Actualmente está surgiendo un feminismo más evolucionado. Un movimiento
encabezado por las mismas mujeres que en un principio promovían un feminismo
radical y que tras experimentar las consecuencias, en ellas mismas, de las
ideas que defendían con pasión, han ido transformando su pensamiento y el
cambio de rumbo no deja de sorprender a muchos.
Este
grupo de mujeres se han sentado a analizar la situación actual de la sociedad,
de las familias y de los individuos y han llegado a conclusiones que hace 50
años les eran imposibles aceptar.
El
fenómeno ha incluido el análisis de dos aspectos esenciales: por un lado el de
sus propias vidas, de su propia experiencia existencial, y por otro, el de
tantas personas que han elegido otro tipo de valores para su vida y que a su
vez, han obtenido distintos resultados y al final distintos niveles de
felicidad a los que ellas objetivamente han logrado.
Como
todas ellas son mujeres inteligentes, generalmente profesionistas, han tenido
la capacidad de descubrir la realidad de lo que implica ser persona humana, la
dignidad que encierra, y por lo tanto, la exigencia de un estilo de vida
particular. Ha sido un camino en ocasiones muy doloroso para ellas, pero no han
querido quedarse ahí. Con el mismo ímpetu, o tal vez mayor, que el de antes,
ahora luchan incansablemente contra las mismas ideas que ellas promovieron.
Un caso
sobresaliente es el de Eva Herman,
periodista alemana de primera línea, que ahora se opone a la ideología de
género que ella misma sostuvo y propugnó. Ella ha elegido, en ejercicio
soberano de su libertad, optar por aquello que su capacidad intelectual le ha
permitido ver en la realidad como bueno y ha puesto todos los medios para
comunicarlo a más mujeres.
Lo que
este tercer feminismo busca es una postura más madura y menos radical, que
trata de encontrar un punto medio de equilibrio para sus vidas, rechazando el
enfrentamiento y la lucha, buscando ciertamente la igualdad entre los géneros,
pero sin renegar de su feminidad.
Un
ejemplo de esta actitud renovada es la de Sharon Stone, la actriz, ícono erótico, rostro de Dior a sus 51
años, que tras varios fracasos matrimoniales, afirma: “Hubo un tiempo en que
ser la famosa Sharon Stone fue uno de los objetivos de mi carrera. He
comprendido que la adoración vacía, estar sola en la cumbre, no es sustituto de
la familia. He estado enamorada de mi profesión y ahora también lo estoy de mi
familia”. “Siento que el verdadero amor es equilibrio, calma, paz, paciencia y
amabilidad, no una emboscada como yo viví”. “Recibo cientos de ofertas para
hacer televisión, pero el horario es muy intenso y yo tengo niños pequeños. Si
tuviera un padre que cuidara de ellos, tal vez sería diferente”.
Para
estas mujeres el desafío es construir una sociedad con madre y una familia con
padre. Para que sociedad y familia puedan convertirse en el lugar donde se
respete y promueva la dignidad de cada persona: masculina y femenina. Se podría
decir que es un feminismo de la complementariedad, donde se busca crear
sinergias que, por su misma naturaleza, tienen la capacidad de enriquecer los
ámbitos donde se generan. Que busca enriquecer nuestra época con la riqueza del
“ser” masculino y con la riqueza del “ser” femenino, pero sobretodo del “ser”
humano.
Aprovechando
este momento de la historia de la humanidad en que los roles tradicionalmente
masculinos y femeninos han ido perdiendo vigencia, por diversas razones. Se
desea crear un modelo más igualitario, más bueno, más generoso, más digno, más
alegre, más hermoso, más positivo y sobretodo más realista.
Un buen
libro para profundizar sobre esta nueva propuesta es: “Por un feminismo de
la complementariedad”. Ed. EUNSA, editado por los profesores de la
Universidad de Navarra Ángela Aparisi y Jesús Ballesteros. Que a través de
varios ensayos analizan, desde diversas perspectivas, las propuestas de esta
nueva filosofía de vida, más acorde con la realidad espiritual del ser humano.
No deja de ser interesante su punto de vista acerca de: el cuidado y la
promoción de los más necesitados; la crítica que hacen a los presupuestos
ideológicos de la reproducción artificial; la cultura de corresponsabilidad; la
participación de la mujer como alma de la familia y la humanización del ámbito
laboral. Y para terminar tan valiosísimo y recomendable volumen nos regalan
con: “El Plan Interdepartamental de Apoyo a la Familia del Gobierno de
Navarra”, elaborado por José Luis Allí, como ejemplo de lo que en algunos
lugares se está logrando en ese sentido.
Estas
mujeres cansadas de luchar contra sí mismas, de emplear sus mejores energías en
un trabajo extenuante, de que sus hijos –si llegaron a tenerlos- los cuiden
empleadas, abuelos o el Estado, y de llegar a ser extrañas en su propia casa.
De sufrir la pesadilla del síndrome post-aborto. De ser altas ejecutivas pero
estar sólas. Intentan buscar un punto medio entre el sometimiento multisecular
y las carreras suicidas del feminismo a ultranza.
El
objetivo es aportar su capacidad humanizadora a la sociedad, al trabajo y a la
familia, y por otro lado, promover al hombre para que ocupe también el papel y
la responsabilidad que le corresponde en cada uno de esos ámbitos para
construir una sociedad más justa, que explote la riqueza que comporta la
complementariedad de varón y mujer. Se desea construir una sociedad que
entienda y valore a la mujer por lo que es como mujer, y al varón por lo que es
como varón, no por lo que se asemejen entre sí. Un ejemplo sería, que las
empresas vean que la mujer, por sus propias características, es un elemento que
vale la pena tener, a pesar de las bajas maternales o los horarios reducidos; o
que la sociedad cobre conciencia que la ausencia del padre y/o de la madre
biológicos supone un prejuicio para los hijos, difícilmente reparable.
Estas
mujeres han llegado a la conclusión, por experiencia propia, de que la
complementariedad aporta riqueza personal, social, y familiar; son consientes
de que aún existe mucha desigualdad de derechos, por eso, el reto para este
tercer feminismo es la consecución de la igualdad real y efectiva de
oportunidades en “todas” las esferas de la vida que una persona pueda aspirar,
sin relegar su posibilidad y gusto de ser una buena madre, una buena esposa y a
la vez una buena trabajadora, una buena ciudadana, en una palabra una buena
persona, sin tener que quebrar su propia identidad.
El reto
para la sociedad, desde esta perspectiva, es lograr conciliar trabajo y
familiar tanto para varones como para mujeres, para que la realización de ambos
sea integra e integral. Tenemos que recordar que la identidad de las personas
es una identidad familiar. No olvidemos que el trabajo, por más importante o
necesario o fructífero sea, jamás logrará ofrecer a la persona y, a través de
ella, a la sociedad, la riqueza de valores y la felicidad que ellos aportan en
el matrimonio y en la familia.
BlancaMijares
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