmó de todos sus dones, convirtiéndote en el mejor instrumento del grupo. Te dio el “don de lenguas”, te dio “profecía”, te hizo portavoz de sus Palabras y muchos otros dones que ni te imaginas. Y sin querer has estado en sintonía conmigo desde ese entonces. Siento lo que tú sientes y tú sientes lo que yo siento... sabes realmente cómo me siento en este momento.

¿Sabes?... me encantan esas lagrimas que en este momento caen como perlas en mi corazón.

Mi función no fue el traerte hacia mí, sino acercarte a Dios. Yo no podré ser un ejemplo de santidad, sólo soy un pequeño instrumento de Dios que usa lo que sea para que se cumpla sus designios. No me considero nada comparado contigo. Sé que tengo mil defectos, pero… yo no debo ser tu ejemplo. Mañana ya no estaré aquí… no sé realmente a dónde me enviará mi Señor, pero Él siempre estará contigo, esperando que sigas sus designios.

¿Te acuerdas cuando llorabas porque no te traían a las reuniones? Ahora, ni siquiera les dices a tus padres que tenemos una reunión especial para pedir por alguien. Sé que algunas veces nos apoyas en oración… pero siento que ya no es lo mismo.

Sé que algunas personas te han hablado mal de mí, inclusive tú me viste fumando y tomando en ciertas reuniones, pero, gracias a que una vez me escondiste la cajetilla de cigarros, he dejado de fumar. El tomar unos tragos, mientras sean controlados y no sean causa de pecado, no es falta grave. Jesús también tomaba de vez en cuando un vinito, hasta convirtió el agua en vino a pedido de su Madre. Por allí alguien me dijo un día, que Jesús convertía el vino en agua antes de tomárselo.

Sé que ya eres mayor de edad y estás en una etapa muy difícil de la vida, ya quieres decidir por ti misma, pero, ahora puedes decidir a quién seguir, ya nadie te puede decir qué hacer o qué no hacer... ahora puedes imponerte y venir aunque sea sola... pero no lo haces. Antes tenías la excusa de que tus padres no podían o no querían que vengas... ahora ya no tienes excusas. Ahora el que llora soy yo por no haberte guiado correctamente, por no haberte dado un ejemplo de ruta, por no haber sido un buen instrumento de Dios, por haberte fallado a ti y a Él.

¡Cómo me gustaría que llores nuevamente por venir a nuestras reuniones! Sé que estás en búsqueda de nuevas sensaciones, de un nuevo acercamiento a Dios. ¡Ojala que así sea! No me importa mucho si lo haces a través de nuestro grupo o de otro, lo que si me importa es que encuentres un camino y no desperdicies lo que Dios con tanto amor te dio… sus dones. El buen Pastor nunca abandona a sus ovejas.

Ahora me toca a mí llorar por ti para que vayas a cualquier grupo… siempre estarás en mi corazón… nunca dejaré de pedir por ti… ¡Rayito de sol! Cuenta conmigo como amigo, padre o como lo que sea… las 24 horas del día y más estarás en mi corazón. ¡Cómo me gustaría sentirte unida a Dios y a su Santísima Madre como antes!

José Miguel Pajares Clausen

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