El principal acto del Papa en
esta festividad de la Inmaculada Concepción tiene lugar por la tarde ante la embajada de España, donde se
encuentra el monumento a la Purísima más célebre de Roma.
Por la mañana Francisco rezó el Ángelus desde el balcón de su despacho ante miles de fieles congregados bajo el frío y el sol del mediodía de este 8 de diciembre.
Recordando en las lecturas el libro del Génesis y el relato del pecado original con las actitudes de Adán y Eva ante él, el Papa dijo que "el miedo a Dios, acusando a los otros y no acusándome a mí mismo, significa que me estoy alejando de Dios y eso es el pecado".
Frente a ese miedo, Dios sale a encontrarnos mediante la Encarnación, "y esto ha sido posible por medio de un gran ‘sí’: el del pecado era un ‘no’, este es un ‘sí’, un gran ‘sí’, el de María en el momento de la Anunciación", explicó.
Cristo "se hizo en todo igual a nosotros, excepto en una cosa: ese ‘no’, excepto el pecado. Por eso eligió a María, la única criatura sin pecado, inmaculada", para su nacimiento terrenal.
El "sí" de Nuestra Señora "es el ‘sí’ más importante de la historia, el ‘sí’ humilde que derroca el ‘no’ soberbio de los orígenes, el ‘sí’ fiel que cura la desobediencia, el ‘sí’ disponible que derroca el egoísmo del pecado".
Nada que ver con nuestra actitud ante Él: "Somos expertos en los medios ‘sí’: somos buenos para fingir que no hemos entendido bien lo que Dios querría y la conciencia nos sugiere. Somos también astutos para no decir un ‘no’ verdadero y propio a Dios y decimos: ‘Pero discúlpame no puedo’, ‘no hoy pero mañana’, ‘mañana seré mejor, mañana rezaré, haré el bien, mañana’. Esta astucia nos aleja de Dios y nos lleva al no del pecado, de la mediocridad. El famoso ‘pero’, ‘si Señor pero…’.
Francisco invitó a los presentes a seguir a Dios con el "sí" incondicional de la Madre de Dios: "Con generosidad y confianza imitando a María digamos hoy, cada uno de nosotros, este sí personal a Dios".
Texto íntegro de la alocución del Papa en el Angelus
“Queridos hermanos y hermanas ¡Buen día!
Por la mañana Francisco rezó el Ángelus desde el balcón de su despacho ante miles de fieles congregados bajo el frío y el sol del mediodía de este 8 de diciembre.
Recordando en las lecturas el libro del Génesis y el relato del pecado original con las actitudes de Adán y Eva ante él, el Papa dijo que "el miedo a Dios, acusando a los otros y no acusándome a mí mismo, significa que me estoy alejando de Dios y eso es el pecado".
Frente a ese miedo, Dios sale a encontrarnos mediante la Encarnación, "y esto ha sido posible por medio de un gran ‘sí’: el del pecado era un ‘no’, este es un ‘sí’, un gran ‘sí’, el de María en el momento de la Anunciación", explicó.
Cristo "se hizo en todo igual a nosotros, excepto en una cosa: ese ‘no’, excepto el pecado. Por eso eligió a María, la única criatura sin pecado, inmaculada", para su nacimiento terrenal.
El "sí" de Nuestra Señora "es el ‘sí’ más importante de la historia, el ‘sí’ humilde que derroca el ‘no’ soberbio de los orígenes, el ‘sí’ fiel que cura la desobediencia, el ‘sí’ disponible que derroca el egoísmo del pecado".
Nada que ver con nuestra actitud ante Él: "Somos expertos en los medios ‘sí’: somos buenos para fingir que no hemos entendido bien lo que Dios querría y la conciencia nos sugiere. Somos también astutos para no decir un ‘no’ verdadero y propio a Dios y decimos: ‘Pero discúlpame no puedo’, ‘no hoy pero mañana’, ‘mañana seré mejor, mañana rezaré, haré el bien, mañana’. Esta astucia nos aleja de Dios y nos lleva al no del pecado, de la mediocridad. El famoso ‘pero’, ‘si Señor pero…’.
Francisco invitó a los presentes a seguir a Dios con el "sí" incondicional de la Madre de Dios: "Con generosidad y confianza imitando a María digamos hoy, cada uno de nosotros, este sí personal a Dios".
Texto íntegro de la alocución del Papa en el Angelus
“Queridos hermanos y hermanas ¡Buen día!
Las lecturas de hoy, solemnidad
de la Inmaculada Concepción de la Bienaventurada Virgen María, presenta dos
pasajes cruciales en la historia de la relación entre el hombre y Dios:
podríamos decir que nos conducen a los orígenes del bien y del mal. Estos dos
pasos nos conducen al origen del bien y del mal.
