A ocupar toda la cama, a dormir las horas deseadas, a no cocinar los domingos.
A no dar
explicaciones y hacer lo que le gusta sin que nadie la critique.
A comer a
la media noche y a ver sus programas favoritos, a cantar en voz alta y bailar
por toda la casa, a que nadie la tache de loca.
A recibir
llamadas a cada rato y contestar mensajes muy tarde.
Al olor
del café por las mañanas, a tardar cuando le toca arreglarse para ir a dónde le
de la gana.
Se
Acostumbró a ella, a sus cosas, a su vida, a estar sola, a no esperar nada de
nadie, a caminar por la vida con valores, con virtudes, con errores, a
levantarse de caídas.
SE ACOSTUMBRÓ A QUERERSE...
(Autor desconocido)
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