domingo, 18 de diciembre de 2016

¿POR QUÉ YA NO PENSAMOS EN LOS DEMONIOS COMO PRESENCIAS COTIDIANAS?

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La presencia del demonio como personificación del mal contrapuesto a Dios, es una parte del cristianismo que ha caído más en desgracia.
En el afán racionalista, se ha cortado el nexo que conecta a Dios con el demonio.
En el mejor de los casos, ambos pueden ser dos entidades que podrían existir, pero cada uno en lo suyo.
La presencia de Dios ha derivado en el concepto de una fuerza creadora que hizo el universo, sus leyes y eventualmente lo mantiene y con poca vinculación personal con los hombres.
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Mientras que los demonios son vistos como seres que atormentan el camino de algunos hombres a quienes poseen.
De modo que la lucha es entre algunos hombres y los demonios, quienes quieren impedir el camino de algunos desafortunados.
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Pero a nivel personal no se suelen ver los demonios como una realidad que lo puede afectar a él, sino casi como un juego, una fantasía.
Esto es lo que explica que los “demonios cristianos” sean considerados parte de la épica medieval.
Mientras que la visión moderna de los demonios está limitada a lo que se muestra en los exorcismos: una entidad malvada que se introduce en una persona (de mala suerte) y la posee, mientras un técnico entrenado lucha desde afuera para desalojarlo.
Y todo transcurre ajeno a la lucha cósmica entre Dios y los demonios, a la acción sistemática de los demonios en la naturaleza y al trabajo de los demonios mediante la tentación.
LA HUMANIDAD SIEMPRE HA CREÍDO ESPÍRITUS MALVADOS
La humanidad ha creído durante mucho tiempo en la existencia de espíritus malignos que rondan y atormentan a los vivos.
En muchas civilizaciones antiguas, como la asiria, persa, hindú, y hebrea, encontramos cuentos de demonios.
El primer relato conocido sobre demonios se encuentra en el Testamento de Salomón, supuestamente escrito por el propio rey hebreo, aunque se cree que es una obra de los inicios de la era cristiana.
Pero fue el cristianismo el que desarrolló una tipología completa de los demonios y sus actividades.
En los Evangelios de Mateo, Marcos y Lucas, Jesús expulsa demonios de los poseídos, y también se señala que Él pasó ese poder a sus discípulos.
Sacerdotes católicos, de los que se dice han recibido este poder de estos discípulos a través del principio de la sucesión apostólica, aún realizan exorcismos.
Un hecho que, en nuestro tiempo, ha marcado fuertemente la conciencia pública a través de la película y el libro de William Peter Blatty, “El Exorcista”.
De hecho, las películas de exorcismo han aparecido regularmente en los teatros durante la última década, y en muchos proyectos de Hollywood.
Una encuesta reciente mostró que casi dos tercios de los estadounidenses entre 18 y 29 años, creen en el concepto de la posesión demoníaca.
Por lo tanto, la idea de que el diablo y los demonios existen no ha pasado de moda en nuestro mundo moderno, a pesar de que nuestra sociedad secular se ha declarado hostil hacia lo sobrenatural.
Tal vez, paradójicamente, mientras que en los Estados Unidos, la creencia en el demonio está en aumento, la creencia en Dios institucionalizada parece estar en declive entre los estadounidenses, al igual que la concurrencia a la iglesia.
Aunque uno podría especular sobre las razones de esta aparente contradicción, parece lógico que la creencia en los demonios al menos debería alentar la creencia en Dios.
“La gente dice que Dios ha muerto, pero ¿cómo pueden pensar eso si yo les he mostrado el Diablo?”, escribe el perturbado personaje epónimo en la película “El exorcismo de Emily Rose”.
NO SE PIDE PROTECCIÓN CONTRA LOS DEMONIOS SINO AYUDA PARA RESOLVER LOS PROBLEMAS PERSONALES
La teología cristiana enseña que Lucifer (nombre que significa “Luz”) era un ángel que se rebeló contra Dios, y que sus demonios adeptos son ángeles caídos que siguieron a Lucifer en su desobediencia.
