El Padre Pío se comunicaba
intensamente con su Ángel. Llamaba a su Ángel Angelino.
Y se valía de él para
múltiples actividades.
Las anécdotas que traemos aquí
nos indican cómo podemos aprovechar las posibilidades de nuestro Ángel de la
Guarda.
El ángel del Padre Pío sentía
gran compasión por los terribles sufrimientos del Santo.
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Y sentía una gran alegría a causa de su crecimiento espiritual y la gloria ofrecida a Dios.
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Y sentía una gran alegría a causa de su crecimiento espiritual y la gloria ofrecida a Dios.
Veamos
algunas historias del Padre Pío de cómo su ángel le ayudaba.
ÁNGEL TRADUCTOR
El
ángel le traducía cartas o hacía de intérprete cuando venían personas que no
sabían italiano.
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El padre Pío no había estudiado lenguas extranjeras, pero las entendía.
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No había estudiado francés, pero lo escribía.
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A la pregunta de su director, el padre Agustín, sobre quién le había enseñado francés, el padre respondió:
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Si la misión del ángel custodio es grande, la del mío es más grande aún, porque debe hacer de maestro explicándome otras lenguas.
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El padre Pío no había estudiado lenguas extranjeras, pero las entendía.
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No había estudiado francés, pero lo escribía.
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A la pregunta de su director, el padre Agustín, sobre quién le había enseñado francés, el padre respondió:
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Si la misión del ángel custodio es grande, la del mío es más grande aún, porque debe hacer de maestro explicándome otras lenguas.
A
principios de 1912 se le ocurrió al padre Agustín valorar la santidad del padre
Pío, escribiéndole en lenguas que él no conocía.
Y entre ambos comenzó una correspondencia en francés y griego. Padre Pío superó
brillantemente la prueba, porque hacía traducir las cartas a alguien.
Sobre esto hay un testimonio del cura párroco de
Pietrelcina que, bajo juramento, certificó que el padre Pío, estando en Pietrelcina, recibió una carta del
padre Agustín en griego.
El testimonio firmado dice así: “Pietrelcina, 25
de agosto de 1919. Certifico, bajo
juramento, yo, Salvatore Pannullo, párroco, que el padre Pío, después de
recibir la presente carta, me explicó literalmente el contenido.
Al preguntarle cómo había podido leerla y
explicarla, no conociendo el griego, respondió: “Lo sabe usted. Mi ángel custodio me ha explicado todo”.
El
padre Agustín escribió en su Diario: El padre Pío no sabía ni francés ni griego. Su
ángel custodio le explicaba todo y el padre respondía bien.
La ayuda de este singular maestro era tan eficaz
que podía escribir en lenguas extranjeras. Entre sus cartas escritas, hay algunas que, al menos en parte, fueron
escritas en francés.
Un
día vino de Estados Unidos una familia, porque la niña, de padres italianos,
quería hacer su primera comunión con el padre Pío.
La señorita americana, María Pyle, la preparó bien, pues la niña no sabía ni
palabra de italiano.
La víspera de la comunión, María Pyle la llevó al padre Pío para que confesara
a la niña, ofreciéndose a hacer de traductora, pero el padre Pío no
aceptó.
Después de la confesión, María Pyle le preguntó a la niña si el padre Pío le había entendido, y
respondió que sí.
Y tú ¿lo has entendido?
Sí.
Pero ¿te ha hablado en inglés?
Sí.
El
padre Ruggero afirma que un día se presentaron cinco austríacos que
querían confesarse con el padre Pío a pesar de no saber ni palabra de italiano.
Pensó que el padre Pío los rechazaría por no
entenderlos. Pero, al salir el primero,
salió riéndose, y los otros igualmente salieron con mucha alegría.
Yo le pregunté algunos días después cómo había
hecho para confesar a los cinco austríacos, que no sabían italiano, y me
respondió: Cuando quiero, entiendo
todo.
En
1940 vino un sacerdote suizo y habló en latín con el padre Pío. Antes de irse,
el sacerdote le encomendó a una enferma.
El
padre Pío le respondió en alemán: Ich werde Sie an die gottliche Barmherzigkeit
empfehlen (la encomendaré a la divina misericordia). El sacerdote quedó
admirado del hecho.
Refiere
el padre Luigi Lo Viscovo que un día vino un sacerdote francés, residente en
Lourdes,
que quería confesarse con el padre Pío.
Le
dije que el padre no oía confesiones en francés, porque no sabía esa lengua. Este sacerdote
respondió que debía ser como en Lourdes que hay confesiones en distintas
lenguas.
Me acerqué al padre Pío y le dije que ese sacerdote estaba hablando que él no conocía el francés ni
otras lenguas.
