"Después de
esto se dirigió Jesús a un pueblo llamado Naín. Iba acompañado de sus
discípulos y de mucha otra gente. Al acercarse al pueblo vio que llevaban
a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda. Mucha gente del
pueblo la acompañaba. Al verla, el Señor tuvo compasión de ella y le dijo:
– No llores.
En seguida se
acercó y tocó la camilla, y los que la llevaban se detuvieron. Jesús dijo
al muerto:
– Muchacho, a ti te
digo, ¡levántate!
Entonces el muerto
se sentó y comenzó a hablar, y Jesús se lo entregó a la madre. Al ver
esto, todos tuvieron miedo y comenzaron a alabar a Dios diciendo:
– Un gran profeta
ha aparecido entre nosotros.
También decían:
– Dios ha venido a
ayudar a su pueblo.
Y por toda
Judea y sus alrededores corrió la noticia de lo que había hecho
Jesús."
Este texto nos presenta a un
Jesús muy humano. Se emociona ante una viuda y le devuelve a su hijo sano y
salvo. Aquí ni hay una petición previa como en los demás milagros. Jesús no le
pide muestras Fe a la viuda. La ve necesitada y la ayuda. Las viudas en Israel
quedaban abocadas a la pobreza. y más razón esta, que acaba de perder al hijo
que puede ayudarla. Jesús nos enseña que debemos ayudar a los más necesitados
sin condición alguna. No hemos de esperar su petición, ni exigirles una conducta
determinada. Así como Jesús se emociona ante quien acaba de perderlo todo, si
nosotros queremos ser sus discípulos, debemos hacer lo mismo.
Ante las puertas de Europa están llamando muchas "viudas", ante las que no hacemos nada. Personas que lo han perdido todo y, en lugar de ayudarlas, las hemos encerrados en campos de concentración. La gente de su tiempo se sintió admirada ante Jesús por su misericordia. ¿Seguimos nosotros su ejemplo?
Ante las puertas de Europa están llamando muchas "viudas", ante las que no hacemos nada. Personas que lo han perdido todo y, en lugar de ayudarlas, las hemos encerrados en campos de concentración. La gente de su tiempo se sintió admirada ante Jesús por su misericordia. ¿Seguimos nosotros su ejemplo?
Enviat per Joan Josep
Tamburini
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