En sus apariciones a Santa Faustina Kowalska,
Cristo, bajo la devoción del Señor de la Divina Misericordia; aseguró
varias gracias a los que se acogieran a su misericordia.
“Deseo que la Fiesta de la Misericordia sea refugio
y amparo para todas las almas y, especialmente, para los pobres pecadores… El
alma que se confiese y reciba la Santa Comunión obtendrá el perdón total de las culpas y de las penas…
Que ningún alma tema acercarse a mí, aunque sus pecados sean como escarlata”, dijo el Señor en una promesa que hizo a la santa polaca en una de sus
apariciones místicas.
Más adelante, San Juan Pablo II instituyó
oficialmente la indulgencia plenaria para esta fiesta.
En el 2002, esta promesa de Cristo se hizo “oficial”
en la Iglesia cuando,
por mandato del Papa polaco, la Santa Sede publicó el
“decreto sobre las indulgencias recibidas en la Fiesta de la Divina
Misericordia”, un don que también puede alcanzar a los
enfermos y los navegantes en altamar.
En el segundo Domingo de Pascua,
que este año será el 28 de abril, se concede la indulgencia plenaria,
con las condiciones habituales (confesión sacramental, comunión
eucarística y oración por las intenciones del Papa) al fiel que participe en actos de piedad realizados en
honor de la Divina Misericordia.
“O al menos rece, en presencia del Santísimo
Sacramento de la Eucaristía, públicamente expuesto o conservado en el Sagrario,
el Padrenuestro y el Credo, añadiendo una invocación piadosa al Señor Jesús
misericordioso (por ejemplo, ‘Jesús misericordioso, confío en ti’)”, dice el texto del decreto.
Asimismo se concede indulgencia parcial “al
fiel que, al menos con corazón contrito, eleve al Señor Jesús misericordioso
una de las invocaciones piadosas legítimamente aprobadas”.
También los enfermos y las personas que los asisten, los navegantes, los
afectados por la guerra, las vicisitudes políticas o la inclemencia de los
lugares “y todos
los que por justa causa no pueden abandonar su casa o desempeñan una actividad
impostergable en beneficio de la comunidad, podrán conseguir la
indulgencia plenaria”.
Esto siempre y cuando, con total rechazo de cualquier pecado y con la
intención de cumplir, en cuanto sea posible, las tres condiciones habituales
recen “frente a una piadosa imagen de nuestro Señor
Jesús misericordioso, el Padrenuestro y el Credo, añadiendo una invocación
piadosa al Señor Jesús misericordioso”.
Asimismo, si ni siquiera se pudiera hacer lo antes descrito, podrán
obtener la indulgencia plenaria “los que se unan
con la intención a los que realizan del modo ordinario la obra prescrita para
la indulgencia y ofrecen a Dios misericordioso una oración y a la vez los
sufrimientos de su enfermedad y las molestias de su vida, teniendo también ellos el propósito
de cumplir, en cuanto les sea posible, las tres condiciones prescritas para lucrar
la indulgencia plenaria”.
Jesucristo también prometió a Santa Faustina que cuando se rece la Coronilla de
la Divina Misericordia junto a los moribundos se pondrá “entre el Padre y el alma agonizante no como el Juez
justo sino como el Salvador misericordioso”.
Redacción ACI
Prensa
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