«Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito: estad alegres. El Señor está cerca» (Flp 4,4). Está más cerca que nunca, ha resucitado. Ha vencido la muerte y el sufrimiento, ha vencido el pecado.
Nos ha abierto las puertas del
cielo, nos ha devuelto a la vida. Él nos ha hecho santos e inmaculados, nos ha
liberado de la herencia del pecado original.
Las dificultades y
sufrimientos siguen y seguirán, mientras vivimos en esta existencia marcada
todavía por el pecado y sus consecuencias.
Sin embargo, Dios nos quiere
felices ya, ahora, en esta existencia, aunque suframos todavía las heridas del
pecado. «Venga a nosotros tu Reino», rezamos
siempre en la oración que
Cristo nos enseñó.
Pongamos nuestra cuota de
libertad, y optemos por el Señor, para que crezca en nuestro interior la gracia
de su Resurrección.
LA PRUEBA MÁS GRANDE DE AMOR
«Nadie tiene mayor
amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos,
si hacéis lo que yo os mando» (Jn 15,13-14).
El Hijo de Dios vivo no
escatimó absolutamente nada, y entregó hasta la última gota de sangre por todos
y cada uno de nosotros.
No
solamente nos ha dado algo, sino que se ha dado Él mismo. Nos ha dado
su propia santidad, su vida y su divinidad.
¿Qué más prueba
de amor podemos pedirle?, ¿qué más podemos esperar? Alguna vez conversando con un
amigo sobre esto, me decía algo que siempre recuerdo con mucho cariño.
El Señor superó infinitamente
cualquier expectativa. No solo entregó su vida por amor en la cruz. Además, se quedó
en un «pedazo de pan».
Y no solo eso, sino que nos
permite comulgar su propio Cuerpo y Sangre. ¡Seamos
francos y claros! ¡Por favor! ¿Cómo no vamos a reconocer todo lo que ha hecho
por nosotros?
Ahora, quiero invitarlos a que
simplemente demos las
gracias por tanto amor y vida. Tanta gracia y
reconciliación. Muchas veces nos la pasamos preocupados y angustiados, tratando
de descubrir qué quiere el Señor de nuestra vida.
Les invito a que simplemente,
nos admiremos y maravillemos por tanto amor. Asombrarnos por este amor que es
infinito, y se derrama en nuestros corazones.
No te preocupes. ¡Relájate y déjate llevar por algo tan inaudito y
maravilloso como su amor!
VIVAMOS LA GRATITUD
La gratitud brota del corazón
que reconoce una bendición recibida. Por otro lado, la persona que cultiva esa
actitud de gratitud cultiva en su interior un reconocimiento cada vez más
profundo, de las maravillas que recibe de Dios, de un familiar o de algún
amigo.
Esa gratitud
cambia nuestra manera de acercarnos a la realidad. En vez de estar enfocados y
renegando todo el tiempo por las mil y una cosas que están mal, soy consciente
y agradezco a quien corresponda, por tantos regalos y bendiciones que poseo en
mi vida.
Ya no me la paso mirando «el
punto negro de la hoja en blanco», sino que aprendo poco a poco, a contemplar
todo el horizonte que está frente a mis ojos. La vida, así como
tiene cruces pesadas y difíciles, tiene cosas maravillosas para cada uno de
nosotros.
Los invito a que paren un
ratito lo que estén haciendo. ¡Ahorita mismo! Tomen
papel y lápiz, y empiecen a escribir cuántas cosas tienen por agradecer.
Realidades que usualmente
pasan desapercibidas porque estamos más atentos a las cosas que son una
amenaza. Y sí que estamos amenazados en estos últimos meses.
Pero nos perdemos de las
bendiciones y maravillas que tenemos en la vida. Y esto lo digo en serio, no es
una frase retórica.
Porque estamos vivos, con
salud, compartiendo este artículo, pudimos ducharnos, comer, mirar el cielo,
hablar con nuestro cónyuge, hijos, amigos cercanos. Escuchamos un pajarito, el
viento en las hojas de una planta que nos gusta, etc.
Te
invito a que cultives este hábito de escribir diariamente, al menos tres cosas
por las que agradecer. Te aseguro, que en menos de
tres semanas verás los cambios en tu manera de mirar tu propia vida.
¡GRACIAS SEÑOR!
Quise escribir del amor y la
gratitud, pues son dos realidades que me han estado dando vueltas en mi cabeza,
en mi corazón, en mi espíritu… al acompañar a nuestro Señor Jesucristo en su
Pasión, Muerte y Resurrección.
Agradecer infinitamente por la
mayor muestra de amor, jamás vista: el Hijo de
Dios, hecho hombre, que se despoja de toda condición divina y se entrega por nuestra Salvación.
¿La tarea?
¡Agradecer a Dios hoy por lo que tienes!
Escrito por Pablo Perazzo
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