Nunca dijo a nadie que llevaba un estigma más
escondido, excepto al que sería futuro Juan Pablo II
San Pío de Pietralcina fue uno
de los poquísimos santos en tener en su cuerpo
los signos visibles y tangibles de la Pasión de Cristo, y sufrió
también los mismos atroces dolores que otra herida más, confirmando lo que
había revelado directamente Jesús a San Bernardo sobre la presencia de una
dolorosísima y desconocida llaga en su hombro.
Un nuevo y desconcertante descubrimiento sobre los dolores en la espalda
sufridos por padre Pío la hizo tras su muerte uno de sus amigos más queridos e
hijo espiritual, fray Modestino de Pietralcina.
Este fraile era paisano suyo, que le ayudaba en algunas ocupaciones
domésticas, lo advirtió. El santo le dijo un día que uno de los grandes dolores
que sentía era cuando tenía que cambiarse la camiseta. Fray Modestino no
comprendió lo que había detrás de aquella frase, pensando que se trataba del
dolor que sentía cuando tenía que quitarse la tela del contacto con la herida
del costado. Se dio cuenta después de tres años, cuando ponía en orden los
vestidos del difunto, el 4 de febrero de 1971 (http://www.riscossacristiana.it,
mayo 2014).
El padre guardián le encargó que recogiera todo lo que había pertenecido
a Padre Pío y lo sellara en bolsitas de nylon. Se dio cuenta de que en la
camiseta había una gran mancha a la altura del hombro derecho, cerca de la
clavícula. La mancha tenía un diámetro de unos diez centímetros
(mas o menos el que se nota en la Sábana Santa). Al quitarse la camiseta,
el dolor debía ser tremendo si la llaga estaba en carne viva.
“Informé en seguida de este descubrimiento
al padre superior – recuerda fray Modestino – quien me
dijo que escribiera un breve informe. También el padre Pellegrino
Funicelli, que durante años había asistido al Padre Pío, me confió que, al
ayudar muchas veces al Padre a cambiarse la camiseta de lana que llevaba,
notaba siempre, en unas veces en el hombro derecho y otras en el izquierdo, una
equimosis circular”.
WOJTYLA,
CONFIDENTE
De esa llaga nadie supo nada nunca. Sólo lo supo el
futuro Papa Juan Pablo II, y si el santo fraile sólo se lo
reveló a él, debía haber alguna razón particular.
En el libro “L’autobiografia segreta“, de Francesco Castelli,
historiador, postulador de la causa de beatificación de Karol Wojtyla
y profesor de Historia de la Iglesia moderna y contemporánea en
el ISSR “R. Guardini” de Taranto, cuenta que el
cardinale Andrzej Maria Deskur, en una entrevista, se refirió a un encuentro
en San Giovanni Rotondo, en abril de 1948, entre el entonces
sacerdote Karol Wojtyla y el fraile estigmatizado. Fue entonces cuando el
fraile le comunicó la existencia de la “llaga más
dolorosa” (Zenit.org, 2008).
UNA REVELACIÓN
Fray Modestino afirma haber tenido una revelación del propio Padre Pío
después de su muerte. “Una noche, antes de dormir,
le hice una petición en la oración: ‘Querido Padre, si realmente tenías esa
llaga, dame una señal’. Me dormí. Pero, exactamente a la una
y cinco minutos de esa noche, mientras dormía tranquilamente, un
dolor agudo y repentino en el hombro me hizo despertar. Era como si alguien,
con un cuchillo, me hubiera descarnado el hueso de la clavícula. Si ese
dolor hubiese durado unos minutos más, creo que habría muerto. Al mismo tiempo,
oí una voz que me decía: ‘¡Así he sufrido yo!’. Un intenso perfume me
envolvió y llenó toda mi celda. Sentí el corazón desbordante de amor a
Dios. Sentí una extraña sensación: ser privado de ese sufrimiento
insoportable me era aún más penoso. El cuerpo quería rechazarla pero
el alma, inexplicablemente, la deseaba. Era dolorosísima y dulce a la vez. ¡Por
fin lo había comprendido!”.
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