El padre Pío respondió: Dile que sé francés, inglés, griego, latín, hebreo, arameo, alemán y
otras lenguas, pero no quiero confesarlo.
El
padre Tarsicio Zullo declaró: Cuando llegaban a san Giovanni Rotondo peregrinos
de distintas lenguas, el padre Pío los comprendía.
Una vez le pregunté: “Padre, ¿cómo hace para
entender tantas lenguas y dialectos?”. Y respondió: “Mi ángel me ayuda y me traduce todo”.
ÁNGEL ENFERMERO
Cuando
estaba enfermo y no había nadie que le pudiera ayudar en un momento
determinado, era su ángel quien le hacía pequeños servicios.
El
padre Paolino cuenta al respecto: Viviendo con el padre Pío, llegué a tenerle
cierta confianza.
Cuando
estaba enfermo, sudaba mucho y tenía necesidad de ayuda para cambiarse. Muchas veces yo
estaba tan cansado que, apenas iba a la cama, me quedaba dormido.
Un día le dije: Si quieres que te ayude de noche, mándame tu ángel para que despierte.
Está bien.
Ese
día a medianoche fui despertado bruscamente. Pensé de inmediato en el padre
Pío,
pero me quedé dormido de nuevo.
A la mañana siguiente, le dije que había sentido que me despertaban y de nuevo me había dormido.
Le dije: “¿Para qué ha venido su ángel a despertarme, si me ha dejado dormir
otra vez? Si viene, que me despierte de modo que me levante”.
En la tarde de ese mismo día, le recordé lo mismo. En la noche me desperté y de nuevo me dormí.
La
tercera noche desperté de nuevo y me levanté corriendo para ir a la celda del
padre Pío.
Le pregunté qué necesitaba y me respondió: “Estoy lleno de sudor y no puedo cambiarme solo”.
Las
otras noches ¿quién lo cambiaba? Con seguridad su ángel.
En
1965 yo (P. Alessio Parente) pasaba parte de la noche acompañando al padre Pío y por la mañana
debía acompañarlo hasta el altar.
Después
guardaba sus guantes y me iba a mi celda a descansar un poco.
Muchas veces, cuando no me despertaba a tiempo, sentía a alguien tocar fuerte en mi puerta.
A
veces, sentía en mi sueño una voz que me decía: “Alessio, levántate”.
Un
día no me desperté ni para la misa ni para acompañarlo después de las
confesiones.
Despertado por otros hermanos, fui a la celda del
padre Pío y le dije: “Discúlpeme,
padre, pero no me he despertado”.
Y me respondió: “¿Tú crees que voy a mandarte siempre a mi ángel custodio a
despertarte?”.
ÁNGEL PROVEEDOR
En
una oportunidad el padre Pío, vestido de militar, no tenía para pagar el
billete del autobús para ir a su pueblo y el ángel lo pagó por él.
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Era el año 1917, en plena guerra mundial.
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El padre Pío había ido a Nápoles para el control de su salud en el hospital militar.
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Era el año 1917, en plena guerra mundial.
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El padre Pío había ido a Nápoles para el control de su salud en el hospital militar.
El
6 de noviembre le dieron licencia por ocho días. Fue a la estación y sacó gratis el billete en tren
de Nápoles a Benevento. Tenía una lira de dieta para el viaje.
Él dice: A la salida del hospital, atravesé una
plaza donde había mercado.
Me detuve un poco para observar lo que vendían y se me acercó un hombre que vendía sombrillas
de papel por una lira, pero no podía quedarme sin nada, pues debía pagar
el viaje (de Benevento a Pietrelcina).
Seguí
caminando y vino otro vendedor de sombrillas por 50 céntimos.
Viendo
a aquel hombre que tanto me insistía para llevar el pan a sus hijos, le tomé una y
le di 50 céntimos. Él, feliz, se fue.
Yo
estaba cansado y afiebrado. El tren llegó a Benevento con mucho retraso.
Apenas bajé del tren fui a la estación para tomar
el autobús para Pietrelcina, pero ya
había salido.
Tuve
que hacer noche en Benevento y pensé en quedarme en la estación para no
importunar a los amigos que conocía.
Busqué un lugar en la sala de espera, pero estaba
llena de gente. La fiebre aumentaba
cada vez más y no tenía fuerzas ni para tenerme en pie.
Cuando me cansaba de estar quieto, caminaba un poco dentro y fuera de la
estación.
El
frío y la humedad penetraban en mis huesos y así pasaron muchas horas.
Me
vino la tentación de entrar en el bar de la estación, porque allí el
local estaba caliente, pero estaba lleno de oficiales y soldados, esperando
trenes y cada uno gastaba su consumo.
