El fruto de una mentalidad, de una actitud ante el ser humano.
Por: Juan García Inza | Fuente: mercaba.org
Me gustó un artículo sin firma publicado en la
revista ALFA Y OMEGA. Habla de la dignidad
del hombre y del deber que tenemos de defenderla en una sociedad en la que
parece que el ser humano cuenta –para algunos- menos que un perro de raza o de
capricho. Me acuerdo ahora que, en una publicación mía de hace años, un
personaje de la narración, al ver la miseria en que vivía y lo mimados que
estaban tantos animalitos que paseaban por aquel jardín donde él pasaba sus
tristes y largas horas en soledad, dijo en un arranque de ilusión, o más bien
de desilusión, - ¡Ojalá yo fuera perro!
Yo soy un amante de los animales pero, sin duda ninguna, muy por encima de
ellos está el hombre, con una dignidad que ningún ser de la naturaleza le puede
arrebatar. Esta afirmación puede parecer indiscutible, pero se ve claro que
muchos no la comparten. Cerca de donde yo vivo hay un parque zoológico. Los
animales no parecen disfrutar de buenas instalaciones para su bienestar. Son
muchas las voces de protesta ante las autoridades por no ofrecer a esas
criaturas un hábitat más digno. Cerca de ese parque viven muchas familias en
unas condiciones muy precarias, y no oigo voces que reivindiquen viviendas más
justas, a no ser los mismos interesados que de vez en cuando protestan. En la
capital de mi provincia, en una plaza muy céntrica, hay un ficus centenario. El
Ayuntamiento le presta más atención, exigida por la ciudadanía, que a los
pobres que viven en chabolas. No hace mucho se desprendió una rama. Los
ecologistas protestaron, y no precisamente por el peligro que habían corrido
las personas que tomaban el fresco bajo su gigantesco tronco con mil brazos
plagados de hojas. Aquella plaza es importante por el ficus, y no por los niños
que juegan todas las tardes al salir del colegio.
En el artículo mencionado se recogen las siguientes palabras de Juan Pablo II: La disponibilidad de anticonceptivos y abortivos, las
nuevas amenazas a la vida en las legislaciones de algunos países, la difusión
de las técnicas de fecundación “in vitro”, la consiguiente producción de
embriones para combatir la esterilidad, pero también para ser destinados a la
investigación, los proyectos de clonación parcial o total: todo eso ha cambiado
radicalmente la situación.
Todo ello es fruto de una mentalidad, de una actitud ante el ser humano. Se ha
dimitido de la razón y de la dignidad humana.
Ya todo parece normal. Se permite todo, porque el hombre, su dignidad, ya no es
sagrada para muchos. ¿Qué importa que mueran más o
menos? La vida que empieza es sometida a un acoso terrible cuando no
interesa que se desarrolle. Todo son métodos para disfrutar del cuerpo sin
consecuencias molestas. Es una nueva ola hitleriana para desechar, destruir,
todo lo que me molesta, todo lo que no me conviene, lo que no se amolda a mi
plan sobre la vida, sobre mi vida.
No pretendo ser alarmista o negativo. Es una realidad palpable a diario, y que
está creando un clima antihumano, donde una vida no vale nada. Importa más,
para muchos, un ideal político, unos intereses económicos, una pasiones
desatadas, un afán de venganza, o unas fantasías diabólicas, que la vida de mis
seres queridos, de mis amigos, de mis compañeros, o del tendero de la esquina.
Cuesta poco disparar, o esgrimir un arma, o atentar contra la vida de quien sea
si eso me produce “placer”, me “divierte”, o satisface mi afán de venganza. Hay
que SOLIDARIZARSE CON EL DERECHO QUE TENEMOS TODOS
A QUE SEA RESPETADA NUESTRA DIGNIDAD. Nunca entenderé los atentados
brutales, o sofisticados, contra un ser vivo, y menos aún contra un ser humano.
Hay que defender la dignidad. Nos cuenta el artículo mencionado la actitud
solidaria de los polacos cuando el gobierno del país, en donde los alimentos
básicos alcanzaban unos precios astronómicos, bajó el vodka para que todos
pudieran beber. Y entonces un gritó corrió por Polonia: ¡No bebas, defiende tu dignidad!. Hay que llenar el ambiente de
este grito urgente: Defiende tu dignidad. No
aparques en cualquier lado tu dignidad de hombre. Tú vales mucho más que lo que
se dice y se ofrece en cualquier esquina.
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