El libro de la Génesis nos
muestra el ‘no’ de los orígenes, el ‘no’ humano, cuando el hombre ha preferido
mirarse a sí más bien que a su Creador, ha querido hacer con su cabeza, ha decidido
bastarse a sí mismo.
Pero así haciendo, al salirse de
la comunión con Dios, se ha perdido justamente él mismo y ha comenzado a tener
miedo, a esconderse y acusar a quien le está cerca. Estos son los síntomas: el
miedo, un síntoma de miedo a Dios, indica que estoy diciendo ‘no’ a Dios, acusar a los otros y no acusarme a mí
mismo significa que me estoy alejando de Dios y esto hace el pecado.
Pero el Señor no deja al hombre a
merced de su mal; enseguida lo busca y le dirige una palabra llena de temor: ‘¿Dónde estás?’. Como si digiera: ‘detente’. Es la pregunta de un padre o una madre
que busca a su hijo perdido: ‘¿Dónde estás?’. ‘¿En
qué situación has terminado?’. Y esto Dios lo hace con tanta paciencia,
hasta colmar la distancia que se crea en los orígenes.
Este es uno de los
pasajes. El segundo pasaje crucial narrado hoy en el Evangelio, es cuando
Dios viene a habitar entre nosotros, se hace hombre como nosotros. Y esto ha
sido posible por medio de un gran ‘sí’, el
del pecado era un ‘no’, este es un ‘sí’, un gran ‘sí’, el
de María en el momento de la Anunciación.
Por esto Jesús inició su camino
en los caminos de la humanidad; lo inició en María, transcurriendo los primeros
meses de vida en el seno materno; no apareció ya adulto y fuerte, pero siguió
todo el recorrido de un ser humano. Se hizo en todo igual a nosotros, excepto
en una cosa: ese ‘no’, excepto el pecado.
Por esto ha elegido a María, la
única criatura sin pecado, inmaculada. En el evangelio, con una palabra sola
ella es llamada ‘llena de gracias’, o sea
rebosante de gracia. Quiere decir que en ella, inmediatamente llena de gracia,
no hay espacio para el pecado. Y también nosotros cuando nos dirigimos a ella
reconocemos esta belleza: la invocamos ‘llena de
gracia’, sin sombra de mal.
María responde a la propuesta de
Dios diciendo: ‘Aquí está la esclava del Señor’.
No dice: ‘Bueno, esta vez haré la voluntad de Dios,
me vuelvo disponible, después veré…’.
No, el suyo es un ‘sí’ que es pleno y sin condiciones. Y así como el
‘no’ de los orígenes había cerrado el paso
del hombre a Dios, así el ‘sí’ de María ha
abierto el camino de Dios entre nosotros. Es el ‘sí’
más importante de la historia, el ‘sí’ humilde
que derroca el ‘no’ soberbio de los
orígenes, el ‘sí’ fiel que cura la
desobediencia, el ‘sí’ disponible que
derroca el egoísmo del pecado.
También cada uno de nosotros
tiene una historia de salvación hecha de ‘sí’ y
de ‘no’ a Dios. A veces pero somos expertos
en los medios ‘sí’: somos buenos para fingir
que no hemos entendido bien lo que Dios querría y la conciencia nos sugiere.
Somos también astutos para no decir un ‘no’ verdadero
y propio a Dios y decimos: ‘Pero discúlpame no
puedo’, ‘no hoy pero mañana’, ‘mañana seré mejor, mañana rezaré, haré el bien,
mañana’. Esta astucia nos aleja de Dios y nos lleva al no del pecado, de
la mediocridad. El famoso ‘pero’, ‘si Señor pero…’.
Así cerramos la puerta al bien y
el mal se aprovecha de estos ‘sí’ que
faltaron. Cada uno de nosotros tiene una colección adentro, de ‘sí’ que han faltado.
En cambio cada ‘sí’ pleno a Dios da origen a una historia nueva:
decir sí a Dios es verdaderamente ‘original’, no
el pecado que nos vuelve viejos en nuestro interior. Han pensado que el pecado
nos vuelve viejos en el interior, nos envejece rápidamente. Cada ‘sí’ a Dios da origen a historias de salvación
para nosotros y para los demás.
En este camino de Adviento, Dios
desea visitarnos y espera nuestro sí: pensemos, yo hoy qué ‘sí’ tengo que decir a Dios, pensemos, nos hará
bien y escucharemos la voz del Señor en nuestro interior que los llevará a
realizar un paso adelante. Con el cual le decimos: “Creo en ti, espero en ti, te amo; se cumpla en mi tu voluntad de
bien”. Con generosidad y confianza imitando a María digamos hoy, cada
uno de nosotros, este sí personal a Dios.
A todos
les deseo una buena fiesta y un buen camino de Adviento con la guía de la
Virgen María. Y por favor no se olviden de rezar por mí. ‘¡Buon pranzo e arrivederci!'”.
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