Oliver Sacks, el famoso neurólogo y escritor muerto no hace mucho, tiene un lugar fijo en mi biblioteca. No sólo resultan estimulantes sus historias clínicas (en mi opinión lo más interesante y en medicina soy lego) sino que sus experiencias personales son disfrutables. Esto es debido a que la palabra humanista parece creada para definir a gente como él, gente con mucho gusto, con interés por todo lo humano, que siente empatía sincera por el prójimo y que intenta ver lo que tiene de valiosa la gente. Siguen saliendo algunas cosas suyas estando ya muerto y es de agradecer. Siempre resultó un autor con público fiel y no ha descendido el número de seguidores.
En lo último publicado en
España, “todo en sus sitio” tenemos un
puñado de historias clínicas, relatos personales y opiniones aún más
personales. Aunque incluye algunos textos inéditos, muchos fueron publicados en
diversos lugares en los Estados Unidos y se han reunido por vez primera. La
temática es amplia y me centraré en uno que sin duda será de interés de mis
lectores.
El título es sugestivo, “ver a Dios en el tercer milenio” y pretende
acercarse al hecho de las experiencias religiosas desde la ciencia. El artículo
viene a decir que los estudios que se han podido hacer demuestran, hasta donde
se puede, que cuando se tienen estas experiencias, cuando te habla Dios o
similares, se activan las partes del cerebro que se activan cuando percibimos
sonidos reales. Por ello, quien está convencido que oye voces, no está “loco” es que su cerebro se comporta de la misma
manera que si realmente le hablaran. Es algo “normal”
en muchos seres humanos. Y el doctor Sacks no pretende minusvalorar la
importancia que tendrá para el sujeto la experiencia vivida, ni su relevancia
espiritual. Se limita a certificar que el cerebro actúa por su cuenta sin que
nadie le hable.
Lo que lamento profundamente
es no poder preguntar un asunto al respecto al autor. Y es que ciertamente lo
que sostiene puede explicar muchos casos de gente que cree ver u oir a Dios, la
Virgen o lo que fuera, mas no puede explicar cómo
es posible que el cerebro de santa Bernadette Soubirous escuchase a la Señora
definirse a sí misma como la Inmaculada Concepción. Esta definición,
establecido como dogma 4 años antes, no era conocida por Bernadette, niña
ignorante en estos temas. Esta respuesta de la Señora resultó definitiva para
que el párroco de Bernadette la creyera, precisamente porque la niña no podía
saber lo que estaba diciendo. Así, atendiendo a la navaja de Ockham, ¿qué resulta más probable, que la Virgen se le apareciera
y hablara o que su mente que desconocía el término le hiciese creer que le
hablaba y además le dijese algo así?
SACKS, Oliver
Anagrama, 2020
Urko
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