"Al ver lo bien que Jesús había
contestado a los saduceos, uno de los maestros de la ley, que les había oído
discutir, se acercó a él y le preguntó:
– ¿Cuál es el
primero de todos los mandamientos?
Jesús le contestó:
– El primer
mandamiento de todos es: ‘Oye, Israel, el Señor nuestro Dios es el único Señor.
Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y
con todas tus fuerzas.’ Y el segundo es: ‘Ama a tu prójimo como a ti mismo.’
Ningún mandamiento es más importante que estos.
El maestro de la
ley dijo:
– Muy bien,
Maestro. Es verdad lo que dices: Dios es uno solo y no hay otro fuera de él. Y
amar a Dios con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todas las
fuerzas, y amar al prójimo como a uno mismo, vale más que todos los holocaustos
y que todos los sacrificios que se queman en el altar.
Al ver Jesús que el
maestro de la ley había contestado con buen sentido, le dijo:
– No estás lejos
del reino de Dios.
Y ya nadie se
atrevió a hacerle más preguntas."
Jesús viene de hacer callar a los
saduceos que no creían en la resurrección. Un maestro de la ley, no sabemos si
de buena fe o para ponerlo a prueba, le pregunta por el principal de los
mandamientos. Hemos de tener claro, que para los maestros de la ley, los
mandamientos eran muchos más que el decálogo. La respuesta de Jesús es muy
conocida. Le preguntan por el primero y responde con dos; porque ambos son
inseparables. Y es que no se puede amar a Dios sin amar al prójimo, y que
amando de verdad al prójimo, se ama a Dios.
Los profetas ya lo habían dicho.
Que los holocaustos y sacrificios no servían para nada; que Dios quería
nuestros corazones. Y que el verdadero holocausto era proteger a las viudas,
socorrer a los huérfanos, buscar la justicia...
Dios no necesita nuestras oraciones.
Somos nosotros los que las necesitamos, para descubrir las necesidades de
nuestro prójimo, para descubrir nuestra pobreza y abandonarnos en sus brazos.
Enviat per Joan Josep Tamburini
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