La Guerra en el Cielo, que se menciona en el libro del Apocalipsis, fue dramatizada en forma memorable por John Milton en su poema narrativo “El Paraíso Perdido”.
Donde se anticipa la caída de Adán, y termina con el Arcángel San Miguel aplastando a Lucifer y sus secuaces.
Hoy en día, muchos católicos aún rezan la oración a San Miguel, que pide a Dios que arroje al infierno a Satanás y a todos los espíritus malignos que andan dispersos por el mundo, buscando la perdición de las almas.
También en los bautismos católicos, y en los de algunas iglesias cristianas, se emplea un “exorcismo menor”, una oración que busca proteger a los bautizados contra las tentaciones de satanás.
Y sin embargo, el cristiano medio rara vez pide la protección cotidiana contra demonios específicos.
Al mismo tiempo, la idea de santos que intervienen a favor de los seres humanos ha seguido siendo popular entre los cristianos desde la época medieval temprana.
Así hoy, el devoto católico todavía puede usar la oración de intercesión para pedir a un santo favorito que intervenga en su favor ante el Todopoderoso.
O puede orar a cierto santo patrono para obtener ayuda específica: por ejemplo, a San Antonio para ayudar a encontrar un objeto perdido, o a San Blas para curar una dolencia de garganta o a Santa Rita para un pedido que se cree imposible, etc.
Pero incluso los más religiosos, entre los occidentales, han abandonado en gran parte una visión dualista de la guerra espiritual.
Aparte de los casos espectaculares que impliquen la posesión, Occidente parece haber olvidado que el diablo o los demonios pueden hacer que uno haga lo que ellos quieren.
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Al igual que la gracia de Dios nos impulsa a hacer el bien a los demás, las tentaciones de los demonios pueden llevarnos hacia el mal y a grandes masas de gente.
Incluso los que admiten la existencia de un ser espiritual o seres espirituales malvados, tenderán a reducir a satanás y sus secuaces a personajes inverosímiles, a menudo cómicos.
Clive Staples (conocido como C.S. Lewis) reconoció esta tendencia moderna ya en la primera mitad del siglo XX.
En su libro “Cartas del diablo a su sobrino”, el demonio-mentor Screwtape (Escrutopo) aconseja a su protegido: “Si la más leve sospecha de tu existencia empieza a surgir en su mente, insinúale una imagen de algo con mallas rojas, y persuádele de que, puesto que no puede creer en eso, no puede, en consecuencia, creer en ti”.
Creer en el diablo y los demonios como enemigos, peligrosos, vigentes y activos de la humanidad asistida por Dios, es tal vez una condición necesaria para mantener una fuerte fe en Dios.
Sin la primera, esta última probablemente se desmoronaría.
HUBO UN TIEMPO EN QUE LA EXPLICACIÓN DE LOS PROBLEMAS HUMANOS VENÍA POR EL LADO DE LOS DEMONIOS
Solía ser una táctica común de los padres asustar a los hijos, para que se comportaran, relatándoles cuentos sobre espíritus malos y criaturas malvadas que atacaban súbitamente a los niños desobedientes.
Uno piensa en los cuentos de hadas de los hermanos Grimm y la historia de Caperucita Roja.
Pero quizás hoy seamos, simplemente, demasiado sensibles, demasiado sofisticados, demasiado “iluminados”, como para creer en tales cosas.
No siempre fue así. En la época medieval, los pensadores cristianos comenzaron a clasificar los demonios según su tipo y actividad.
Michael Pselo, monje y erudito bizantino del siglo XI aconsejó a emperadores, el español franciscano del siglo XV Alfonso de Spina, y el astrólogo-teólogo alemán Cornelius Agrippa (en su De occulta hilosophia de 1509/1510) se encontraban entre estos.
De Spina fue preciso a la hora de clasificar y contar los demonios. En una oportunidad calculó que el número de ángeles caídos que se rebelaron contra Dios era de 133 306 668.
Otros escritores cristianos asocian demonios específicos con pecados específicos.
Al demonio Asmodeo se lo identificó con los pecados de la carne, tal como lo había sido desde el tiempo de los antiguos hebreos, y que aparece en el Libro de Tobías, uno de los libros deuteronómicos.