Yo
solo tenía 50 céntimos y pensaba: “Si entro, ¿cómo hago?”.
El frío se hacía sentir cada vez más y la fiebre me
consumía. Eran las dos de la mañana
y no había ni un sitio vacío en la sala de espera ni para echarme a descansar
en el suelo.
Me
encomendé a Dios y a nuestra Madre celeste.
No
pudiendo aguantar más, entré en el bar. Las mesas estaban ocupadas y esperaba con ansia
que alguno se levantara para dejarme un sitio vacío.
Hacia las tres y media llegó el tren
Foggia-Nápoles, y varias mesas quedaron
vacías, pero por mi timidez no me dio tiempo para ocupar ni siquiera una
silla.
Yo pensaba: “No
tengo dinero ni para consumir más de un café y, si me siento, ¿qué
ganaría este pobre propietario que se pasa toda la noche trabajando?”.
A las cuatro llegaron algunos trenes y quedaron dos
mesas vacías. Me acomodé en un rincón,
esperando que no lo notaran los camareros.
Después de unos minutos, llegaron un oficial y dos suboficiales y se sentaron en la mesa vecina.
De inmediato se acercó el camarero y también a mí
me preguntó qué quería. Tuve que pedir
un café.
Los tres tomaron algo y de inmediato se fueron,
pero yo me decía: “Si lo bebo pronto,
tendré que salir y quiero que el café me dure hasta que llegue el autobús”.
Cuando el camarero me miraba, trataba de mover la cucharilla como para
mover el azúcar en el café.
Por
fin llegó la hora, me levanté y fui a pagar. El camarero me dijo gentilmente:
“Gracias, militar, pero todo está pagado”.
Pensé: “Como
el camarero es anciano, quizás me conoce y me quiere hacer una cortesía”.
También pensé: “¿Habrá pagado el oficial?”. De todos modos lo agradecí y
salí.
Llegué al lugar del autobús y no encontré a ninguna
persona conocida que me prestara para pagar el billete de Benevento a
Pietrelcina, sólo tenía 50 céntimos y
el billete costaba 1.80.
Confiando
en la providencia de Dios, subí al autobús y tomé lugar en uno de los últimos lugares para
poder hablar con el cobrador y asegurarle que pagaría el porte a la llegada.
A
mi costado tomó lugar un hombre grande, de bello aspecto. Tenía consigo una maletita
nueva y la apoyó sobre sus rodillas.
Partió
el autobús y el cobrador se iba acercando a mi puesto. El señor que
estaba a mi lado sacó de su maletín un termo y un vaso, echando en el vaso café
con leche bien caliente. Me lo ofreció, pero, agradeciéndoselo, traté de
no aceptar.
Dada
su insistencia, acepté mientras él se servía en el vaso del mismo termo.
En ese momento llegó el cobrador y nos preguntó
adónde íbamos. Todavía no había abierto yo la boca, cuando el cobrador me dijo:
“Militar, su billete a Pietrelcina ya
ha sido pagado”.
Yo
pensé: “¿quién lo habrá pagado?”. Y le agradecí a Dios por aquel que había
hecho esa buena obra. Por fin llegamos a Pietrelcina.
Varios pasajeros bajaron y también bajó antes que yo el señor que estaba a mi
lado. Cuando me doy la vuelta para saludarlo y agradecerle, no lo vi
más.
Había
desaparecido como por encanto. Caminando, me volví varias veces en todas las
direcciones, pero no lo vi más.
El
padre Pío contaba muchas veces este suceso a sus hermanos, reconociendo que
aquel joven había sido su ángel de la guarda.
Otro
caso que también podemos anotar es el haber dado pan para comer a toda la
Comunidad.
Era el año 1941, durante la segunda guerra mundial.
El pan estaba racionado y cada día iban
a pedir comida unos 15 pobres del lugar.
El Superior, padre Rafael, refiere que a la hora de
la comida del mediodía no había pan
para los 10 religiosos ni para los pobres.
Dice: Fuimos al comedor y comenzamos a comer la menestra, mientras el
padre Pío estaba orando en el coro.
De pronto, aparece
el padre Pío con bastante pan fresco. Lo miramos sorprendidos y yo le
digo: “Padre Pío, ¿de dónde ha sacado este pan?”.
Me responde: “Me lo ha dado una peregrina de Bologna en la puerta”.
Le respondo: “Gracias a Dios”. Ninguno de los religiosos dijo una palabra:
Habían comprendido.
Habían entendido que era un milagro patente que
Dios hizo por sus oraciones y, aunque
no lo dijo, podemos suponer que lo hizo por medio de su ángel.
