miércoles, 8 de junio de 2016

EL SERVICIO EN EL ALTAR


¿Qué es un Acólito?

Los acólitos son ministros, niños o jóvenes, que asisten al celebrante principal, en todas las celebraciones litúrgicas y procesiones. Los monaguillos, como eran llamados anteriormente, desempeñan diversas funciones en el altar con el objeto de ayudar al orden y belleza litúrgica, además de incentivar la participación, la devoción y el recogimiento de los fieles.

"El acólito ocupa un lugar privilegiado en las celebraciones litúrgicas. Quien sirve en la Misa, se presenta a una comunidad. Experimenta de cerca que en cada acto litúrgico Jesucristo está presente y obrante. Jesús está presente cuando la comunidad se reúne para orar y dar gloria a Dios. Jesús está presente en las palabras de las Sagradas Escrituras. Jesús está presente sobre todo en la Eucaristía en los signos de pan y del vino. Él actúa por medio del sacerdote que in persona Christi celebra la Santa Misa y administra los Sacramentos" (Juan Pablo II, 02 de agosto de 2001 - milésima audiencia general)

El 'grupo de acólitos" puede ser una escuela de servicio, fraternidad y amistad, sobre todo en lugares donde existen pocos movimientos juveniles. Además, el grupo de acólitos es un posible camino para hacer entrar a Dios en el corazón del niño o del joven.

"...vuestro compromiso en el altar no es sólo un deber, sino un gran honor, un auténtico servicio santo" (id).

Pero también esta comunidad puede ser una cuna de futuras vocaciones. Nadie negará que la Iglesia ha podido "cosechar" muchas vocaciones dentro de los grupos de acólitos.

Como todo cristiano, el acólito está llamado a Anunciar a Jesucristo y a dar testimonio de Él en todas partes, a amarlo y seguirlo toda la vida...

"Vuestro servicio no puede limitarse al interior de una Iglesia, el testimonio debe irradiarse en la vida de cada día: en la escuela, en la familia, y en los diversos ámbitos de la sociedad" (id).

• El Acólito es Servidor y Testigo de Jesucristo

"El acólito es destinado al servicio del altar y ayuda del sacerdote y del diácono", dice la Introducción General del Misal (nº 65).

La palabra 'clave' en esta frase es la palabra "servicio". El acólito está llamado a servir, muy en especial en la celebración eucarística.

La palabra "servir" es un término bíblico de mucho contenido e inspira respeto. Aquí no se trata de un servicio esclavizante o humillante, sino un privilegio noble de poder servir. Se trata aquí de "servicio religioso".

Cristo y el prójimo sirven. También la comunidad creyente y el mundo sirven: todos los cristianos están llamados a servir. El acólito tiene el privilegio de expresar y vivir esta vocación en el servicio de la liturgia.

Pero de esta nobleza de su función, fluye también el deber de cumplir esta tarea de servicio de una manera constante, digna, alegre y devota. Y eso sólo es posible si conoce bien su tarea.

Al mismo tiempo, el acólito es el testigo de Jesucristo. Da testimonio de su fe en Jesús, no sólo dentro de la Iglesia sino en toda su vida: en la familia, en la escuela, en las actividades deportivas, etc. En todas partes se siente orgulloso de ser cristiano e irradia amor hacia el Señor y hacia los demás, a través de todo su comportamiento. Sacará fuerzas del contacto frecuente con los sacramentos de la Eucaristía y la Penitencia, para dar testimonio de Jesús y vivir como Él lo desea. A través de la oración diaria, será capaz de mantenerse fiel al Señor.

Escuela de Acólitos San Tarcisio – www.escuela.acolitos.net

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