VATICANO, 12 Ene. 17 / 06:37 am (ACI).- El Papa Francisco
reflexionó, en su homilía de la Misa celebrada en la Casa
Santa Marta, sobre esta frase de la carta a los hebreos: “Si oís hoy su
voz, no endurezcáis vuestros corazones”. El “hoy” y el “corazón” centraron
la enseñanza del Santo Padre.
Ese “hoy” del que habla la carta es “nuestra vida”,
explicó el Papa. Se trata de un “hoy”
“después del cual no habrá un recomenzar, un mañana. Un hoy en el cual hemos
recibido el amor de Dios, la promesa de Dios de encontrarlo. Un hoy en el que
tenemos la oportunidad de renovar nuestra alianza con la fidelidad de Dios”.
“¿Tenemos
el corazón abierto al Señor en nuestro ‘hoy’?”, preguntó. Por eso, el Pontífice resaltó la importancia de rechazar la
tentación de dejar las cosas para mañana, “la
tentación del mañana que no se hará”.
En este sentido recordó la parábola de las diez vírgenes, cinco de las
cuales no habían llevado con ellas el aceite para las lámparas, por lo que
tuvieron que salir a comprarlo, y cuando regresaron encontraron la puerta
cerrada.
“Esto no lo digo para asustarlos –explicó Francisco–, sino, simplemente para
decir que nuestra vida es un hoy: hoy o
nunca. Pienso en ello. El mañana será el mañana eterno, sin poniente,
con el Señor para siempre, si soy fiel en este hoy. La petición que les hago es
la que hace el Espíritu Santo: ‘¿Cómo vivo en este hoy?’”.
En cuanto a la segunda palabra sobre la que reflexionó: el “corazón”, el Papa dijo que con él “encontramos al Señor”.
“En
nuestros corazones es donde se juega el ‘hoy’. ¿Está nuestro corazón
abierto al Señor? A mí siempre me impresiona cuando encuentro a una persona
anciana, muchas veces un sacerdote o una hermana, que me dice: ‘Padre, rece por
mi perseverancia final’. ‘Pero has hecho el bien toda la vida, cada día de tu
hoy lo has dedicado al servicio en el Señor. ¿De qué tienes miedo?’. ‘No, no.
Mi vida no se ha desperdiciado, quiero vivirla plenamente. Rece para que el hoy
llegue pleno, con el corazón fuerte en la fe y no arruinado por el pecado, el
vicio o la corrupción’”.
“El ‘hoy’
no se repite: la vida es esta. Y el corazón debe estar abierto, abierto
al Señor, no cerrado, no duro, no endurecido, no sin fe, no perverso, no
seducido por el pecado”.
El Papa se remontó a los tiempos en que Jesús predicaba y puso a los
doctores de la ley que perseguían al Señor como ejemplo de personas con el
corazón cerrado. “El Señor ha encontrado a muchos
con el corazón cerrado: los doctores de la ley, toda aquella gente que lo
perseguía, que lo ponía a prueba para condenarlo…, y finalmente lo lograron”.
El Santo Padre pidió mirarse uno mismo y comprobar si estamos abiertos
al Señor: “volvamos a casa con esas dos palabras.
¿Cómo es mi hoy? Nuestra puesta de sol
puede producirse hoy mismo, este día, o dentro de muchos días. Pero,
¿cómo es mi hoy en la presencia del Señor?”.
“¿Cómo está mi corazón? ¿Permanece abierto?
¿Permanece firme en la fe? ¿Se deja conducir por el amor del Señor? Con estas
dos preguntas pedimos al Señor la gracia de la cual cada uno de nosotros
estamos necesitados”, cuestionó finalmente.
Evangelio comentado por
el Papa en su homilía:
Marcos 1:40-45
40 Se le acerca un leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dice: «Si quieres, puedes limpiarme.»
41 Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: «Quiero; queda limpio.»
42 Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio.
43 Le despidió al instante prohibiéndole severamente:
44 «Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio.»
45 Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían a él de todas partes.
40 Se le acerca un leproso suplicándole y, puesto de rodillas, le dice: «Si quieres, puedes limpiarme.»
41 Compadecido de él, extendió su mano, le tocó y le dijo: «Quiero; queda limpio.»
42 Y al instante, le desapareció la lepra y quedó limpio.
43 Le despidió al instante prohibiéndole severamente:
44 «Mira, no digas nada a nadie, sino vete, muéstrate al sacerdote y haz por tu purificación la ofrenda que prescribió Moisés para que les sirva de testimonio.»
45 Pero él, así que se fue, se puso a pregonar con entusiasmo y a divulgar la noticia, de modo que ya no podía Jesús presentarse en público en ninguna ciudad, sino que se quedaba a las afueras, en lugares solitarios. Y acudían a él de todas partes.
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