ÁNGEL CHOFER
No
faltaron casos en los que su ángel tuvo que ayudar a quienes se dormían al
volante o velar para que no les pasara ningún accidente.
El
señor Piergiorgio Biavate tuvo que viajar en su coche de Florencia a San
Giovanni Rotondo.
A
medio camino se sintió cansado y se quedó un rato en una estación de gasolina
para tomar un café. Después continuó el viaje.
Dice el protagonista: Sólo recuerdo una cosa, encendí el motor y me puse al volante, después no
me acuerdo de nada más. No recuerdo ni un segundo de las tres horas
pasadas manejando al volante.
Cuando ya estaba frente a la iglesia de san
Giovanni Rotondo, alguien me sacudió y
me dijo: “Ahora toma tú mi puesto”.
El padre Pío, después de la misa, me confirmó: “Has
dormido durante todo el viaje y el
cansancio lo ha tenido mi ángel, que ha manejado por ti”.
Atilio
de Sanctis, abogado ejemplar, contó un hecho que le ocurrió a él mismo:
El
23 de diciembre de 1948 debía ir de Fano a Bolonia con mi mujer y dos de mis
hijos
(Guido y Juan Luis) para traer al tercer hijo, Luciano, que estaba estudiando
en el colegio Pascoli de Bolonia.
Salimos a las seis de la mañana, pero, como no
había dormido bien, estaba en malas
condiciones físicas. Guié hasta Forlí y cedí el volante a mi hijo
Guido. Una vez que recogimos a Luciano del colegio, nos detuvimos algo en
Bolonia y decidimos volver a Fano.
A las dos de la tarde, después de haber cedido el
volante a Guido, quise guiar otra vez.
Una vez pasada la zona de san Lorenzo, noté mayor cansancio. Varias veces cerré los
ojos y cabeceé. Quise dejar el volante a Guido, pero se había dormido.
Después,
ya no me acuerdo de nada. A un cierto momento recobré el conocimiento
bruscamente por el ruido de otro coche.
Miré
y faltaban sólo dos kilómetros para llegar a Imola. ¿Qué había
sucedido?
Los míos estaban charlando tranquilamente. Les
expliqué lo sucedido. No me creían. ¿Podían
creer que el auto había ido solo?
Después admitieron
que yo había estado inmóvil un largo rato y no había respondido a sus
preguntas ni intervenido en la conversación.
Hecho el cálculo, mi sueño al volante había durado el tiempo empleado en recorrer unos 27
kilómetros.
Dos meses después, el 20 de febrero de 1950, volví
a san Giovanni Rotondo y le pedí una explicación al padre Pío, que me respondió: “Tú dormías y tu ángel guiaba el coche.
Sí, tu dormías y tu ángel guiaba el coche”.
ÁNGEL DEFENSOR
Muchas
veces el ángel lo defendía del poder del maligno.
.
En una carta al padre Agustín del 13 de diciembre de 1912 le dice:
.
No hubiera sospechado ni lo más mínimo el engaño de barbazul (el diablo), si mi angelito no me hubiera descubierto el engaño.
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El compañero de mi infancia trata de aliviarme los dolores que me dan estos apóstatas impuros.
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En una carta al padre Agustín del 13 de diciembre de 1912 le dice:
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No hubiera sospechado ni lo más mínimo el engaño de barbazul (el diablo), si mi angelito no me hubiera descubierto el engaño.
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El compañero de mi infancia trata de aliviarme los dolores que me dan estos apóstatas impuros.
Y él mismo asegura: Después de las apariciones diabólicas casi siempre se aparecen
Jesús, María o el ángel custodio.
El ángel le decía: Defiéndete (del maligno), aleja de ti y desprecia sus malignas
insinuaciones y no te aflijas, amado de mi corazón, pues yo estoy junto
a ti.
Oh,
Señor, ¿qué he hecho yo para merecer tanta amabilidad de mi angelito? Pero no me
preocupo de esto. ¿Acaso no es el Señor el dueño para dar sus gracias a quien
quiere y cómo quiere?
Yo
soy el juguete del niño Jesús, como él mismo me repite, lo malo es que
Jesús ha escogido un juguete de poco valor. Sólo me desagrada que este juguete
escogido por Él ensucie sus manos divinas.
Un
día le llegó una carta toda ennegrecida por el diablo, que no se podía leer.
Y le escribe al padre Agustín el 13 de diciembre de
1912: Con ayuda del angelito he
triunfado esta vez sobre el pérfido cosaco.
El angelito me sugirió que a la llegada de la
carta, le echara agua bendita antes de
abrirla. Así hice con la última, pero ¿quién puede describir la rabia de
Barbazul?
