Si hay algo que nunca ha sido "safe" en la historia de los seres
humanos, por cómo nos afecta y sus consecuencias de todo tipo, ese algo es la
sexualidad. El sexo seguro no existe.
Cuando
veo que la mayor parte de las Comunidades Autónomas han aprobado leyes de
ideología de género, uno no puede por menos de preguntarse qué clase de
políticos tenemos, capaces de aprobar por unanimidad leyes tan estúpidas y
anticristianas, como si las más que probables víctimas de su actuación no vayan
a ser sus hijos y nietos, mientras son incapaces de ponerse de acuerdo en lo
que de verdad interesa a España. En este artículo voy a tratar de un aspecto de
la ideología de género, de la homosexualidad y su relación con la fidelidad y
la salud.
Empiezo por decir que la persona homosexual, como nos enseña la Iglesia, merece respeto. “Es de deplorar con firmeza que las personas homosexuales hayan sido y sean todavía objeto de expresiones malévolas y de acciones violentas. Tales comportamientos merecen la condena de los pastores de la Iglesia, dondequiera que se verifiquen. Revelan una falta de respeto por los demás, pues lesionan unos principios elementales sobre los que se basa una sana convivencia. La dignidad propia de toda persona siempre debe ser respetada en las palabras, en las acciones y en las legislaciones” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre la atención pastoral a las personas homosexuales, nº 10, Roma 1-X-1986). Ello no significa que los actos homosexuales no sean intrínsecamente desordenados y puedan recibir aprobación (cf. Catecismo de la Iglesia Católica nº 2357), y desde luego pienso que a ninguno de nosotros nos gustaría, aunque le respetemos, que un ser querido nuestro sea homosexual o lesbiana.
La mayor parte de las personas, independientemente de su tendencia sexual, buscan una relación duradera. Ello sucede también en las parejas homosexuales, pero especialmente entre los varones no suele reinar la fidelidad. La vida sexual de muchos homosexuales no es sino la búsqueda de satisfacciones sexuales. Muchos aceptan la promiscuidad en nombre de una libertad que considera que lo realmente importante es el placer físico, algo que por supuesto sucede igualmente con bastantes heterosexuales. Aunque no todos los gays tienen continuas relaciones ocasionales, la promiscuidad, incluso con cifras muy elevadas de socios sexuales diversos, es muy frecuente en el ambiente homosexual. Muchos intentan llenar su vacío afectivo-sexual con el sexo, pero el sexo no llena ese vacío, siendo la fidelidad casi imposible para él. No nos olvidemos que la infidelidad destruye la confianza, por lo que la pareja gay suele ser de corta duración.
Escribe Luca di Tolve, en su libro Ero gay, en el que narra cómo llegó a la heterosexualidad, que en una encuesta del 2003 se afirma que en una pareja del mismo sexo la duración media es de año y medio. Que en una muestra de 156 parejas sólo siete llegaron a durar cinco años en relación exclusiva y que en una investigación precedente el 65% admitieron haber tenido más de cien relaciones con personas distintas. En mi época gay, reconoce, no hubiese admitido estos datos, porque hubiesen supuesto reconocer el fracaso de la relación homosexual, incapaz de solucionar las exigencias de afecto y amor del ser humano.
No nos olvidemos además de las consecuencias para la salud, pues quien se acuesta con alguien, sanitariamente lo hace con todas las personas que se han ido a la cama con su socio. Si se tienen relaciones sexuales, entonces, el uso del preservativo disminuye algo el peligro de contagio, aunque no lo elimina ni mucho menos del todo. Pero incluso usándolos, los riesgos y la tasa de fracasos son elevados (5-15% al año). Por ello los americanos suelen emplear la expresión “safer sex” (“sexo más seguro”, que no es lo mismo que sexo sin peligro). Si hay algo que nunca ha sido “safe” en la historia de los seres humanos, por cómo nos afecta y sus consecuencias de todo tipo, ese algo es la sexualidad. El sexo seguro no existe. Aconsejar a las personas, especialmente si lo hacen con alguien de alto riesgo, que es seguro tener relaciones genitales usando condones es falso y da un sentido erróneo de seguridad en algo que puede ocasionar una enfermedad muy grave e incluso la muerte a quien lo hace. El preservativo no logra ni mucho menos la protección absoluta.
Es decir, “el llamado 'sexo seguro' propagado por la 'civilización técnica' es en realidad, bajo el aspecto de las exigencias globales de la persona, radicalmente no-seguro, e incluso gravemente peligroso” (Carta de san Juan Pablo II a las Familias Gratissimum sane, 13). Los otros métodos anticonceptivos, como la píldora, no protegen en absoluto ni del sida ni de otras enfermedades de transmisión sexual. Todo ello conlleva que la esperanza de vida de un homosexual sea bastante inferior a la de un heterosexual.
