martes, 16 de febrero de 2021

UN CRISTIANISMO SIN CRISTO: REFLEXIONANDO SOBRE LAS HIPÓTESIS PARA COMPRENDER MEJOR LO QUE ES

 Ayer estaba hablando con un amigo, por teléfono, antes de acostarme y le pregunté: ¿Te imaginas un cristianismo sin Encarnación?

Me puse darle vueltas a tal hipótesis. Que Dios nunca hubiera anunciado la venida de un Mesías, sino la manifestación definitiva que culminaría todas las teofanías anteriores.

Que, en el año 33, Dios, llamándolos como a Samuel o Ezequiel u otros, hubiera reunido un grupo de cuarenta profetas de todas las tierras de Israel. Que estos hubieran vivido en un desierto, dedicados a la oración y la enseñanza del Espíritu de Dios. El cual con visiones y locuciones les hubiera enseñado las parábolas y todas las enseñanzas.

Muchas veces, esos sueños, esas visiones, habrían estado corroborados por cinco, por nueve, compañeros.

La gente habría empezado a acudir a ese lugar a recibir enseñanza. Esos cuarenta sabios, algunas veces, harían milagros como Elías u otorgarían profecías al que les viniese a consultar.

Al acabar los tres años, tendría lugar la manifestación más grande. Una columna de fuego se manifestaría a las afueras de Jerusalén. Una columna como la que vieron en el Éxodo. Desde ese torbellino, la Voz les hablaría a todos los presentes, no solo a los cuarenta elegidos.

Lenguas de fuego se desprenderían y se posarían sobre las cabezas de los profetas, otorgándoles el poder de los siete sacramentos; sobre los cuales, ya habrían sido previamente instruidos.

Al no producirse la Encarnación, no habría sacramento de la Eucaristía. Pero podría continuar el sabat judío, pero transformado en sacramento. Es decir, el pan y el vino no serían la presencia de Cristo, pero si conferiría gracias como alimento espiritual.

La Iglesia comenzaría y tendríamos un Nuevo Testamento con un Evangelio único (un solo libro) donde se narrase la historia, portentos y manifestación final de esos tres años de desvelamiento de los misterios. Ese “Evangelio” sería una obra coral de los cuarenta. Mientras que los continuadores, el siguiente círculo concéntrico de colaboradores, escribirían su versión de Hechos de los Cuarenta Profetas y distintos tratados que glosarían el “Evangelio”. Pudiendo acabar todo con un apocalipsis.

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Ojo, esta hipótesis de lo que pudo suceder, de las opciones que tuvo la libertad divina, no la propongo para hacer de menos a la Encarnación. Todo lo contrario. Reflexionando teológicamente sobre un cristianismo sin Cristo nos damos cuenta de que lo mejor fue la Encarnación. Fue la opción más generosa por parte de Dios.

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Otra versión de esa hipótesis, sería que el Espíritu hubiera escogido a los Doce Apóstoles y estos hubieran hecho lo que hicieron en Hechos de los Apóstoles. Incluso los libros del Nuevo Testamento serían exactamente los mismos (las mismas cartas), solo que sin referencia alguna a Cristo, sino solo a la Gran Manifestación. También habría existido san Pablo y con los mismos viajes.

En la primera hipótesis y en la segunda, les habría revelado la Trinidad. Existiría la misma organización eclesiástica.

Incluso podría haber existido Judas Iscariote traicionando el mensaje de los cuarenta profetas, poniéndose al servicio de la casta sacerdotal que no aceptaría ese cambio de cosas.

También podría haber existido María, como Vaso Espiritual, pero sin Encarnación.

La división entre el Templo y los “cristianos” hubiera podido seguir el mismo curso que ha tenido.

Pero de todas las opciones la que mejor manifiesta el amor divino es la de la Encarnación. No es una opción más, es la mejor.

P. FORTEA

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