Lo que entra por la boca no hace impura a la persona (Mt 15, 11)
Por: Monseñor Jorge De los Santos | Fuente:
elpueblocatolico.com
La prohibición de consumir ciertos alimentos es algo habitual en la inmensa
mayoría de las sectas. La dieta de las sectas no viene provocada por razones
higiénicas o culturales, como es el caso del judaísmo o del islam, sino
que es consecuencia directa de una política de sus dirigentes, encaminada a
conseguir que el adepto adquiera una identidad claramente diferenciada. A ello
se debe que haya prescripciones dietéticas en los mormones, los adventistas,
los testigos de Jehová y en prácticamente todas las sectas orientalistas. Pocas
cosas sirven mejor para marcar distancias que la diferencia en la dieta o en la
manera de vestir.
El Antiguo Testamento no prohíbe a los no
judíos ningún alimento: El Antiguo Testamento establece una diferencia
evidente entre los hijos de Israel y el resto de la humanidad. Ciertamente, los primeros se hallan
sometidos (a partir de Moisés) a una dieta que se ha denominado
convencionalmente levítica, en la que no sólo entra en juego la prohibición de
ciertos alimentos, sino también de ciertas formas de sacrificarlos y
cocinarles.
Ahora bien, para el no-judío, o sea, el no adepto no existía
ninguna obligatoriedad de guardar esas normas dietéticas. Como dice
Dt 14,21, incluso podían comer animales que no habían sido sacrificados
ritualmente y que, por tanto, resultaban impuros por estar sin desangrar.
Jesús declaró puros todos los alimentos: Pablo nos ha
transmitido la clara convicción de la Iglesia primitiva de que Cristo había
nacido bajo la ley y la había cumplido para rescatarnos de la misma: “Al llegar
la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer, nacido bajo
la ley, para rescatar a los que se hallaban bajo la ley y para que recibiéramos
la filiación adoptiva” (Gal 4,4-5).
Por lo tanto, el que Jesús cumpliera con las leyes dietéticas de la ley
de Moisés está fuera de discusión; como también lo está el que ciertamente fue
circuncidado y el que celebró las fiestas judías. Ahora bien, lo que sí es
evidente es que Jesús se preocupó de marcar los senderos por los que discurrirá
con posterioridad la Iglesia apostólica; y entre ellos se hallaba el de la
emancipación de la ley de Moisés, que no tenía sentido teológico tras su
venida. Que esto incluía abolir las distinciones entre alimentos puros e
impuros se desprende de los mismos evangelios: “Luego llamó de nuevo a la gente
y les dijo: «Escuchadme bien todos y entended. Nada hay fuera del hombre que, cuando entra en él,
pueda convertirlo en impuro. Lo que sale del hombre es lo que hace impuro al hombre. El que tenga oídos para oír que oiga». Y
luego, tras retirarse de la gente, cuando entró en casa le preguntaron sus
discípulos sobre la parábola. Él les dijo: «¿Tampoco
vosotros lo entendéis? ¿No comprendéis que todo lo que entra en el hombre desde
fuera no puede hacerle impuro, porque no penetra en su corazón, sino en el
vientre y va a dar en el retrete?» Así declaraba puros todos los
alimentos. Y añadía: Lo que sale del hombre es lo
que hace impuro al hombre” (Mc 7,14-20).
Los apóstoles enseñaron que los cristianos podían tomar todos los
alimentos: “Al día siguiente, mientras iban de
camino y se acercaban a la ciudad, Pedro subió a la terraza para hacer oración.
Le dio hambre y sintió deseos de comer algo. Mientras se lo preparaban le
sobrevino un éxtasis y vio los cielos abiertos y una cosa que se asemejaba a un
gran lienzo que descendía hasta la tierra, atada por sus cuatro extremos. En su
interior había todo tipo de animales de cuatro patas, reptiles de la tierra y
aves del cielo. Y una voz le dijo: «Levántate, Pedro, mata y come». Pedro
respondió: «De ninguna manera, Señor; jamás he
comido nada profano e impuro». La voz le dijo por segunda vez: «Lo que Dios ha purificado no lo llames profano». Aquello
se repitió por tres veces e inmediatamente la cosa fue elevada hacia el cielo” (Hech
10,9-16).
La abstinencia y el ayuno, por otra parte, son sanas costumbres bíblicas
practicadas en el Antiguo y Nuevo Testamento que seguimos los católicos a
ejemplo de Jesús y los Apóstoles – durante la Cuaresma y a lo largo del año.
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