Fanal de la Luz, un tracto anónimo publicado entre 1409 y 1410, asoció al demonio Belcebú con la envidia.
El obispo alemán Peter Binsfield designó un demonio diferente como responsable de cada uno de los siete pecados capitales:
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Lucifer: orgullo; Mammon: avaricia; Asmodeo: lujuria; Leviatán: envidia; Belcebú: gula; Satanás: ira, Belfegor: pereza.
El dominico francés Sébastien Michaelïs estuvo involucrado en el exorcismo de una joven monja y en su relato “La Admirable Historia de la Posesión y la Conversión de una mujer penitente”, publicado en Inglés en 1620, contó lo que el demonio que la poseía aparentemente le dijo sobre la jerarquía infernal.
Michaelïs habló de ciertos santos que se enfrentan como enemigos acérrimos de demonios específicos.
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En un dualismo que predijo el paradigma moderno de los superhéroes de cómics y sus archienemigos.
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Por lo tanto, San Pedro combate a Leviatán, que incita a la herejía;
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a Sonneillon, que empuja a los hombres al odio, se le opone San Esteban;
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San Francisco de Asís lucha contra Belcebú, que fomenta el pecado de orgullo.
En el “Diccionario de los Infiernos” escrito por el ocultista francés Jacques Auguste Simon Collin de Plancy, se describe el orden demoníaco del infierno similar al de un tribunal francés.
Este Diccionario resultó tan popular que tuvo varias ediciones entre 1818 y 1863.
EL CASO DEL DEMONIO TITIVILLUS
Pero la actividad demoníaca no se limita simplemente al ámbito del pecado.
Los demonios fueron asociados, por así decirlo, con la creación de problemas.
Escribas medievales, por ejemplo, atribuyen sus errores de escritura a un demonio malicioso llamado Titivillus.
Este demonio parece haberse originado en el siglo IV, cuando fue visto por primera vez anotando los errores de los sacerdotes en su recitación de la liturgia.
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Así como los chismes de los feligreses en trozos de pergamino, que luego metía en su bolsa, guardándolos para luego ser usados como evidencia contra las almas en el Día del Juicio.
Según Juan de Gales (escritor franciscano) en su “Tratado de Penitentia” de 1285, Titivillus era un demonio que trabajaba bajo órdenes de Lucifer, quien le mandaba le trajese diariamente miles de bolsas llenas de errores y negligencias contenidas en sílabas y palabras.
A este demonio se le atribuían los errores en el trabajo de los escribas: errores ortográficos, gramaticales, de redacción, etc.
En 1303, el inglés, Robert Manning de Brunne, compuso “Handlyng Synne”, una obra devocional que contenía una historia sobre Titivillus.
Parece que este demonio estaba ocupado en su trabajo durante una misa, copiando los chismes de dos mujeres, cuando se quedó sin espacio en su pergamino para anotar sus palabras.
Al estirar el pergamino con sus garras y dientes, el papel se rasgó en dos y Titivillus salió volando, haciendo que el desafortunado demonio golpeara su cabeza contra la pared de la iglesia y perdiese su trabajo.
Un diácono que fue testigo del incidente estalló en carcajadas, interrumpiendo la misa y viendo a Titivillus escabullirse avergonzado en las sombras.
Titivillus mostró lo que podía hacer, cuando Carlomagno ordenó que todos los manuscritos clásicos y cristianos de su imperio se volviesen a copiar en minúscula carolingia, la nueva letra desarrollada por su profesor-asesor, Alcuino de York.
La orden del emperador estimuló a legiones de monjes a pasar sus días copiando cuidadosamente textos en salones de escritura, conocidos como scriptoria.
Inevitablemente, se deslizaron errores en su trabajo.
Curiosamente, los eruditos modernos reportan que los errores más típicos hechos por los monjes fueron la omisión de palabras.
La invención de la imprenta estimuló aún más el trabajo de Titivillus.
En 1631, el demonio dio su golpe maestro, cuando los editores reales Robert Baker y Martin Lucas, publicaron lo que debía ser una copia de la Biblia del Rey Jacobo, en la que se omitió la palabra “no” en el Séptimo Mandamiento (Exodo 20:14).