En
otra carta al padre Agustín del 5 de noviembre de 1912, le escribía: El sábado me parecía que los demonios querían acabar
conmigo. No sabía a qué santo dirigirme.
Me
vuelvo a mi ángel y, después de hacerse esperar un poco, al fin viene aleteando en torno a mí y
con su angélica voz cantaba himnos a la divina Majestad.
Le
grité ásperamente de haberse hecho esperar tanto mientras yo estaba
pidiéndole su ayuda.
Para
castigarlo, no quería mirarlo a la cara, quería alejarme y huir de él, pero el pobrecito vino
a mi encuentro casi llorando, me agarró para que lo mirara y lo vi todo
apenado.
Me dijo: “Estoy siempre a tu lado. Estaré siempre junto a ti con amor. Mi
afecto por ti no desaparecerá ni con tu muerte.
Sé que tu corazón generoso late siempre por nuestro
común Amado”. ¡Pobre angelito! Él es
demasiado bueno. ¿Conseguirá hacerme conocer el grave deber de la
gratitud?
ÁNGEL PREDICADOR
Con
frecuencia, cuando el ángel se le aparecía, le daba consejos espirituales o
pequeñas prédicas para afianzarlo en la fe.
.
Y en la seguridad de que, por más sufrimientos que debiera padecer, nunca el Señor lo iba a abandonar.
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El ángel estaba siempre a su lado, aunque a veces no intervenía por voluntad de Dios, para darle oportunidad de triunfar con la gracia de Dios.
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Y en la seguridad de que, por más sufrimientos que debiera padecer, nunca el Señor lo iba a abandonar.
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El ángel estaba siempre a su lado, aunque a veces no intervenía por voluntad de Dios, para darle oportunidad de triunfar con la gracia de Dios.
Veamos
algunos de sus consejos espirituales. En carta del 18 de enero de 1913 le escribe al
padre Agustín: Jesús, a la prueba de temores espirituales, une la larga prueba del malestar físico,
sirviéndose de los brutos cosacos…
Me quejé a mi ángel y él, después de haberme dado
una pequeña prédica, me dijo: “Agradece
a Jesús que te ha escogido para seguirlo de cerca en la senda del Calvario.
Yo
veo con alegría esta conducta de Jesús hacia ti. ¿Crees que
estaría tan contento, si no te viese tan golpeado? Yo, que deseo tu
progreso, gozo de verte en este estado.
Jesús
permite los asaltos del demonio, porque quiere que te asemejes a Él en las
angustias del desierto y de la cruz.
Tú,
defiéndete, aleja de ti las malignas insinuaciones y, donde tus
fuerzas no alcancen, no te aflijas, amado de mi corazón, pues yo estoy a tu
lado”. Oh, padre mío, ¿qué he hecho yo para merecer tanta amabilidad de mi
angelito?
MÁNDAME TU ÁNGEL
El
padre Pío recomendaba a sus hijos espirituales que, en caso de dificultad, le
enviaran a su ángel para pedir por sus necesidades y él les ayudaría.
El
padre Alessio Parente declaró: Cuando confesaba, les decía a los penitentes que, si no podían venir a verlo, le mandaran su
ángel.
Un día estaba en la terraza con él. Le pedí consejo
para una persona y me respondió: “Déjame
en paz, ¿no ves que estoy ocupado?”.
Yo me callé, pero lo veía rezar el rosario y no me
parecía demasiada ocupación. Pero él añadió: “¿No has visto todos estos ángeles custodios de mis hijos espirituales,
que van y vienen?”.
Yo le respondí: “No los he visto, pero lo creo
porque usted cada día les repite a sus
hijos que se los manden”.
El
mismo padre Alessio nos refiere otro caso: Una tarde, después
de haberlo ayudado a acostarse, me senté en el sillón, esperando que
llegara el padre Pellegrino a cuidarlo.
Mientras estaba esperando, sentía que el padre Pío rezaba el rosario y, a veces, interrumpía el
rezo y decía frases como: “Dile
que rezaré por él. Dile que intensificaré mis plegarias para obtener su
salvación. Dile que llamaré al Corazón de Jesús para conseguir esa
gracia. Dile que la Virgen no le negará esa gracia”.
El
padre Pierino Galeone, refiere que en 1947 estuvo 20 días en san Giovanni
Rotondo.
Las personas, viéndome siempre cerca del padre Pío,
me pedían encomendarle sus penas:
la suerte de familiares desaparecidos en Rusia, la curación de un hijo, la
solución de sus problemas, encontrar trabajo, etc.