Ante todo, pidamos a nuestros jóvenes castidad y fidelidad, siendo ésta la mejor prevención, y hagámoslo porque creemos que, especialmente en la vida sexual, el amor y la responsabilidad no sólo son posibles, sino que son la base de la dignidad humana.
Empiezo por decir que la persona homosexual, como nos enseña la Iglesia, merece respeto. “Es de deplorar con firmeza que las personas homosexuales hayan sido y sean todavía objeto de expresiones malévolas y de acciones violentas. Tales comportamientos merecen la condena de los pastores de la Iglesia, dondequiera que se verifiquen. Revelan una falta de respeto por los demás, pues lesionan unos principios elementales sobre los que se basa una sana convivencia. La dignidad propia de toda persona siempre debe ser respetada en las palabras, en las acciones y en las legislaciones” (Congregación para la Doctrina de la Fe, Carta a los Obispos de la Iglesia Católica sobre la atención pastoral a las personas homosexuales, nº 10, Roma 1-X-1986). Ello no significa que los actos homosexuales no sean intrínsecamente desordenados y puedan recibir aprobación (cf. Catecismo de la Iglesia Católica nº 2357), y desde luego pienso que a ninguno de nosotros nos gustaría, aunque le respetemos, que un ser querido nuestro sea homosexual o lesbiana.
La mayor parte de las personas, independientemente de su tendencia sexual, buscan una relación duradera. Ello sucede también en las parejas homosexuales, pero especialmente entre los varones no suele reinar la fidelidad. La vida sexual de muchos homosexuales no es sino la búsqueda de satisfacciones sexuales. Muchos aceptan la promiscuidad en nombre de una libertad que considera que lo realmente importante es el placer físico, algo que por supuesto sucede igualmente con bastantes heterosexuales. Aunque no todos los gays tienen continuas relaciones ocasionales, la promiscuidad, incluso con cifras muy elevadas de socios sexuales diversos, es muy frecuente en el ambiente homosexual. Muchos intentan llenar su vacío afectivo-sexual con el sexo, pero el sexo no llena ese vacío, siendo la fidelidad casi imposible para él. No nos olvidemos que la infidelidad destruye la confianza, por lo que la pareja gay suele ser de corta duración.
Escribe Luca di Tolve, en su libro Ero gay, en el que narra cómo llegó a la heterosexualidad, que en una encuesta del 2003 se afirma que en una pareja del mismo sexo la duración media es de año y medio. Que en una muestra de 156 parejas sólo siete llegaron a durar cinco años en relación exclusiva y que en una investigación precedente el 65% admitieron haber tenido más de cien relaciones con personas distintas. En mi época gay, reconoce, no hubiese admitido estos datos, porque hubiesen supuesto reconocer el fracaso de la relación homosexual, incapaz de solucionar las exigencias de afecto y amor del ser humano.
No nos olvidemos además de las consecuencias para la salud, pues quien se acuesta con alguien, sanitariamente lo hace con todas las personas que se han ido a la cama con su socio. Si se tienen relaciones sexuales, entonces, el uso del preservativo disminuye algo el peligro de contagio, aunque no lo elimina ni mucho menos del todo. Pero incluso usándolos, los riesgos y la tasa de fracasos son elevados (5-15% al año). Por ello los americanos suelen emplear la expresión “safer sex” (“sexo más seguro”, que no es lo mismo que sexo sin peligro). Si hay algo que nunca ha sido “safe” en la historia de los seres humanos, por cómo nos afecta y sus consecuencias de todo tipo, ese algo es la sexualidad. El sexo seguro no existe. Aconsejar a las personas, especialmente si lo hacen con alguien de alto riesgo, que es seguro tener relaciones genitales usando condones es falso y da un sentido erróneo de seguridad en algo que puede ocasionar una enfermedad muy grave e incluso la muerte a quien lo hace. El preservativo no logra ni mucho menos la protección absoluta.
Es decir, “el llamado 'sexo seguro' propagado por la 'civilización técnica' es en realidad, bajo el aspecto de las exigencias globales de la persona, radicalmente no-seguro, e incluso gravemente peligroso” (Carta de san Juan Pablo II a las Familias Gratissimum sane, 13). Los otros métodos anticonceptivos, como la píldora, no protegen en absoluto ni del sida ni de otras enfermedades de transmisión sexual. Todo ello conlleva que la esperanza de vida de un homosexual sea bastante inferior a la de un heterosexual.
Ante todo, pidamos a nuestros jóvenes castidad y fidelidad, siendo ésta la mejor prevención, y hagámoslo porque creemos que, especialmente en la vida sexual, el amor y la responsabilidad no sólo son posibles, sino que son la base de la dignidad humana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario