Martes santo. Acompañar a Jesús con nuestra
contrición y la búsqueda de la conversión.
Por: Card. James Francis Stafford | Fuente: www.la-oracion.com
Hoy es un día que podemos recordar cuando Jesús anuncia la traición de Judas. Acompañar a Jesús con nuestra contrición, con nuestra búsqueda de la conversión. Un buen día para pedirle perdón por nuestras ofensas, de hacer un buen examen de conciencia de nuestras traiciones grandes o pequeñas y de acudir al sacramento de la reconciliación.
A continuación presentamos una propuesta de examen de conciencia del Cardenal Stafford que puede servirte de apoyo en tu meditación de hoy.
Por: Card. James Francis Stafford | Fuente: www.la-oracion.com
Hoy es un día que podemos recordar cuando Jesús anuncia la traición de Judas. Acompañar a Jesús con nuestra contrición, con nuestra búsqueda de la conversión. Un buen día para pedirle perdón por nuestras ofensas, de hacer un buen examen de conciencia de nuestras traiciones grandes o pequeñas y de acudir al sacramento de la reconciliación.
A continuación presentamos una propuesta de examen de conciencia del Cardenal Stafford que puede servirte de apoyo en tu meditación de hoy.
UN
EXAMEN DE CONCIENCIA
“Al invitar a un examen de conciencia, la Iglesia
sugiere ayudarse del Sermón de la montaña. Las palabras de Jesús son el texto
representativo de la nueva Ley.
La cruz es la imagen fundamental del discurso. El cuerpo desgarrado de Jesús es
la luz que no fue derrotada por las tinieblas. La oscuridad del pecado nunca
podrá suprimir la luz de la misericordia
divina. Los penitentes disipan la oscuridad gracias a una confesión sincera de
sus pecados.
Para que profundicéis vuestra compunción os
propongo el siguiente examen:
¿Renuncio
al orgullo, la envidia y la ambición, para seguir el camino de humildad de
Jesús? ¿Soy dócil y abierto a la palabra de Dios? ¿Estoy dispuesto a dejarme
juzgar por ella, en vez de juzgarla yo a ella? ¿Paso demasiado tiempo leyendo
periódicos y revistas, viendo la televisión y navegando por internet? ¿Cuánto
tiempo dedico a la meditación y a la lectura de la sagrada Escritura?
¿Soy pobre de espíritu? ¿He puesto mi felicidad en poseer bienes materiales?
¿He animado a los que dudaban o erraban a seguir lo verdadero y lo bueno?
¿He tenido la humildad de
invocar la venida del reino de Dios y de no resistirme a ella?
¿He sentido hambre y sed de
justicia?
¿He sido misericordioso, perdonando las ofensas
de los demás?
¿He sido puro de corazón o
he caído en la tentación dela doblez?
¿Me he esforzado por llevar
la paz, actuando como auténtico hijo de Dios?
¿He recibido las cosas
buenas como dones de Dios con profundo sentido de gratitud? ¿He aceptado con paciencia las cosas malas que me han
pasado?
¿He practicado la justicia,
que regula mis relaciones con los demás y tiene como finalidad la instauración
de la paz?
En mi trabajo y en el
desempeño de mis responsabilidades civiles y políticas, ¿he reconocido que la
perfección de todas las bienaventuranzas reside en la aceptación de la
persecución por el bien del reino de Dios?
¿He seguido los preceptos
de la nueva justicia que Jesús menciona después de las bienaventuranzas, es
decir, los preceptos del ayuno, la oración y el perdón?
Reunidos en torno a la
tumba del apóstol san Pedro, recordemos que su amor a Jesús fue el motivo por
el cual lloró, arrepentido, y decidió obedecer
sus mandamientos. También los penitentes deberían esforzarse por cumplir los
mandamientos sólo por amor. Basta para ello la revelación del corazón
traspasado de Jesús. (...) Nada es necesario, excepto el amor de Jesús. Todo lo
demás es consecuencia.”
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