El padre siempre
me respondía con dulzura y amor. Un día me dijo: Cuando tengas necesidad de
algo, mándame tu ángel y yo te responderé.
Una
mañana una mamá se me acercó llorando, antes de la misa, para recomendarme a su hijo.
El padre ya había subido al altar y yo no me atreví
a hablarle, así que, conmovido, como me había aconsejado, le mandé a mi ángel para encomendarle el hijo
de aquella madre.
Terminada la misa, me acerco al padre Pío y le
encomiendo al joven. Y él me responde: “Hijo
mío, ya me lo has dicho”.
Entendí entonces que mi ángel custodio le había advertido oportunamente y el padre Pío
había orado por él.
La
señora Pía Garella manifestó que en 1945, poco después de terminada la guerra,
el 20 de setiembre, se hallaba en el campo a unos kilómetros de Turín.
Y deseó enviarle al padre Pío un telegrama de
felicitación por el aniversario de sus llagas, pero no encontró a nadie que se lo pudiese enviar por estar en el campo.
De pronto, se acordó de la recomendación del padre
Pío: Cuando tengas necesidad,
mándame a tu ángel…
Entonces, se recogió unos momentos y le pidió a su ángel que le diera
personalmente la felicitación.
A los pocos días, recibía una carta de una amiga de
san Giovanni Rotondo, Rosinella Placentino, en la que le informaba que el padre
Pío le había dicho: Escribe a la
señora Garella y dile que le doy las gracias por la felicitación espiritual que
me ha mandado.
El
abogado Adolfo Affatato manifestó que, mientras estudiaba en Nápoles, iba
frecuentemente a San Giovanni Rotondo a ver al padre Pío como padre espiritual.
Un día me dijo: Si alguna vez no puedes venir,
no te preocupes, basta que vayas a una iglesia donde está el Santísimo
sacramento y me envíes a tu ángel
custodio.
Un día, mientras
iba a dar el examen de Derecho privado, entré a una iglesia que estaba
en mi camino.
Salí muy bien del examen y, cuando fui a visitar al
padre Pío para darle las gracias, me dijo: “Te había dicho que en los momentos de dificultad me enviases a tu ángel,
pero bastaba una sola vez”.
Ana
Benvenuto refiere en el Proceso que, estando en Foggia, una mañana
hubo un bombardeo terrible. El esposo de su hermana era médico y trabajaba en
el hospital. Dice: “Yo le rogué a mi
ángel que fuera a decirle al padre Pío que ayudara a mi cuñado para que
no le pasara nada malo”.
Por la tarde, llegó mi cuñado y nos dijo que se
había salvado de milagro. Había sentido
una fuerza misteriosa que lo obligaba a salir de un refugio a otro y eso
ocurrió hasta cuatro veces.
Al día siguiente, nos fuimos a san Giovanni Rotondo
para agradecerle la ayuda al padre Pío. Después de confesarme con él, le
pregunté: “Padre, cuando estoy lejos y
tengo necesidad urgente, ¿cómo puedo hacer?”
Me respondió: ¿Qué hiciste ayer por la mañana?
Padre,
¿entonces vino mi ángel a visitarlo?
¿Qué
crees que el ángel es tan desobediente como tú?
Desde entonces, siempre he creído en el ángel custodio.
Otro día me dijo: Son tantos los que me mandan a su ángel a pedir ayuda que, si
debiera escuchar los agradecimientos de todos, estaría fresco.
Una
hija espiritual del padre Pío fue un día al convento para hablar con él, pero el padre
Pío le mandó a decir que no podía ni quería recibirla. Ella dice:
Me sentí dolida por ese trato inhumano y, mientras
regresaba a casa, le dije a mi ángel:
“Mañana no asistiré a misa ni comulgaré. Vete y díselo al padre”.
En la tarde, antes de anochecer, me envió una
persona a decirme: “Dile que mañana no
comulgue”.
Al día siguiente, me acerqué al convento con
Lucietta Fiorentino, y el padre, desde una ventana, me dijo: “Bravo, el ángel custodio es tu empleado, lo
has enviado para decirme todas tus rabietas.
Señorita Lucietta, ¿sabes qué ha hecho esta
señorita? Se propuso no venir a misa ni
comulgar y le ha mandado a su ángel para decírmelo”. Yo exclamé:
Padre, ¿ha venido a decírselo?
Claro, no es desobediente como tú, seguro que ha venido.
ÁNGEL VIAJERO
El
ángel del padre Pío debía ir muchas veces en su nombre a visitar enfermos o
convertir pecadores.
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Lo tenía siempre ocupado en hacer obras de bien, no sólo a los de cerca, sino también a personas lejanas.