Por lo tanto, “La Biblia Maldita”, como se la conoce, indicaba que el Todopoderoso animaba a los devotos a cometer adulterio.
La ganancia de Titivillus resultó en pérdidas para los editores ya que el Rey multó a Baker y Lucas con 300 libras.
Además se ordenó destruir los 1.000 ejemplares, aunque varias copias sobreviven hoy por las cuales se ofrece actualmente miles de dólares.
¿QUÉ HA PASADO QUE YA NO PENSAMOS EN LOS DEMONIOS COMO PRESENCIAS COTIDIANAS?
Tal vez es porque el laico occidental ha rechazado la idea de que nuestro mundo ha caído en todos los aspectos.
Que el pecado original ha desfigurado no sólo el alma humana sino también la mente humana, y de hecho todo el mundo físico.
Terremotos, inundaciones, incendios, tormentas, y las enfermedades pueden ser el resultado de la expulsión del hombre del pacífico paraíso del Edén, que a su vez es el resultado del pecado.
Pero generalmente somos insensibles a indicios de que la naturaleza puede ser no sólo un inconveniente, sino francamente malévola.
Muchos bomberos, por ejemplo, dirán que los fuegos que combaten parecen tener mentes despiadadas, empeñadas en la muerte y la destrucción.
Y hay una razón por la que las serpientes, venenosas y astutas, desde tiempo inmemorial, han sido asociadas con el mismo Maligno.
El Mal entonces, es la raíz de toda imperfección mundana y de todo el sufrimiento humano, sin importar si este último es el resultado de fuerzas externas o internas.
También bajo este paradigma cristiano, el error humano – incluyendo simples errores de juicio y fallos en el desempeño mental o rendimiento – debe ser comprendido no como un simple fenómeno neutro o falla aleatoria sino como fruto de la maldad.
Como consecuencia de la caída, del mal y de aquellos agentes reales del mal: los demonios.
SIN EMBARGO EL DEMONIO ESTÁ CADA VEZ MÁS ACTIVO
A pesar de que los demonios han ‘caído en desgracia’ en el imaginario de los cristianos, los exorcistas experimentan más demanda.
Los cristianos creen menos en el demonio y éste entonces está más libre para actuar.
Dos de los más grandes exorcistas de la Iglesia Católica en el Reino Unido creen que las personas dan acceso de su cuerpo a los demonios cuando consumen alcohol, ven pornografía y tener contacto con los libros y películas de Harry Potter.
Y estas cosas son casa vez más comunes.
Los sacerdotes que prefirieron no ser identificados, informaron que en los últimos años ha crecido la búsqueda de “liberación”.
En una entrevista con el Sunday Times, explicaron que existe una “obsesión” de las personas con lo sobrenatural y lo está causando la caída en el número fieles al cristianismo.
Sostienen que “Es normal que los seres humanos tengan una fascinación mórbida con la idea de una batalla contra el mal”.
Pero esto es a nivel de una fantasía, como casi un juego, y no como una realidad concreta.
Para los sacerdotes, las personas están influenciadas por los programas de televisión que muestran la oscuridad como algo fascinante, incluso hermosa.
Esto “debilita” las defensas humanas contra el diablo.
Uno de los sacerdotes, el exorcista de la archidiócesis de Southwark, afirma que “hay un mayor interés en los exorcismos por muchas razones.
La cultura popular está llena de historias sobrenaturales. Los jóvenes ven programas sobre vampiros y Harry Potter.
La mayoría de las personas afirman no tener religión, pero todavía existe la necesidad de creer en algo invisible”.
Según él, hay casos de personas que reciben repentinamente la capacidad de predecir el futuro o hablar un nuevo idioma. Algunos comienzan a tener miedo de los objetos sagrados.
Y esto es lo que demuestra que el enemigo está cada vez más presente.
En 2008, Jeremy Davies sacerdote exorcista de Westminster, había dicho además que la homosexualidad y la promiscuidad podían conducir a la posesión del demonio.
También dijo que satanás engaña a la gente haciéndoles creer que el aborto, el matrimonio homosexual y la anticoncepción son aceptables a Dios.
Fuentes:

Foros de la Virgen Maria

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