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Lo tenía siempre ocupado en hacer obras de bien, no sólo a los de cerca, sino también a personas lejanas.
El
padre Gabriel Bove declara: Para mí era sorprendente lo que decía la gente
de que el padre Pío tenía mucha familiaridad con su ángel custodio y le pedía que fuera durante la noche a
confortar a los enfermos y socorrer a los pecadores.
Esto me lo confirmó el mismo padre.
Un día de verano de 1956, después de bendecir a los
fieles, salía el padre Pío de la
iglesia muy fatigado. Aquel día parecía que estaba más cansado que de
ordinario.
Caminaba apoyado del brazo del padre Giambattista y
se parecía a san Francisco estigmatizado bajando del monte. Yo lo tomé del otro
brazo, preguntándole: “Padre, ¿está muy
cansado?”
Sí, hijo mío, estoy aplastado por tanto calor.
Esta noche descansará. Además pediremos a su ángel custodio que venga a
aliviarlo.
Detuvo el paso y con fuerte voz me gritó: “Pero
¿qué dices? Debe ir de viaje”.
Era eso precisamente lo que yo quería saber. Disimulando mi sorpresa, le
respondí:
¿Qué? ¿Su ángel debe viajar?
Cierto.
Entonces, le dije: Padre, si su ángel debe viajar
para confortar a los enfermos y socorrer a los pecadores, permita que nuestros dos ángeles, al menos
tomen su puesto.
No, que
cada uno de sus ángeles esté con su protegido. Y, sonriendo, añadió: ¿Y
si estos ángeles se ponen celosos?
OTROS SERVICIOS
El
ángel del padre Pío le ayudaba en todas sus necesidades. Por la mañana lo
despertaba.
Así
le dice al padre Agustín en una carta del 14 de octubre de 1912: Por la
noche me duermo con una sonrisa de felicidad…, esperando que el pequeño compañero de mi infancia venga a despertarme
para cantar las alabanzas matutinas al Amado de nuestros corazones.
Y
no sólo rezaba y cantaba con él las alabanzas del Señor en el coro, también le comunicaba los pecados o cosas ocultas de
sus visitantes, aunque en ocasiones lo hacían los mismos ángeles de sus
penitentes.
María
Pompilio declaró: Una mañana el padre Pío, viéndome en la sacristía,
me llamó y me dijo una acción mala que
había cometido, ofendiendo al Señor.
Yo no supe qué responderle y no podía negarlo. Le
pregunté cómo lo sabía, pero un día, tanto le importuné que, al final, me dijo con voz baja: “Ha sido tu ángel
custodio”.
Cuando
estuvo de sacerdote joven en su pueblo de Pietrelcina, su ángel le
guardaba la casa. Por eso, la gente del pueblo decía que tenía poco cuidado en
cerrar la puerta de su casa. Les decía: Tengo un ángel que me la cuida.
A
sus hijos espirituales los despedía diciendo: El ángel del Señor te acompañe, te guíe y te
proteja durante el viaje. Les recomendaba que se cuidaran de no cometer
pecados en su presencia.
Ana
Benvenuto certifica que un día fue a dar un paseo con una vecina, quien sintió
varias veces el perfume del padre Pío.
Ella se sintió mal por no haberlo sentido y, al día
siguiente, fue al convento a confesarse.
El padre Pío, de inmediato, le preguntó: Ana, ¿llevas medias? Le dije: “Sí, padre”. “Pero ayer por la
tarde, ¿por qué ibas sin medias?”.
Traté de excusarme por el mucho calor, pero el padre
me respondió: “Aunque hubieras estado
sola, debías haber ido con medias.
Acuérdate que somos espectáculo para el ángel custodio y no debemos entristecerlo”.
Un
día el papá del padre Pío se cayó por las escaleras de la casa de María Pyle y no se hizo
nada, porque su ángel lo cuidó.
El suceso ocurrió en los primeros meses de 1946. Cuando su papá se lo refirió, el padre Pío le
dijo: Agradece a tu ángel custodio que te ha puesto un
almohadón en cada grada para que no te hagas daño.
ÁNGEL ACÓLITO
Los
ángeles nos acompañan cuando estamos en la iglesia y ayudan al sacerdote para
evitar profanaciones de la Eucaristía por descuido.
El
padre Alessio Parente relata: Una mañana, al dar la comunión, se terminaron
las hostias de mi copón. Cuando lo estaba purificando, del lado derecho de mi
espalda, vi una hostia que, como una
flecha, fue a meterse en el copón.
Después de las confesiones, fui a la celda del
padre Pío y le conté el hecho. Y el padre, en tono severo, me dijo: “Agradece a tu ángel custodio que no te ha
hecho caer a tierra a Jesús. Aprende que la comunión se distribuye con
amor y reverencia”.
Otro
día un religioso le presentó esta cuestión al padre Pío: Padre, nuestros ojos no ven bien los pequeños
fragmentos de hostia consagrada que se caen al distribuir la comunión.
El padre respondió: “¿Qué crees que hacen los ángeles en torno al altar?”.
Todos entendieron que los ángeles están listos para intervenir y recoger los pedacitos y
llevarlos al copón.
ÁNGELES CANTORES
Es
sabido que los ángeles cantan bien como aquellos ángeles de la noche de Navidad
que cantaban: Gloria a Dios en el cielo.
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En la misa están presentes todos los ángeles como en el cielo, pues la misa es el cielo en la tierra.
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Y se unen al sacerdote cantando, especialmente en el momento del Gloria y del Santo.
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Ofreciendo las buenas obras de los asistentes en el momento de las ofrendas y acompañando a los presentes en el momento de ir a comulgar.
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En la misa están presentes todos los ángeles como en el cielo, pues la misa es el cielo en la tierra.
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Y se unen al sacerdote cantando, especialmente en el momento del Gloria y del Santo.
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Ofreciendo las buenas obras de los asistentes en el momento de las ofrendas y acompañando a los presentes en el momento de ir a comulgar.
Una
noche, en el convento de san Giovanni Rotondo, los religiosos sintieron una música extraña en la iglesia sin poder explicarse el
porqué, pues en aquel momento nadie estaba en la iglesia.
Fueron a preguntarle al padre Pío y respondió: ¿De
qué se maravillan? Son las voces de los
ángeles que llevan las almas del purgatorio al paraíso.
¡Cuántas veces cantarán los ángeles, cuando sus
protegidos van al cielo desde el purgatorio! Y ¡cuántas veces cantarán mientras están por millones adorando a Jesús
sacramentado en todos los sagrarios del mundo!
No
olvidemos que los ángeles rezan por sus protegidos y podemos enviarlos a
visitar a nuestros familiares cercanos o lejanos, incluso hasta el purgatorio, para que los saluden
de nuestra parte y les lleven nuestras bendiciones y obras buenas por ellos.
Los ángeles se
entristecen al ver nuestros pecados y se alegran y se ríen con nosotros al ver
nuestras buenas obras.
El padre Agustín nos cuenta lo que decía el padre Pío en uno de sus éxtasis
del 29 de noviembre de 1911: Ángel de Dios, ángel mío, ¿no estás tú a mi
lado para mi custodia? Dios te ha
encomendado que me cuides. Debes estar junto a mí…
¿Y
te ríes? ¿Qué te hace reír? Dime, ¿quién estaba ayer por la mañana aquí
presente? ¿Y te pones a reír de nuevo? ¿Un ángel que se pone a reír? Dímelo,
porque no te dejaré hasta que no me lo hayas dicho.
EL PERRO GUARDIÁN
Es
conocida la historia de san Juan Bosco, a quien se le apareció por espacio de
30 años un perro, a quien llamaba Gris, y que le protegía de los peligros,
cuando sus enemigos querían matarlo.
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Pues bien, un día el padre Pío envió a su ángel a salvar a un ingeniero que estaba en peligro de muerte y lo hizo su ángel bajo la figura de un perro.
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Pues bien, un día el padre Pío envió a su ángel a salvar a un ingeniero que estaba en peligro de muerte y lo hizo su ángel bajo la figura de un perro.
El
general Tarsicio Quarti declaró el 30 de junio de 1943 lo que le contó
un joven ingeniero: Había bajado en
la estación de San Severo y, al no encontrar medios de comunicación, se
dirigía a pie hacia San Marco in Lamis.
Estando en pleno campo se le acercaron unos campesinos con aire amenazante con horcas y palas.
Aquellos días estaba la gente alterada, porque
habían caído varios paracaidistas ingleses y lo confundieron con uno de ellos, que había escondido su paracaídas muy
cerca del lugar.
Pero
él se puso a rezar, viendo que se acercaban hacia él y, de pronto, apareció un
perro feroz, amenazando a los campesinos que, espantados,
desistieron de seguirlo.
Pudo a la mañana siguiente llegar a san Giovanni
Rotondo. Cuando lo vio el padre Pío, le dijo de inmediato: “La hubieras pasado mal si no te hubiese
enviado a mi ángel custodio”.
Fuentes:
- http://www.ecatolico.com/librospap/55_amigo_angel_guarda_padre_angel_pena_libro_catolico.htm
- https://www.opusangelorum.org/English/Padrepio.html
Foros de la
Virgen María
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